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El cálculo de Raylan Givens en 'Justified: Ciudad Salvaje'
El primer año la serie ya ofrecía destellos de genialidad, pero le faltaba una línea narrativa más consistente
Lo que algún crítico norteamericano bautizó como Zombie TV (no confundir con las series de zombis, que siguen vivas y pustulando en secuelas y spinoffs) ha perdido fuelle. ¡Por suerte! Es muy posible que al lector se le hayan escapado del radar, dado el escaso impacto de estos revivals, pero hace unos años regresaron de los muertos series que habían bajado la persiana hacía tiempo. 24, Heroes, Prison Break, Arrested Development, Expediente X o Dexter retomaron sus ficciones con una mezcla de nostalgia narrativa y ganas de ordeñar hasta la última gota de rentabilidad del producto. Fueron intentos por reverdecer laureles que pasaron sin pena ni gloria, con contadas excepciones como algunas aventuras de Mulder y Scully y, sobre todo, el –perdón por la redundancia– alucinógeno regreso de David Lynch a Twin Peaks.
Habiendo visto solo los dos primeros episodios, Justified: Ciudad Salvaje tiene visos de poder auparse también entre las sabrosas excepciones. Hagamos memoria para contextualizar. Las andanzas de Raylan Givens fueron emitidas por FX en Estados Unidos (acá por Calle 13 en su día, ahora disponible íntegramente en Disney Plus). El carismático protagonista había nacido para la literatura de la pluma de Elmore Leonard y fue el apuesto Timothy Olyphant el encargado de interpretarlo con garbo y rotundidad durante seis temporadas, entre 2010 y 2015.
El primer año la serie ya ofrecía destellos de genialidad, pero le faltaba una línea narrativa más consistente. Ahí radica el gran salto que pegó Justified en su perfecta segunda temporada, con aquellos Bennett como villanos inolvidables. En general, los años pares regalaron las mejores tandas de una serie que, durante toda su emisión, siempre obtuvo el cariño de los críticos y el entusiasmo de su entregado público.
Durante su periplo, lo que hizo grande a Justified fue su carácter radicalmente gozoso. Era una historia que buscaba la complicidad del espectador a todas horas: en sus réplicas verbales de acero, en el vacile autoconsciente de sus personajes, en las secuencias de acción masticable y en sus giros de guion siempre a contrapié. En todas esas características se evidenciaba la fusión entre dos géneros tan populacheros y aguerridos como el western y el noir. Un drama así de vitaminado no necesitaba que sus personajes elucubraran, atormentados, sobre el ser y la nada; eran más de desenfundar rápido, desplazando las maldiciones bíblicas al paisaje. Así es normal que el gafapastismo torciera el gesto al entrar en Harlan County.
Pero, más allá de su afán en quitarse importancia, uno de los rasgos clave de Justified residía en la autenticidad y humanidad de sus personajes. Desde el paleto más detestable hasta el poli más corrupto, los creadores siempre lograban transmitir un aura que abría la puerta a la empatía, hasta encariñarse con unos y otros.
Todos esos rasgos se mantienen en esta miniserie de ocho episodios que acaba de debutar en Disney Plus. Los creadores han sido astutos y han renunciado a producir una mera extensión de lo conocido. No. Coordenadas nuevas, historia fresca, personajes inéditos e, incluso, un ritmo más endiablado, capaz de sustituir el banjo del bluegrass por la furia de los White Stripes.
La columna vertebral de Justified: Ciudad Salvaje es una antigua novela de Elmore Leonard en la que han empotrado a Raylan Givens como protagonista. Más allá de cordones umbilicales como el helado y alguna que otra sorpresa, la mezcla desemboca en una justa síntesis de novedad y tradición: una personalidad conocida que acusa el paso de los años.
Las antiguas condenas paternas de Raylan se han reconvertido ahora en los dolores de cabeza de lidiar con una hija adolescente adicta a las pantallas, interpretada por la propia hija de Olyphant. Su mítico sombrero se antoja cada vez más un símbolo de un tiempo que no volverá, una reliquia. Se lo espeta el fascinante villano (un muy solvente Boyd Holbrook) en la dinamita hablada del segundo episodio: «Solo hay dos clases de tíos que persiguen a los malos a tu edad: los que no valían para nada más y a los que les gustan tanto las calles que les acaban sacando a rastras. La pregunta es: ¿siguen respirando cuando eso sucede?».
En este reseteo, la serie deja atrás los conflictos ancestrales de las tierras mineras de Kentucky para concentrar la trama en Detroit, esa urbe automovilística tan venida a menos. Asoman un puñado de secundarios con mucho sabor –marca de la casa– y una trama enrevesada donde aliados y enemigos van pegándose topetazos como si anduvieran en los coches de choque.
Sigue habiendo frases que se disparan, dobles sentidos molones y rabia que emerge desbocada. Pululan abogados de doble cara, jueces con muy mala leche, «dulces» traficantes atrapados por su pasado y una némesis tan juguetona como desequilibrada. Frente a todos, junto a todos, nuestro añorado Raylan Givens, desubicado lejos de Miami y de Kentucky, con sus andares de galán, sus miradas de hielo y su eficacia probada. Raylan en Justified: Ciudad Salvaje es ese tipo obligado a demostrar que sus códigos aún no han quedado obsoletos… porque sabe que el cálculo nunca hace al héroe.