Crítica de cine
'Oppenheimer': «Ahora me he convertido en la Muerte, destructora de mundos»
La película dirigida por Cristopher Nolan se ha convertido en una de las más esperadas de este verano
Esa frase, sacada de un antiguo texto hindú, le vino a la cabeza a Oppenheimer tras hacer estallar la primera bomba atómica de prueba. Con un guion basado en American Prometheus, la biografía de Robert Oppenheimer escrita por Kai Bird y Martin Sherwin, Nolan produce y dirige la historia de este físico americano que lideró el Proyecto Manhattan, y dirigió las instalaciones del Laboratorio Nacional de Los Álamos donde se preparó la prueba nuclear Trinity, que sirvió para fabricar las bombas atómicas que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki y que pusieron un terrible punto final a la Segunda Guerra Mundial.
Muchos la esperaban como la película del año. Y no lo es. No es mala, pero no es lo mejor de Christopher Nolan. Su imperfección afecta tanto al guion como a la puesta en escena. Cuando se aborda un biopic es decisivo acertar con los aspectos del personaje que se quieren desarrollar, dar con una veta existencial interesante y novedosa que permita ofrecer un retrato vivo y en cierto modo sorprendente del protagonista.
La película de Nolan se asoma tímidamente a algunas de estas líneas dramáticas, como su fragilidad emocional y psíquica, su infidelidad matrimonial, sus debates morales en torno al uso de la bomba atómica… pero el guion opta por poner en primer plano la caza de brujas del senador McCarthy y las luchas por el poder en la Administración norteamericana. Un tema manido, repetido en el cine muchas veces, y que suele desprender un tufillo ideológico.
El resultado es que no es inmediata ni fácil la identificación del espectador con el protagonista, que permanece siempre un poco inasequible y distante. Los conflictos dramáticos y morales tampoco llegan a alcanzar de lleno al público.
Desde el punto de vista cinematográfico y estético, Nolan se muestra poco creativo, recurriendo al sonido atronador de las bombas y a las explosiones recreadas con efectos visuales, casi como medio recurrente para entrar en la conciencia torturada del físico Oppenheimer. Por otra parte, la decisión de mostrar en blanco y negro las escenas relativas a la Comisión de McCarthy parece también muy obvia y arrastra un aire de dejá vú. Tampoco la estructura narrativa, que alterna tres momentos cronológicos muy distintos, resulta muy original. Y las escenas de sexo que protagoniza Florence Pugh, encarnando a la amante del científico Jean Tatlock, no empastan bien con el tono de la película.
Por todo ello no estamos ante una película inolvidable, lo cual no significa que no estemos ante una película prescindible sin más. El tema en sí es interesante, las interpretaciones son convincentes, buena la partitura de Ludwig Göransson (Tenet) y el oficio de Nolan -aunque esté por debajo de otras películas suyas- es indiscutible. Hay que destacar el trabajo de Cillian Murphy en el papel de Oppenheimer, al tratar de transmitir las perplejidades del personaje; Emily Blunt encarna a su esposa Kitty, retratada como una mujer dura y sufridora; y sigue un elenco de magníficos actores para papeles secundarios más o menos relevantes: Matt Damon, Florence Pugh, Josh Hartnett o Kenneth Branagh.
No hacían falta tres horas para contar esta historia, ni el sonido IMAX 6 para sugerir lo imponente de las bombas. Al final todo va a depender de las expectativas del público. Quien espere la obra maestra de Nolan, seguramente se decepcione; quien entre en el cine por curiosidad sobre Oppenheimer, pasará un rato entretenido y aprenderá cosas interesantes. En cualquier caso, no es la película del año. Quizá por esto se lleve muchos Oscar el año que viene.