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Un plano de 'The National Anthem', primer capítulo de 'Black Mirror'

La semana de la tele

Puigdemont, Sánchez y 'Black Mirror’

La coyuntura política y sus paralelismos con un célebre capítulo de la serie distópica

Fue un puñetazo en la mesa. O un golpe bajo. Un capítulo que nos dejó en la lona y que marcó a fuego el estilo de la que fue una de las grandes series del siglo XXI. Fue y es, pues está reciente la sexta (estupenda) temporada. Nos referimos a Black Mirror y a su célebre primer episodio, estrenado en diciembre de 2011. De esta serie, y de ese capítulo en concreto, se ha vuelto a hablar esta semana a cuenta de la investidura.

¿Hasta dónde puede llegar un político? ¿Cuál es su línea roja? ¿Cómo de perversa, retorcida y cambiante puede llegar a ser la opinión pública? Estas tres son algunas de las preguntas que plantean The National Anthem, en español El himno nacional. Arranca como, según Cecil B. DeMille, ha de hacerlo una película: ”Debe empezar como un terremoto y desde ahí debe ir hacia arriba". Alguien, no sabemos quién, ha secuestrado a Susannah, la más querida y popular de la Familia Real Británica. Cuenta con la simpatía ciudadana, alimentada en parte por su cuenta de Facebook. No sé sabe quién lo ha hecho, pero sí lo que hay que hacer para que sea liberada. El secuestrador ha colgado en You Tube un vídeo con unas instrucciones muy precisas: el primer ministro ha de mantener relaciones sexuales con un cerdo y el evento se ha de retransmitir en vivo y en directo.

El pueblo empatiza en principio con el inquilino del 10 de Downing Street. Qué barbaridad. Pero a qué tipo de loco se le ha ocurrido semejante exigencia. Y en este plan. Pero la gente de su oficina comete un error significativo. Y, para tapar este primero, después incurre en otro. Las redes sociales y los medios de comunicación hacen el resto: provocan un volantazo de la opinión pública, que empieza a considerar realizable lo que días atrás le parecía una auténtica aberración. Total, que al primer ministro se ve abocado a la accción. Ante una audiencia estimada de 1.300 millones de espectadores, procede. Esa escena recuerda un tanto a aquella final de Tesis, en la que numerosos y morbosos televidentes miraban de medio lado una snuff movie.

Este episodio de Black Mirror apela al despertar de una sociedad adormecida, atontada por la tecnología y las redes sociales, y que, en un momento dado, puede llegar a empatizar más con un cerdo que con una persona. ¿Y qué tiene qué ver esto con la actualidad política española? Pues no fueron pocos los que, cuando empezaron a trascender las primeras exigencias independentistas para poder realizar el pacto PSOE-Junts empezaron a bromear con la posibilidad de que Puigdemont elevase sus exigencias a un nivel Black Mirror. Consumada la gran cesión socialista el pasado jueves, hubo tuits y comentarios que fueron en la misma línea.

Los paralelismos entre la coyuntura política y el célebre capítulo de la serie distópica van más allá de gruesas consideraciones. Como en The National Anthem, en nuestra realidad también hemos asistido a un inesperado «cambio de opinión» de cierto sector político de la ciudadanía: muchos (usuarios de las redes y medios de comunicación) que antes de las elecciones sostenían que la amnistía jamás tendría encaje en nuestra Constitución, la han pasado a ver como una medida no solo constitucional sino también necesaria y justa. Paralelamente, nuestro primer ministro, al igual que el de The National Anthem, ha cruzado la línea roja que en principio pensamos que jamás osaría traspasar, pero –y aquí el matiz es fundamental– si el británico lo hizo sin duda por una buena causa, en nuestra realidad hay una gran parte del país (la que no ha cambiado de opinión) que piensa que no es éste el caso del español, por mucho que el presidente se esfuerce en remarcar que lo hace en interés de la nación y la convivencia en Cataluña . En cuanto al cerdo, mejor será no preguntarnos a quién le corresponde ese papel en nuestra realidad política.