Cine
De ‘Juegos de guerra’ a ‘El día después’: las películas sobre la escalada nuclear anteriores a 'Oppenheimer'
«En el mundo nuclear, al verdadero enemigo no se lo puede destruir: el auténtico enemigo es la guerra en sí misma», aseguraba Denzel Washington en Marea roja
«¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?». Eso cantaba a principios de los años 80 el grupo conocido como Polansky y el Ardor. Se trataba de una época en que la amenaza nuclear resultaba muy creíble, y entonces los países occidentales aún pensaban que la Unión Soviética era una gigante con pies sólidos.
'La hora final' (1959)
La posibilidad de una guerra nuclear que acabe con el mundo —o con la vida, o con la civilización humana— es el tema de un largo número de producciones cinematográficas. Por ejemplo, La hora final, dirigida por Stanley Kramer en 1959, y protagonizada por Gregory Peck y Ava Gardner, con un Fred Astaire que chirría un poco —quizá porque no es el cantaba y bailaba en las películas de los años 30.
Basada en la novela On the Beach (1957), narra la etapa posterior a una III Guerra Mundial que ha borrado al ser humano de casi toda la faz de la Tierra. Sólo en Australia, al socaire de las corrientes atmosféricas que transportan por el aire la contaminación nuclear, sigue habiendo vida… de momento. La gran pregunta: ¿durante cuánto tiempo podrá Australia subsistir sin verse afectada por esa radiación letal que se extiende cada vez más?
En La hora final no se ven los efectos físicos de la guerra atómica. Sólo los efectos de la contaminación derivada, sobre todo, de las bombas de cobalto. Hay, por una parte, un atisbo de esperanza, de que pueda haber alguien vivo en la costa Oeste de los Estados Unidos. Y, por otro lado, el temor a que los vientos acaben trayendo la radiación mortífera a Australia. Ante esta eventualidad, las autoridades plantean una siniestra alternativa: ofrecer a toda la población un medicamento que acabe dulcemente con la vida, en vez de resignarse a la agónica muerte que provocará la radiación.
'¿Teléfono rojo? Volamos hacía Moscú' (1964)
Pocos años más tarde, en 1964, aparecen tres películas que merecen atención. La más conocida es ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú —su título original es Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb—, de Stanley Kubrick y con un Peter Sellers que encarna a tres personajes distintos: el presidente de Estados Unidos, un capitán de la Fuerza Aérea británica, y un científico loco que, en un momento dado, no puede ocultar al nazi que siempre ha sido.
La película es una especie de tragicomedia que muestra como inevitable el holocausto nuclear, basado en la mediocridad y la estupidez humana.
Hay tres aspectos que vamos a destacar de esta película; primero, el concepto de «mutua destrucción asegurada». Se trata de un rasgo que define la tensión nuclear: cada bando ha diseñado todo su arsenal para responder, de manera automática, a un ataque del oponente. Esto, en la práctica, supone la detonación de sendos arsenales nucleares por completo.
El segundo aspecto es la posibilidad de que los más afortunados puedan estar a resguardo del exterminio nuclear, gracias a una serie de búnkeres y refugios que les garanticen, durante años, la supervivencia. El tercer aspecto afecta a la dificultad de controlar una red tan extensa de bombarderos, bases, silos de misiles… ¿Cómo se transmite la orden correcta de lanzamiento, cómo se verifica, cómo se da marcha atrás?
'Siete días de mayo' (1964)
La segunda película de 1964 que comentamos es Siete días de mayo, del director John Frankenheimer, y con un reparto fiel a sus pretensiones, pues lo encabezan Burt Lancaster y Kirk Douglas. Ambientada en las disputas internas que provocaban los intentos de distensión nuclear durante la época de John F. Kennedy —un gobierno muy personalista y basado en un círculo muy cerrado en el que su hermano era el personaje esencial—, este largometraje aborda una intentona de golpe de Estado a cargo de un grupo militar. La película adapta una novela homónima y, en cierto modo, viene a ser un homenaje póstumo al presidente asesinado en Dallas en noviembre de 1963.
'Punto límite' (1964)
La tercera producción el año 1964 es Punto límite, también inspirada en una novela. Su trama se basa en la posibilidad de que un error técnico pueda desencadenar la III Guerra Mundial. En el mundo nuclear, hay que devolver el golpe al segundo de detectar que el rival ha iniciado su movimiento. Y el golpe que demos al enemigo ha de llevar todas nuestras fuerzas.
Una historia similar, en cierto modo, a la que cuenta Kubrik. Frente a este tipo de historias ficticias, hay que apuntar un largometraje que, si bien resulta demasiado condescendiente con los Kennedy, expone la realidad política que subsiste entre la disuasión nuclear y el esfuerzo para evitar la escalada nuclear, mediante la narración de un suceso muy crucial e histórico: Trece días (2000), cuando de verdad el mundo estuvo a punto de sumirse en la guerra atómica.
