Crítica de cine
'Labios sellados', una película necesaria sobre la mentira del socialismo real
Llega a los cines, con cinco años de retraso, este filme alemán que destaca por su altura moral
Con cinco años de imperdonable retraso nos llega esta cinta del director y guionista alemán Bernd Böhlich. La película se suma a tantas otras que en los últimos años han hecho un ejercicio de revisión histórica del socialismo real en los países de la Europa del Este, en la línea de La vida de los otros, Popieluzsko, La revolución silenciosa o El espía honesto.
Nos encontramos en 1989, durante la caída del Muro de Berlín. Una anciana asiste atónita a los acontecimientos. Es de noche pero lleva gafas de sol. No quiere ver lo que sucede. Se trata de Antonia Berger. Böhlich nos cuenta la historia –de ficción pero basada en diversas experiencias reales– de esta mujer, una alemana comunista que fue invitada a Moscú en los años cuarenta junto a sus camaradas. Allí, sin motivo alguno, todos sus compañeros fueron asesinados y ella encerrada en el gulag de Vorkuta hasta 1952, año en que fue liberada y trasladada a la RDA, acompañada de su pequeña hija enferma y de otras dos compañeras víctimas de la misma injusticia. En Alemania, las tres mujeres son obligadas a guardar silencio sobre su pasado, ya que contar la verdad dañaría la imagen de la Unión Soviética de Stalin. Aunque ellas se resignan en un principio, no les va a resultar fácil vivir permanentemente en la mentira.
La mentira es el gran tema del filme. La mentira sobre la que se levanta todo un sistema político. La mentira de un Estado que aspira a la utopía, pasando por encima de quien haga falta, porque las personas solo son frágiles medios para conseguir ese fin. Antonia nunca traiciona sus ideas marxistas, pero sí abandona la fe en el sistema que se sirve de esas ideas para mantenerse en el poder a cualquier precio.
Nuestra protagonista está acompañada de algunos personajes secundarios sumamente interesantes: el médico que atiende a su hija, y cuya humanidad no ha sido eclipsada por la ideología; Leo Silberstein, Secretario de Agitación y Propaganda, un buen hombre que, al revés del anterior, va a sacrificar su conciencia en aras de la razón de Estado y de las exigencias del Partido; o la Sra. Schumann, compañera de gulag de Antonia, que va a repudiar sus ideas comunistas.
Destaca la interpretación de Alexandra Maria Lara en el papel de Antonia, una actriz que ya nos cautivó cuando interpretó a la secretaria de Hitler en El hundimiento. Una mujer corajuda y sólida que carga con un sufrimiento difícil de soportar. Su hija Lydia está interpretada magníficamente por Carlotta von Falkenhayn, una niña que no entiende el mundo de mentiras en el que es obligada a vivir. Ella encarna en cierto modo una esperanza agridulce. La esperanza de una nueva generación que no esté marcada por la mentira ideológica. De hecho, la película se llama en alemán algo así como «De cara al futuro», y la última frase del filme es «Podremos empezar de nuevo».
Un guion inteligente y matizado, una puesta en escena eficaz y la fotografía mortecina de Thomas Plenert construyen una película de altura moral y de incisiva fuerza crítica. La casi ausencia de banda sonora contribuye a dar realismo a la historia. Una película necesaria.