La semana de la tele
Herminia, Tokio, Lucía, Juncal y otros muertos ilustres
La abuela de Cuéntame se ha ido al más allá, donde convive ya con otros personajes de series míticas
Herminia, la abuela de Cuéntame, se nos ha muerto, y hemos acompañado en el sentimiento a Antonio y a Merche, porque todos reconocíamos en ella rasgos de nuestras propias abuelas. Si esto llega a ocurrir en la cuarta temporada, cuando la audiencia media de la serie rozaba los 7 millones de espectadores, habría sido una conmoción nacional, pero el capítulo del miércoles –primero de la vigesimotercera y última temporada– no llegó ni a 1,5 millones, porque ya hace años que gran parte de España se bajó del SEAT de Antonio Alcántara.
El caso es que Herminia ya forma parte del club de muertos televisivos ilustres, allí donde ya habitaban Miguel, el hermano de Antonio interpretado por Juan Echanove que murió de un ataque al corazón en la decimoctava temporada, o el propio Antonio, que aunque está vivo en la actual temporada sabemos que falleció a los 94 años en unos viñedos, al estilo El Padrino, porque así nos lo anticiparon en la vigésimo primera.
Ha sido una muerte sonada, pero no en olor de multitudes como la del abuelo postizo de la pandilla de Verano azul. Nunca sabremos cuántos españoles vieron morir a Chanquete aquel triste domingo 7 de febrero de 1982. Eso de «España se paralizó», tantas veces repetido aplicado a un gran acontecimiento, fue en aquella ocasión literal, pocas veces se ajustó más a la realidad. Como entonces éramos 38 millones de españoles a ojo de buen cubero le calculamos 30. Y decimos que nunca lo sabremos porque entonces no se medían las audiencias. Se ha hablado mucho del destripe de la revista Supertele anunciando, unos días antes, el fallecimiento del bueno de Chanquete, pero como explicó hace cuatro años María Garralón, la inolvidable Julia de Verano azul, aquello se hizo para aminorar el impacto emocional en las capas más jóvenes de la pirámide poblacional: «Los psicólogos empezaron a decir que podía ser un impacto tan grande para los niños que había que avisarles». Algo se amortiguó, pero la llorera fue enorme. Esa generación de niños españoles, los que se criaron a finales de los 70 y comienzo de los 80, quedaron marcados por dos muertes televisivas: la de mentira de Chanquete y la de verdad de Félix Rodríguez de la Fuente, acaecida dos años antes. La de Chanquete la han sufrido en realidad varias generaciones, puesto que han sido numerosas las reediciones.
Más muertes televisivas que nos rescata del recuerdo la de Herminia. Pocas más gloriosas que la de Juncal (Paco Rabal), que en un arrebato paternal salta al albero de La Maestranza a rematar la faena que su hijo es incapaz de finalizar: el asunto empieza bien y acaba fatal, con una cornada fea que sume en un mar de lágrimas a Búfalo (El Brujo) una vez que el coletudo muere. Ninguna muerte tan tramposa como la de Lucía (Belén Rueda) en Los Serrano, porque con aquel atropello la lloramos bien llorada, pero después resultó que todo fue un sueño. Por cierto, con este fallecimiento también hubo spoiler en la prensa.
La serie española más vista de la historia, La casa de papel, nos dejó dos muertes para el recuerdo: la del excéntrico Berlín (Pedro Alonso) y la de la valiente y descarada Tokio (Úrsula Corberó), que se despidió con ese guiño de ojo tan suyo. Al primero no lo echamos mucho de menos, puesto que fue constantemente resucitado a base de flashbacks; ni lo echaremos, porque es protagonista de un spin-off.
En cuanto a muertes en series extranjeras, ninguna como aquella que todos nos creímos cuando dispararon a JR en Dallas. «¿Quién disparó a JR?» fue a los 80 lo mismo que «¿Quién mató a Laura Palmer?» en los 90, o sea, toda una conmoción nacional. Lo dimos por finiquitado tras aquellos disparos que después supimos que hizo Sue Ellen, pero fue la de JR una falsa alarma, una de esas falsas muertes de guionista tramposo, como la que estas últimas semana ha protagonizado Lupin en la serie más vista de Netflix.