'Juegos de guerra' (1983)
En la década de los 80 encontramos varias de las películas más características de esta especie de subgénero cinematográfico. Para empezar, Juegos de guerra (1983), cuyos protagonistas son un chico y una chica de instituto que, por mero azar, enlazan mediante el Internet más primitivo con un ordenador que controla el sistema de lanzamiento de misiles.
La película es juvenil, entretenida, se sigue disfrutando con gusto —casi como Los Goonies— y traslada una idea positiva. Algunas de sus secuencias sirven como ejemplo del modo como funciona el mundo nuclear: se recibe una orden, se verifica con los códigos almacenados y, a través de una serie de procedimientos técnicos, se da paso al lanzamiento de misiles. La moraleja de esta película es la misma que la de la saga de Terminator: nunca dejes a un ordenador el control de tu arsenal nuclear.
'El día después' (1983)
También en 1983 se emitió El día después, un drama coral situado en torno a Lawrence (Kansas); refleja tanto la visión de los militares encargados de los silos nucleares, como los residentes de las áreas urbanas y de los distritos universitarios. Es una película bastante realista, centrada en historias cotidianas, y que describe cómo estallan las armas, cómo se desarrolla la táctica de guerra nuclear y cuáles son los efectos de la radiación.
La película señala hasta qué punto la vida cotidiana se puede destruir en cuestión de segundos, por culpa de errores políticos alejados de los ciudadanos, y apunta a una conclusión muy realista: un probable conflicto atómico acabaría en tablas y, si bien no aniquilaría toda la vida humana, sí la sumiría en un prolongado periodo de resignación, carestía, dolor y ruina en todos los niveles.
'El cuarto protocolo' (1987)
De un estilo muy diferente es El cuarto protocolo (John Mackenzie, 1987), adaptación de la novela de Frederick Forsyth e interpretada por Michael Caine y Pierce Brosnan como antagonistas. En este caso, nos hallamos ante una trama detectivesca que ilustra los recovecos de la Guerra Fría y que vislumbra una operación de espionaje encaminada a la fabricación de una pequeña arma nuclear para ubicarla en un domicilio anexo a una base militar de Estados Unidos en suelo británico.
Dentro de los aspectos resaltables, cabe mencionarse la manera como puede ensamblarse un ingenio atómico de reducidas dimensiones, y cuáles son algunos de sus componentes más específicos y, al mismo tiempo, inusuales; por ejemplo, un disco de polonio y, obviamente, el uranio —un elemento de una densidad mucho mayor que los metales que solemos manejar. Largometrajes de índole parecida —y, en ocasiones, de mayor calidad— abundan: desde El pacificador (1997), con George Clooney y Nicole Kidman, hasta varias de la saga de Misión Imposible de Tom Cruise.
Destacan las excelentes películas de submarinos ambientadas en un escenario de inminente confrontación nuclear Marea roja (Tony Scott, 1995) y La caza del Octubre Rojo (John McTiernan, 1990). Dice Denzel Washington en Marea roja: «En el mundo nuclear, al verdadero enemigo no se lo puede destruir: el auténtico enemigo es la guerra en sí misma». De nuevo la orden, la contraorden y la necesidad de disparar antes que el rival.
'Cuando el viento sopla' (1986)
En los años 80 hay otras tres producciones de interés. La británica Cuando el viento sopla (1986), una película de animación que narra cómo intenta resistir al ataque nuclear una anciana pareja inglesa. No sólo se habla de los remedios más básicos ante tal eventualidad, sino también de los peligros que supone no abandonar cuanto antes la zona cercana a la explosión, debido a las radiaciones.
La película mezcla diferentes momentos y tonos, con un recuerdo dulce de la derrota de los fascismos que conllevó la II Guerra Mundial, pero, conforme avanza la trama, la esperanza se desvanece o mengua.
Otra película animada es la japonesa Hiroshima (1983), que traslada la visión de un niño que es testigo de aquella tragedia. La tercera película de este bloque también es nipona, pero no de animación: Lluvia negra (1989), igualmente ambientada en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y que muestra todos los efectos psicológicos que aquella catástrofe supuso para el país, incluyendo repudio social de los supervivientes «contaminados». También de 1989 es la americana Creadores de sombras, en la que trabaja Paul Newman y que puede considerarse un contrapunto a la actual Oppenheimer, de Christopher Nolan. Cabe añadir que al final de El Imperio del Sol (Steven Spielberg, 1987) aparece el fulgor de la primera bomba atómica detonada en suelo japonés.