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Sean Penn ha atendido a los medios este sábado en el Festival de BerlínEFE

Festival de Berlín 2023  El documental de Sean Penn sobre Zelenski, lo más esperado y también lo más decepcionante

Superpower, el documental del actor y director, se centra en la figura del presidente más que en retratar la guerra de Ucrania

Era el filme más esperado de la 73ª edición del Festival de Berlín pero no estaba en concurso, ni había grandes estrellas presentándolo y la única era el director, Sean Penn, que cada vez más prefiere ser testigo de su tiempo que intérprete o realizador de historias de ficción.

Y así como Superpower era el filme más esperado, también fue el que más ha decepcionado, pues su retrato del presidente ucraniano Volodimir Zelenski viene a agregarse a una cobertura global del personaje que hace que todo lo que se escucha o se ve en la cinta sea ampliamente conocido por todo el mundo.

El concurso, en cambio ha enfrentado, a un miembro de la tercera generación de cineastas chinos, Zhang Lu, veterano de una quincena de largometrajes, con un evanescente relato de relaciones familiares, Mai Ta Zhi Guang, traducido aquí como La torre sin sombra, y un casi novato, el sudafricano John Trengove, con su historia de violencia y de homosexualidad no asumida en Manodrome.

La idea de Superpower nace de la curiosidad de Sean Penn por un personaje tan excéntrico como Zelenski, capaz de dejar de ser un cómico popular y populista para convertirse en un audaz político que osa desafiar al más poderoso autócrata de la tierra, Vladimir Putin.

Ya tres meses antes de que se produjera la invasión de Ucrania, Penn estaba en Kiev recolectando información sobre Zelenski y entrevistando a políticos locales y gente común acerca de la posible invasión y a este primer viaje le sucedieron muchos otros, como lo demuestra que el 24 de febrero del 2022, cuando inició la guerra, Penn estuviera allí con su equipo en Kiev y tuviera que salir escapando del país, vía Polonia.

El documental, más que pintar la situación de Ucrania, es un paseo en primera persona de parte de Penn de algunos teatros de guerra y en las entrevistas mano a mano con Zelenski, este no hace más que repetir las numerosas declaraciones hechas por él a los distintos medios mundiales.

Lo que queda en limpio del filme es la generosidad de Sean Penn, siempre comprometido con la realidad de su tiempo.

La primera vocación de Zhang Lu, que acaba de cumplir 60 años el 26 de mayo pasado, fue la literatura, primero como profesor y luego como novelista, y eso se nota como director por la sólida estructura narrativa de sus películas, la vivacidad y el humor de los diálogos y la creación de los personajes, aún los más menores, que casi no tienen incidencia en la historia.

Aquí el personaje central es un periodista culinario sin mayores objetivos en su vida que, gracias a la joven fotógrafa que lo ayuda en sus artículos, se lanza a la búsqueda de su padre, de quien había perdido todo rastro desde hacía 40 años.

Pero la sedosa narración, el humor impalpable y la exquisita pintura psicológica poco pueden hacer para justificar la nimiedad de una historia que se prolonga más allá de una razonable hora y media para extenderse hasta unos excesivos 144 minutos.

El joven sudafricano John Trengove vuelve al Festival de Berlín que lo consagró en 2017 con su ópera prima La herida, pero esta vez en la reseña principal en concurso, con un largometraje como Manodrome, que en otras épocas hubiera causado escándalo con su historia de un joven que entra en crisis con su inminente paternidad y que encuentra abrigo y solaz en una extraña sociedad secreta totalmente masculina.

El filme cuenta la historia de Ralphie, taxista en sus ratos libres, que a punto de ser padre empieza a descubrir pulsaciones homosexuales que se niega a reconocer. Un amigo lo presenta a una sociedad secreta masculina, que le ofrece amparo e integración, pero eso no bastará para solucionar sus problemas psicológicos.

Manodrome, que marca el debut en lengua inglesa del realizador, se distingue sobre todo por la labor de Jesse Eisenberg, 40 años a cumplir en noviembre próximo, que cada vez se confirma más como uno de los mejores actores de Hollywood de su generación, bien secundado por un melifluo Adrien Brody.

Mientras tanto cunden las polémicas por la presencia de compradores y vendedores rusos en el mercado del cine del festival.

Por lo menos, seis importantes compañías rusas están alojadas en hoteles de lujo de Berlín para hacer negocios sobre todo con Asia, Medio Oriente, África y América Latina, visto que los mercados de Norteamérica y Europa les están vedados.

A casi un año de la invasión rusa a Ucrania, las actitudes de la industria cinematográfica mundial empiezan a matizarse: mientras una gran mayoría está en contra de entablar negocios con Moscú, una conspicua minoría opina que los compradores rusos tienen mucho dinero y es inútil ignorarlo en un momento de crisis mundial, provocada por la misma guerra y las distintas sanciones internacionales contra el gobierno de Vladimir Putin.

Los más indignados por esta última posición son los mismos ucranianos, para quien todo dinero que vuelva a Moscú podrá ser empleado por Putin para comprar armamentos destinados a destruir la economía ucrania y urgen para que el círculo de las sanciones se apriete cada vez más.