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Fotograma de Saint Omer ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia

Fotograma de Saint Omer, película ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia

Crítica de cine

'Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly': los límites de la justicia ante el misterio humano

Llega a los cines esta película francesa ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia

Nos llega una curiosa película acompañada de la buena carta de presentación de sus premios. No solo el prestigioso Premio Jean Vigo que se da en Francia a cineastas que parecen especialmente prometedores, sino también el Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia. Por otra parte fue la elegida por Francia para la carrera de los Oscar de este año, aunque finalmente no ha sido seleccionada.

Vayamos primero al suceso real en el que se inspiró la directora Alice Diop. Un suceso que tuvo lugar en noviembre de 2013 en la ciudad francesa de Berck-sur-Mer. Fabienne Kabou, una mujer francesa-senegalesa de 39 años, llevó a la playa a su hija de 15 meses, Adélaïde, en pleno invierno y la abandonó allí para que muriera de hipotermia. Kabou luego huyó a París y se entregó a la policía después de haber sido identificada por las cámaras de vigilancia. El caso fue muy mediático en Francia y causó una gran conmoción en todo el país. Kabou fue juzgada y condenada a 20 años de prisión por asesinato premeditado de un menor de edad en 2016.

Pues bien, a ese juicio público asistió la también franco-senegalesa Alice Diop, la directora del filme, que quedó profundamente impactada, tratando de entender las motivaciones de Kabou. En aquel momento se especuló mucho sobre la salud mental y la depresión posparto de la infanticida. En 2022, tras una trayectoria como documentalista de temas sociales, Alice Diop ha rodado la película que hoy nos ocupa, su primera experiencia en el ámbito de la ficción.

El guion parte del personaje de Rama (Kajije Kagame), una joven y exitosa escritora parisina de origen africano. Ha cerrado con su editor el proyecto de su próximo libro, que va a versar sobre un caso judicial que ha saltado a la opinión pública del Norte de Francia. Se trata del proceso contra Laurence Coly (Guslagie Malanga), una senegalesa afincada en Francia, acusada de propiciar la muerte de su hija Elise, de 15 meses. La acusada no niega los hechos y Rama asiste al juicio público para tratar de entender el corazón de esa madre. Pero hay algo en la vida personal de Rama que hace que este juicio le vaya afectando interiormente cada vez más. Las preguntas de la sensible juez, que no oculta su conmoción, nos van a permitir ir conociendo las circunstancias vitales de esta inmigrante que salió de Dakar al no querer seguir viviendo con su madre, y que fue a parar a Saint Omer, una ciudad cercana al estrecho de Calais. Allí comenzó a vivir con un hombre de 57 años, separado, que declara quererla, y del que se quedó embarazada de Elise. La inteligente abogada, por su parte, va a idear una sugerente hipótesis para explicar los terribles hechos.

Estamos, pues, ante un largometraje judicial, pero muy alejado de los cánones del género. Aunque la película dedica gran parte de su metraje a las intervenciones de testigos y acusada, abogada y fiscal, en lo que realmente pone el foco la directora no sucede en la tribuna, sino en el corazón de una mujer que se sienta entre el público, Rama.

La directora abre muchos melones con inteligencia y sutileza. Pero, indudablemente, uno de los asuntos centrales es el de la maternidad y los vínculos materno-filiales. Unos vínculos que no son solo afectivos, ni circunstanciales, sino ontológicos e inextirpables, imposibles de eliminar. La película también ilustra los límites de la ley para hacer justicia en casos atravesados por una complejidad humana y espiritual que entra de lleno en el terreno del misterio.

La puesta en escena es muy sobria y minimalista, casi documental, y la cineasta planta discretamente su cámara silenciosa en medio de la Sala del tribunal, convirtiendo al espectador en testigo directo de lo que acontece. Alice Diop imprime al filme un ritmo lento, lleno de silencios creados para que el espectador piense y procese lo que oye de los personajes. De entre todos estos es Rama la que de alguna manera hace de alter ego de la directora y de sus coguionistas Amrita David y Marie NDiaye –también franco-senegalesa–.

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