Fundado en 1910

Ana Morgade, durante el primer y único programa de Vamos a llevarnos bienLa 1

La semana de la tele

Vamos a fracasar bien (por Ana Morgade)

Estrepitoso batacazo del nuevo programa de La 1, un espacio humorístico que causó más bostezos que risas

Por razones profesionales, tocó sufrir el pasado miércoles el estreno de Vamos a llevarnos bien, el programa de Ana Morgade que La 1 llevaba promocionando unas semanas. He de confesar que un momento dado me dormí, pese a que los gritos de la presentadora parecían un buen antídoto contra Morfeo.

La cabezada no duró demasiado tiempo, pero sí resultó significativo para el firmante, en el sentido de que –por las citadas razones profesionales– uno ha he llegado a aguantar despierto galas de Supervivientes tan eternas como aburridas y, por supuesto, el programa que proporciona la peor digestión de la tele, el siempre soporífero MasterChef.

«Un programa que pretende hacerte reír mucho a esas horas en las que uno –salvo en Fin de Año– tiene ganas de dormir. Digamos que no logra lo primero y que, por contra, incita a lo segundo», quedó escrito en unas de las piezas que dio de sí el programa. Para la siguiente jornada laboral, la del próximo martes, estaba prevista una crítica general, para la que ya tenía título provisional salvo que el asunto se enmendase mucho: «Vamos a aburrirnos bien con Ana Morgade». No es un título excelso, pero está a la altura del programa. No habrá ocasión de hacer esa otra pieza. Y es que La 1 ha fulminado de la parrilla el programa de Morgade. Visto lo visto el pasado martes, todo un acierto. Aunque sorprende. No se recordaba un adiós tan fulminante desde aquel programa en el que María Teresa Campos iba a entrevistar a famosos en un camión pero solo llegó a hacerlo con Ayuso. En todo caso, la audiencia de la que la reina de la tele mañanera fue estratosférica comparada con la del programa de Morgade.

Dinámica absurda

La dinámica del programa era, simplemente, absurda. Varios cómicos competían por una copa al más simpático de la noche. Aquello parecía una vuelta de tuerca a Zapeando, y no solo porque por allí anduviesen Miki Nadal y María Gómez. La sucesión de chascarrillos se hizo interminable. Y tampoco ayudó al entretenimiento el hecho de que las caras se repitan en unas cadenas y otras; hablando en plata: en la tele siempre salen los mismos. Porque otra de las humoristas que optaba al trofeo era La Terremoto de Alcorcón, a la que acabábamos de ver unos minutos antes en El Hormiguero y de la que quedamos saturados en el último MasterChef. Solo una cara más o menos nueva, Miguel Maldonado, componía la mesa presuntamente humorística. Sería por la tensión del estreno, sería porque no hubo química entre ellos, sería porque el formato no funciona, pero el caso es que la impresión que dio fue que ni ellos mismos se lo pasaron bien.

Todo sonó a reseso, a repetido, a ya visto. Un ejemplo: entre los asuntos que se debatieron figuraron el libro del Príncipe Harry y la canción que Shakira dedicó a Pique. Suponemos que esos eran los temas de actualidad cuando se realizaron los primeros ensayos, pero a estas alturas sonaban tan antiguos y manidos como la primera Guerra del Golfo.

Mención aparte merecen las entrevistas. Hubo sobredosis de ellas, y en diferentes escenografías: la impertinente de Manuel Burque a Antonio de la Torre, una sin mucha chicha de Bibiana Fernández a Bárbara Rey y dos más de Morgade, en teoría las de más peso. Morgade no es una buena entrevistadora. Si no estás dotada para este género –como, por ejemplo, Mercedes Milá, el Loco de la Colina, Ángel Casas o Pedro Ruiz– cabe otro recurso, que es el método Pablo Motos. El líder de las hormigas y su equipo se trabajan la documentación a fondo y saben sacar partido en forma de titulares a sus entrevistados. No es el caso.

No obstante, cerramos esta reflexión con un aplauso a Ana Morgade. En un país en el que no dimiten ni los que en la oposición decían aquello de que «dimitir no es un verbo ruso», ella se echó a un lado y admitió su fracaso. Lo hizo además con humor: «Hemos hecho menos audiencia que el teletexto». Será sin duda una de las frases televisivas de 2023.