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Jon Hamm (Mad Men) es uno de los protagonistas de la quinta temporada de FargoMovistar Plus+

Crítica de series

'Fargo' regresa por todo lo alto (y más terrorífica)

Aterrizan nuevos actores para encarnar una trama inédita y habitar unos conflictos remozados

Ante la profusión de plataformas y la hemorragia de series, es lógico que el formato que Fargo contribuyó a popularizar palpite con fuerza en estos tiempos de sobrepeso catódico. La «serie antología» mezcla la clausura narrativa de la miniserie con las bondades de una continuidad dramática y aromática. Si el lector piensa en American Horror Story, White Lotus, Condena o True Detective (otra que regresa en breve con una quinta entrega), confirmará la vigencia de este modo de narrar. Un relato autónomo, que se prolonga durante varios episodios, pulsa el botón de reinicio cada año. Se mantiene el género, el equipo de guionistas, el sabor de la propuesta, pero aterrizan nuevos actores para encarnar una trama inédita y habitar unos conflictos remozados.

Así, la serie antología se ahorra apabullar al espectador, puesto que no reclama la fidelidad kilométrica durante años. No, si te gusta, habrá más, pero no es obligatorio casarse con una historia durante siete temporadas; cada una es independiente. Por eso, el espectador puede saltarse la fallida cuarta temporada de Fargo sin remordimiento de conciencia. Al mismo tiempo, en una época de saturación de novedades, este formato ostenta otra virtud: la familiaridad. Si disfrutaste con cómo Ryan Murphy recreó el caso de O.J. Simpson en la primera temporada de American Crime Story, puedes esperar un esquema narrativo y estético similar aplicado al caso Versace en su segunda entrega, donde brillaba nuestra Penélope.

Cuadrar el círculo entre la originalidad y la familiaridad, entre el enganche a la larga y el consumo en la distancia corta, entre la marca genérica y el producto concreto. Todo eso pulula en torno al concepto de la «serie antología» y su explicación teórica es necesaria para contextualizar el retorno de Fargo tras una temporada olvidable y años de silencio. La tele es una máquina de contar historias, sí, pero también de innovar en la seducción del público; a veces innovar significa reciclar o regresar a la casilla de salida. Noah Hawley, el creador de Fargo, sabe que la falsa y juguetona etiqueta de «basado en hechos reales» y las reminiscencias de los hermanos Coen cuenta con un potencial gigantesco. Por eso esta quinta temporada ha vuelto a sus esencias.

Una América rural y familiar

Porque Fargo, para empezar, ha de transmitir frío. Un largo invierno. Minnesota, Dakota del Norte y demás pelotón del pasmo. Ahí el relato nos acerca a una América entre rural, familiar y alucinada. Un territorio donde el mal acecha y el bien está dispuesto a defenderse. Como ya ocurría en las obras maestras que fueron las dos primeras entregas, el acento saltarín del Midwest es casi un personaje más, la idiosincrasia de la América profunda revela sus complejidades frente al tópico capitalino y la sonoridad escandinava de los nombres se mastica con gusto irónico.

En ese paisaje y con ese paisanaje, la quinta temporada se abalanza sobre el espectador con una historia de amas de casa que esconden secretos inconfesables y habilidades militares, una oficina del sheriff que abusa de la justicia, polis que apenas llegan a fin de mes, villanas ricachonas que calientan el vapor sociopolítico y un extraño heraldo de la muerte que aparenta ser una mezcla de Antiguo Testamento y sacrilegio druida.

Sin perder el foco de comedia negra que ha caracterizado a la serie, este año uno de los elementos más novedosos es su flirteo con los códigos del cine de terror. No en vano, el tercer y cuarto capítulo ocurren durante Halloween, esa marca de Caín. Más acojone: en varias persecuciones claustrofóbicas el espectador identifica una música que parece salida de El resplandor, unos flashbacks turbadores que insinúan magia negra o, incluso, una connivencia espiritista entre personajes que mezcla mal rollo y amores marchitos.

Más allá de estos instantes, sensaciones y apuntes sobrenaturales, Fargo vuelve a cabalgar sobre sus mejores elementos. Por un lado, Hawley propone un estupendo dibujo de personajes, donde la profundidad dramática no está reñida con la extravagancia o la corteza paródica. Por otro, la historia es una cámara de eco donde se adivinan alusiones a propuestas tan dispares como Solo en casa, Pesadilla antes de Navidad, el western, McGyver o, cómo no, la película original de 1996. Uno espera originalidad y mandibulazos en Fargo… y sus plegarias son atendidas.

Con un reparto de aúpa encabezado por Juno Temple (Ted Lasso) y Jon Hamm (Mad Men), esta quinta temporada ofrece secuencias de acción impactantes, carcajadas malévolas y risas benévolas, violencia seca, legítima defensa, maridos alelados, agentes del caos, reflexiones sobre la ley y la justicia, deudas que no prescriben y tigres con piel de ama de casa. Porque la promesa de la adorable y aguerrida Dorothy ‘Dots’ Lyon en el segundo episodio es diáfana: «Nadie me arrebata lo que es mío y vive». La quinta temporada de Fargo nos exhibirá a cuánto asciende la factura.