Crítica de cine
'Rioja. La tierra de los mil vinos', un documental que enamora
José Luis López-Linares (España, la primera globalización) dirige una película documental que es un placer para la vista y… casi para el gusto
Si algo caracteriza al consagrado documentalista José Luis López-Linares es que todo le interesa. Puede hacer una película sobre el papel de España en el mundo moderno (España, la primera globalización, 2021), o sobre un pintor (Goya, 2022; El Bosco, 2016) o sobre el aceite virgen (Jaén, virgen & extra, 2019). Da igual. Se apasiona con el tema y dirige un gran documental. Lo cierto es que la mayoría de sus películas tienen que ver con España: con su arte, con sus gentes, sus costumbres o su gastronomía. Si aplicáramos conceptos de marketing, diríamos que López-Linares es un gran promotor de la Marca España. Su último largometraje es sobre el vino de la Rioja, en el sentido más amplio que se pueda imaginar.
La película toca todos los palos: el químico, el biológico, el geográfico, el antropológico, el histórico… Y los combina armoniosamente en torno a una estética muy cuidada que nos deja muchos planos de indiscutible belleza. Pero todo el andamiaje se arma con las declaraciones y testimonios de bodegueros, enólogos, sumilleres, viticultores y restauradores de La Rioja, que con sus intervenciones van tejiendo el apabullante tapiz de la película. Entre ellos encontraremos personas y casos muy interesantes, como la hongkonesa que estudió cocina en París, que llegó a ser chef en San Sebastián y que dejó todo para irse a La Rioja a hacer vino.
El documental es un abanico de diversidad. Para empezar, abandona el marco referencial de La Rioja para distinguir sus diversas comarcas, así como las distintas tierras que dominan los diferentes afluentes del Ebro. Porque en cada zona el terreno ofrece sus propias peculiaridades que se transmitirá a sus uvas y a sus vinos. Pero cada comarca tiene sus pueblos, cada uno también con sus características geográficas y sus matices en el vino. Por ello el documental se llama La tierra de los mil vinos.
A mediados del siglo XIX, cuando la filoxera arruinó los viñedos franceses, se encontró en la Rioja un terreno con suelo y clima adecuados para plantar las vides. Y La Rioja no decepcionó. Pero ya desde la Edad Media el vino estaba unido al destino de la región, pues la atravesaba el Camino de Santiago, con sus peregrinos que venían de Francia con sus botas llenas de burdeos. Eso lo cuenta muy bien el canónigo archivero de Santo Domingo de la Calzada mientras López-Linares nos regala unos magníficos planos de arte medieval.
Si saltamos de la Historia al presente, la película nos ilustra sobre los cambios de mentalidad de los últimos años en torno al vino: nuevas denominaciones, nuevos procesos de fabricación, nuevos conceptos culinarios, y cómo no, nuevas filosofías de marketing. El aficionado al buen vino disfrutará del film enormemente, y el profano aprenderá muchas cosas, como la diferencia entre un crianza y un reserva, lo que es una maceración carbónica y las distintas consecuencias de pasar el vino por barrica o no.
En la película tiene un protagonismo especial el vino de bodegas familiares. Producciones modestas en cantidad, que no calidad; vinos artesanos a los que una familia dedica sus ilusiones y desvelos de generación en generación. Vinos que, como dicen varios de los entrevistados, sirvan para compartir, charlar y celebrar. En fin, una película enormemente educativa, a la vez que un placer para la vista y… casi para el gusto.