La mujer que murió con una foto de Luis Miguel Dominguín en la mano

Contaba Lucía Bosé que hubo un tiempo, cuando aún estaba casada con «el torero», en que a su casa llegaban cartas que únicamente llevaban por dirección «el número 1». Previamente, un 17 de mayo de 1949, se había autoproclamado número uno de la tauromaquia alzando su dedo índice en la plaza de Las Ventas. Hubo otro terreno en el que también fue el primero, incluso durante su matrimonio con la actriz: como conquistador. Sobre este particular se extiende su único hijo varón en el primer episodio (único por ahora estrenado) de su serie biográfica Bosé renacido (disponible en Movistar Plus+).

«Tenía esa cosa que los americanos llaman knock, esa cosa irresistible para todas las mujeres… Se suda por la piel, testosterona… Y a él le gustaban los trofeos, le gustaba cazar», dice el cantante y, a continuación, desfilan fotos de mujeres varias por las pantallas, entre las que figuran las actrices como Brigitte Bardot o Romy Schneider.

No las nombra el artista de forma específica, pero sí menta a otras, a las más importantes para su padre. Entre las famosas, destaca a Rita Hayworth, Lauren Bacall y, por supuesto, Ava Gardner. Pero después alude a dos relaciones menos conocidas: Cecilia Albéniz y Miroslava Stern.

Cecilia, nieta de Isaac Albéniz, que murió en un accidente de tráfico en 1951. «De no haber muerto en accidente de coche hubiera sido la madre de sus hijos. Fue el gran gran gran, verdadero, amor de mi padre», sentencia Miguel, hijo del torero y Lucía Bosé nacido en 1956, y que fue el primero de los tres que tuvieron (Lucía y Paola completan la relación).

Miroslava era una actriz checa nacida en 1926, fallecida en 1955 tras la ingesta de una sobredosis de barbitúricos, cuando estaba en la cima de su carrera. Conocida como «La actriz que llegó del frío», Bosé ofrece una versión sobre ese muerte. «Miroslava Stern se suicida en México y se suicida con la foto de mi padre en la mano. Cuando se entera que mi padre se va a casar con mi madre».

Finalmente, el autor de Sevilla opta por abreviar y, en lugar de citar más nombres, da el de la única que toreó a su padre: «Yo creo que la única que se salvó fue Carmen Sevilla», cuenta entre risas.