Crítica de cine
'El poderoso Victoria': una película con el alma de Frank Capra
Esta cinta mexicana es entrañable, positiva y elogia la sencillez de corazón
Nos llega de México El poderoso Victoria, una entrañable película dirigida por Raúl Ramón, un fotógrafo de cine que debuta en el largometraje. Escribió el guion en 2011 junto a Vicente Leñero, gracias a un premio recibido. La historia se sitúa en 1936, en el pueblo minero de La Esperanza, situado en pleno desierto. El ferrocarril es lo único que mantiene al pueblo unido con la civilización. El día que se cierra la mina se anuncia también la cancelación de la línea de tren, lo que supone en la práctica el fin del pueblo. Sus habitantes comienzan a abandonarlo hasta que don Federico (Damián Alcázar) les propone que se queden a construir su propio tren, que es lo único que puede evitar el desmantelamiento de la vía. Para ello es imprescindible que el único maquinista del pueblo, Durán (Gerardo Oñate), se sume a la propuesta. Pero su sueño es irse a Estados Unidos con su novia, Victoria (Lorena de la Torre).
La película, por su carácter social, podría haber sido una historia contada por Ken Loach: la aventura de unos mineros pobres que, para poder seguir viviendo en su pueblo, se enfrentan al poder corrupto de políticos y financieros codiciosos. Pero la película, sin embargo, al contar con el tratamiento de un relato de tintes mágicos con incursiones en el realismo poético y en la fantasía, se convierte en un hermoso cuento para adultos. Figuras como la del misterioso chamán o el alegórico colibrí, y algunas escenas como la del tren sin raíles o la combustión del tequila sitúan al film en un terreno en el que lo milagroso y lo ordinario se entrelazan con naturalidad. En ese sentido, la cinta tiene ecos de Milagro en Milán, de Vittorio de Sica, en la que, como su nombre indica, se acababa abriendo camino el milagro que premia a los sencillos de corazón.
La historia tiene la estructura clásica de un relato de buenos y malos. Los buenos, inocentes e indefensos, se enfrentan a un perverso y ambicioso villano al que le sirven unos leales acólitos sin escrúpulos. Lo interesante es que «los buenos» es un colectivo, es el pueblo: una comunidad que está fundada sobre lazos de amistad, solidaridad y fidelidad, y que gracias a ellos es capaz de enfrentarse a las estrategias maquiavélicas del mal aunque ello implique sacrificios y sufrir dolorosas pérdidas en el camino.
En la película se nos muestra a una comunidad en la que se implican tanto las monjas como los tullidos, tanto los directamente afectados como los del pueblo vecino, tanto el notario jubilado como el frustrado fabricante de tequila del lugar. Por todo ello no es de extrañar que la cinta tenga un indudable sabor capriano, no sólo porque triunfa la comunidad de los desclasados, de los que nada tienen que perder, sino porque habla de un progreso social que no tiene que ver con las especulaciones de banqueros y burócratas, sino con la implicación de un pueblo en su propio destino.
En fin, una cinta entrañable, positiva, para toda la familia, muy naif, que elogia la sencillez de corazón, la lucha por los propios deseos, la familia, la amistad y el sacrificio solidario. La película no pasará a la historia del cine pero nos alegrará la tarde.