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Fotograma de Las dos caras de la justicia película

Fotograma de la película Las dos caras de la justicia

Crítica de cine

´Las dos caras de la justicia´: una aventura de la libertad

La película de Jeanne Harry que enseña una práctica inusual sobre como las victimas de delitos graves pueden afrontar sus dolencias y superarlas

La película Maixabel (I. Bollaín, 2021) puso sobre la mesa un asunto que genera opiniones encontradas. Nos referimos a la llamada «justicia restaurativa», una práctica que se puede declinar de diversas maneras pero que tiene un punto común básico: el encuentro cara a cara entre la víctima de algún delito (agresión, atentado, abuso, atraco…) y un agresor -victimario-, que puede ser el mismo que violentó a la víctima u otro distinto. Si es el mismo, ese camino puede llevar -o no- al perdón. Si no lo es, el proceso ayuda a entender las circunstancias del otro, sus dolores y miedos, y de esta manera se facilita superar el trauma, sanar heridas y poder mirar hacia el futuro sin el bloqueo traumático del pasado.

Si Maixabel relataba el encuentro entre la viuda de Jauregui, asesinado por ETA, y uno de los terroristas que participó en el atentado, la película americana Mass (F. Kranz, 2021) abordaba el encuentro entre un matrimonio cuyo hijo había sido asesinado en el instituto por un compañero, y los padres del asesino, que se había suicidado: padres de víctima con padres de victimario.

La película que nos llega ahora es francesa y está escrita y dirigida por Jeanne Herry, que ya nos cautivó con la magnífica En buenas manos (2018). En el centro de las tramas hay un grupo de tres amigos y compañeros profesionales: Judith (Élodie Bouchez), Fanny (Suliane Brahim) y Michel (Jean-Pierre Darroussin). Los tres son agentes judiciales que se han formado juntos como mediadores para encuentros de justicia restaurativa. Fuera del trabajo son íntimos amigos y comparten sus dificultades familiares y personales. Fanny y Michel están preparando un ciclo de sesiones en las que van a participar tres víctimas de atracos violentos y tres delincuentes encarcelados por delitos de ese tipo.

Las dos caras de la justicia

Las dos caras de la justicia

Llevan mucho tiempo trabajando con los participantes, sobre todo con las víctimas que, cada una a su manera, han quedado traumatizadas por su experiencia. Por su parte Judith está ocupada en un caso más peliagudo: el encuentro entre Chloe (Adèle Exarchopoulos) y su hermano, que abusaba sexualmente de ella cuando era menor. Las tramas no se centran tanto en el perdón como en la mutua comprensión, el saber mirar desde donde mira el otro.

La película acompaña el camino humano de los personajes. De todos. De los mediadores, de las víctimas y de los victimarios. Y lo hace sin seguir el guion previsible de una película hollywoodiense, dejando que fluyan las relaciones sin saber dónde van a desembocar, ni si va a haber un final bueno, mal o regular.

En la película no se buscan recetas sino un marco donde mirarse y escucharse, un espacio imprevisible donde puedan suceder cosas. Cosas nuevas. Por ello, el guion gestiona con equilibrio y acierto los momentos de tensión, de relajación, de enfrentamiento y reproche, de compasión y amistad. Y la directora sabe hacerlo de forma que todo transpire autenticidad. Cosa imposible si no contara con al menos seis de los mejores intérpretes del panorama francés.

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