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Disney+ ha estrenado este 1 de marzo la tercera temporada de The MandalorianLucasfilm Ltd.

Crítica de series

The Mandalorian afronta el camino de la redención

Disney+ acaba de estrenar el primer capítulo de la tercera temporada de la serie

La derivada más sólida del universo Star Wars ha regresado con aroma bíblico: «La redención ya no es posible, dada la destrucción de nuestro planeta natal», reza la armera. Los mandalorianos como una tribu errante y Din Djarin como un profeta que ansía bañarse en las aguas vivas para que sus transgresiones le sean perdonadas. No es casualidad que el episodio se titule El apóstata y que por él pululen un juramento quebrado, un casco de beskar para el joven monje elegido, intentos robóticos de resurrección, un bautismo interruptus y una figura salvífica que emerge –un deus ex machina, como el séptimo de caballería– para derrotar a la bestia.

La alusión al western no es una licencia retórica; ¡hay hasta tiroteos donde desenfundar más rápido! Y es que en sus dos temporadas anteriores The Mandalorian ha establecido una continuidad visual y moral con el pistolero característico de Hawks, Ford y hasta Leone. Un tipo de pocas palabras y mucha eficacia, consciente, siguiendo las palabras de John Henry Newman, de que «el cálculo nunca hace al héroe».

El arranque de esta tercera temporada confirma que el heroísmo sigue siendo el gran asunto de esta fantástica serie de aventuras. El primer tercio del capítulo expone el arco de fondo que atravesará esta temporada: el peregrinaje del personaje interpretado por Pedro Pascal a Mandalore en busca de la redención. Sin embargo, la buena escritura ya deja pistas (esos cantos de sirena del Alto Magistrado de Nevarro) de las dudas internas que en algún momento atenazarán a Mando, atrapado entre la lealtad de grupo y el vínculo paternal con Grogu.

Esta relación del protagonista con Baby Yoda ya había sido reforzada en un arriesgado movimiento de la franquicia. Los espectadores menos seriéfilos ignorarán que la fallida El libro de Bobba Fett incluía un extenso crossover en donde el pequeñuelo de piel verde concluía su interludio Skywalker y se fundía en un emotivo abrazo con Din Djarin. ¿Es necesario, pues, visionar los tres últimos episodios de Bobba Fett antes de adentrarse en esta tercera temporada de The Mandalorian? No. Los guionistas han seguido las directrices de una correcta expansión narrativa: permitir que cada producto sea autónomo. Así, los más cafeteros podrán profundizar con el cruce narrativo de cazarrecompensas en Bobba Fett mientras que el resto pueden hacerse cargo de lo esencial que ocurría allí gracias a las conversaciones que en este primer episodio van sobrevolando la elipsis.

Puede que esto último, añadido a la necesidad de sentar las bases dramáticas de las próximas semanas, haga de El apóstata un episodio demasiado expositivo. Es entendible en un arranque de temporada. Sin embargo, en ningún momento se hace un capítulo tedioso, puesto que las escaramuzas de la semana saben rememorar ese sabor que ha convertido a The Mandalorian en una apuesta segura, familiar, vibrante. Recuperamos esa geografía mítica que va ensanchándose, esta vez con el progreso de Nevarro; avistamos viejas estatuas conocidas de la primera temporada; detectamos un guiño visual a Terminator; temblamos ingenuamente con piratas de porte caribeño; vibramos con persecuciones galácticas resueltas con cuajo; y hasta conocemos a una suerte de gremlins en miniatura de lo más entrañable y divertido.

Como suele ser habitual, el metraje de la premiere apenas supera la media hora. Después tenemos un rato para retornar al storyboard, acompañados por la poderosa melodía de Ludwig Göransson. Supone una segunda navegación hipnótica y molona, puesto que habilita el eco de nuestras propias emociones: «¿Tan espectacular ha sido la batalla inicial? ¡Uy, qué cerca estuvo ese brazo metálico! Ah, vale, ahora entiendo el simbolismo de la arquitectura donde mora la aguerrida Bo-Katan».

Tras esa última y lacónica conversación, el protagonista termina el episodio andando con arrojo, acompañado de su inseparable compañero. Rumbo: las minas de Sundari. Como tantas veces se repite en la serie, este es el camino. El profesor Joseph Campbell escribió en El poder del mito: «Un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que uno mismo». Desde luego, parece la frase con la que Mando ha reemprendido el viaje en este tercer año intergaláctico. Sin miedo. Sin un paso atrás. Hasta lo más profundo de su propia liberación.