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Fotograma de Iberia, naturaleza infinita

Crítica

'Iberia, naturaleza infinita', el documental sobre la fauna de España que recuerda a 'El hombre y la tierra'

Arturo Menor ficciona la historia de un águila real que nos lleva por los grandes paisajes de la Península Ibérica

De vez en cuando se estrenan documentales españoles sobre la maravilla de nuestra Naturaleza y nunca decepcionan. En el siglo XXI hay al menos tres nombres que debemos tener presentes. Uno es el de Joaquín Gutiérrez Acha, documentalista y naturalista al que debemos películas como Guadalquivir (2013), Cantábrico (2017) o Dehesa, el bosque del lince ibérico (2020). Otro director con recorrido es el cordobés Gerardo Olivares, que ha realizado numerosos documentales y películas de ficción, y que en plena polémica sobre la situación del lobo ibérico estrenó Marcos, el lobo solitario (2012). Por último, el biólogo Arturo Menor (Talavera de la Reina, 1970), que en 2014 estrenó WildMed. El último bosque mediterráneo, documental que obtuvo reconocimiento internacional y cuyos derechos fueron adquiridos por National Geographic. En 2018 dirigió Barbacana, la huella del lobo y ahora vuelve a las pantallas con la película que nos ocupa.

El documental comienza con un preámbulo sin narrador en el que se nos presenta al protagonista del filme: un águila real. El ave -suponemos que mediante un artificio de montaje- hará de cicerone y nos llevará por múltiples parajes de la península ibérica en los que vamos a disfrutar de su gran variedad de fauna y riqueza de ecosistemas. Arturo Menor ficciona una historia en la que el águila queda «viudo» tras la muerte de su pareja a causa de un tendido eléctrico; el animal por sí solo no puede defender su nido de los buitres y se ve obligado a deambular por España sin hogar. Finalmente, encontrará una nueva compañera con la que establecerse.

Así, desde el norte de la Meseta occidental, el águila nos va a llevar a Asturias, y de allí hacia el este hasta los Pirineos, para terminar descendiendo hacia el sur por la Mancha hasta llegar a Andalucía. En ese periplo nos vamos a encontrar con los salmones que remontan las cascadas, el oso pardo, el mirlo acuático, el visón, el urogallo, el zorro, el lince, la nutria, además de cantidad de maravillosas aves de todo tipo y otros pequeños mamíferos.

La película también aporta sus mensajes de denuncia, sin estridencia, como el uso ilegal de venenos o la existencia de postes eléctricos sin protección. Pero Arturo Menor ofrece también su mirada positiva sobre el ser humano y sus contribuciones beneficiosas para la fauna. Como es de imaginar, todo ello va envuelto en una fotografía atractiva -aunque hay un par de trucos que se notan, como cuando la serpiente quiere atrapar a su víctima o la electrificación de la hembra del águila-. El uso de drones nos permite disfrutar de algunos planos increíbles como el salto del río Nervión.

En definitiva, estamos ante un documental de gran valor didáctico a la vez que estético, sin carga ideológica hiperecologista ni igualitarismos entre el hombre y el animal, defectos frecuentes en otras películas del mismo género.