Crítica de cine
'Houria (Libertad)': una hermosa historia de danza y superación
La cinta argelina es una dura pero esperanza historia de superación y un canto a la amistad y la solidaridad
Desde Argelia nos llega esta película dramática protagonizada por la excelente Lyna Khoudri (Los tres mosqueteros, Alta costura, Gagarine…). Esta actriz interpreta a Houria, una joven que se está abriendo camino profesional en el mundo de la danza clásica. Acaba de ser elegida como primera bailarina de su compañía y tiene ante sí un futuro prometedor. Ella vive con su madre, viuda, y no andan sobradas de dinero. Por ello, muchas noches Houria acude a un lugar de apuestas ilegales de peleas de carneros, para ganar lo suficiente para poder comprarle un coche a su madre. Una noche, cuando asiste a una de estas luchas clandestinas, a Houria le sucede algo que echará por tierra todos sus sueños de futuro.
Aparentemente, los ingredientes de esta película no son muy novedosos: joven bailarina que sufre un accidente y tiene que replantearse su futuro. Recordemos sin ir más lejos la francesa Un paso adelante (C. Klapisch, 2022), estrenada recientemente. Sin embargo, Houria tiene unas peculiaridades originales muy interesantes. Por un lado, el trasfondo político que habla de las lacras que dejó la guerra civil argelina. La directora Mounia Meddour ya había dirigido Papicha, que ponía este conflicto en primer término, y que también protagonizaba Lyna Khoudri. En esta ocasión, la cineasta pone el dedo en la llaga de tantos terroristas que fueron indultados y que ahora andan por la calle libremente desempeñando diversas profesiones. Pero el asunto más impactante del filme es el de las mujeres que sufrieron algún tipo de shock en la guerra (asesinatos de seres queridos, víctimas de atentados terroristas…), un shock que se ha concretado en la pérdida del habla. Houria acaba compartiendo su destino con algunas de estas mujeres, de las que aprenderá y sobre todo 'con' las que aprenderá a redescubrir la luz en el camino de la vida. En el horizonte de algunos personajes está la huida, la escapada al falso paraíso occidental, la tentación de la emigración ilegal. Y también en este campo la película es un puñetazo en el estómago.
Pero otro asunto, con mucha más fuerza emocional, es de la relación maternofilial entre Houria y su madre. La película nos muestra un vínculo fuerte, desproblematizado, de apoyo y afecto mutuos, de incondicionalidad, lejos de tantas taras que descubrimos en las relaciones familiares del cine occidental.
La película es una clásica historia de superación, de redescubrimiento del propio papel en el mundo; pero también es un canto a la amistad, a la solidaridad de la gente que sufre. Y también propone el arte –en este caso la danza– como una forma de expresión que es útil para sacar a la luz los dolores, las angustias y las rabias que se reconcomen en el corazón. La puesta en escena, a pesar del tono realista y social del filme, está atravesada de un cierto lirismo, de una estética que busca momentos de poesía y metáforas visuales. Así que Houria es dura pero esperanzada, cruda pero humana, lo que no hubiera sido posible sin una actriz como la Khoudri.