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La contadora de películas llega a los cines este viernes 27 de octubreA Contracorriente Films

Crítica de cine

'La contadora de películas': un homenaje agridulce al arte de contar historias

El núcleo del filme de Lone Scherfig está en la familia del personaje de Margarita y en sus pérdidas

El cine dentro del cine siempre suele dar resultados agradecidos. Recordemos Cantando bajo la lluvia (S. Donen, 1952), La noche americana (F. Truffaut, 1973), Cinema Paradiso (G. Tornatore, 1988), RKO 281 (B. Ross, 1999) o Un segundo (Z. Yimou, 2020), entre otros muchos títulos. En esta ocasión, sin embargo, la película tiene un planteamiento muy original, ya que en realidad el protagonista no es el cine como tal, sino el cine contado verbalmente, al estilo de una radionovela o un moderno podcast.

Nos situamos en los años sesenta, en las minas de sal del desierto de Atacama de Chile. Allí vive la familia de Medardo (Antonio de la Torre), un minero casado con María Magnolia (Bénérice Bejo), con la que tiene cuatro hijos. De ellos, María Margarita (Sara Becker y Alondra Valenzuela) ha desarrollado la vena artística, la misma que tiene su madre, quien por las circunstancias de la vida no la ha podido desarrollar.

Todos los domingos van al cine en familia, hasta que Medardo sufre un grave accidente que le deja imposibilitado, sin poder salir de casa. Entonces Margarita empieza a contarle las películas, dramatizándolas, y lo hace tan bien, que se corre la voz entre la gente que no puede pagarse su entrada de cine, y empieza a ir de casa en casa. Margarita empieza así un negocio que ayudará a paliar económicamente la pérdida de empleo de su padre.

En realidad lo más significativo de la película no reside en las performances de Margarita, sin duda simpáticas y entrañables pero que no dan demasiado de sí. El verdadero núcleo del filme está en su familia: una familia marcada por las desgracias, las traiciones y las pérdidas. El argumento parte de una Margarita pequeña y termina con una Margarita adulta, que ha madurado su mirada sobre sí misma y sobre su familia. De fondo, se nos retrata el proceso que va desde las elecciones que llevaron a Salvador Allende a la Casa de la Moneda al golpe de estado de Augusto Pinochet y los años de la represión.

Esta trama política que acompaña el camino de maduración de Margarita es quizá lo más previsible y tópico de la cinta. Así como la parte imaginativa del filme, la del cine y sus versiones dramatizadas, es luminosa y positiva, la relativa a los azares familiares y sentimentales es más bien desazonadora cuando no dramática. Al final parece caer en el cliché de mostrar el arte como evasión de una realidad dura y gris.

A pesar de que la película podía ser mejor, es una película buena, con algunas peculiaridades muy interesantes en su equipo creativo. En primer lugar, la directora danesa Lone Scherfig es un referente en el cine contemporáneo. Dada a conocer en el ámbito del movimiento Dogma 95, a ella debemos títulos como An education (2009) o Italiano para principiantes (2000). En segundo lugar, entre los guionistas está el brasileño Walter Salles, del que recordamos la maravillosa Estación Central de Brasil (1998), que contiene algunos planos que encontramos casi idénticos en La contadora de películas (¿homenajes?). Pero también están los españoles Isabel Coixet y Rafa Russo, conocidos ambos por su solvencia como guionistas y directores. Tres grandes guionistas para adaptar una novela del escritor –y minero- chileno Hernán Rivera Letelier, cuya novela homónima se publicó en 2009. En definitiva, una interesante película que deja un sabor agridulce por la situación de los personajes, por su fragilidad y pobreza, por su vulnerabilidad humana y sentimental.