Crítica de cine
'Wonka': un musical navideño para toda la familia
La interpretación de Timothée Chalamet y el plano visual, lo mejor de la precuela de Charlie y la fábrica de chocolate
Esta comedia musical británica se presenta como una precuela de Charlie y la fábrica de chocolate, de Tim Burton, a su vez inspirada en la novela juvenil de Roald Dahl. Wonka está concebida como un producto eminentemente familiar y navideño. El director, Paul King, ya se curtió en el género familiar con las películas de Paddington, el osito goloso. El argumento nos lleva a los inicios de Willy Wonka (Timothée Chalamet) como chocolatero, en los años cuarenta del pasado siglo. Llega a la ciudad –una ciudad anónima, pero con indudable sabor londinense- con muy poco dinero, que pierde debido en parte a su generosidad.
La primera noche encuentra un albergue barato que regentan unos crueles estafadores. Firma el contrato sin leer la letra pequeña y ello le endeuda de por vida con la malvada hostelera, la Sra. Scrubbit (Olivia Colman). Su sueño de abrir una chocolatería en la famosa Galería de la ciudad parece abocado al fracaso, sobre todo porque los adinerados chocolateros del lugar se van a aliar con la Sra. Scrubbit y con un clérigo goloso (Rowan Atkinson) para impedirlo. Pero un grupo de bondadosos descartados, y en especial la huérfana Noodle (Calah Lane), ayudarán a Wonka a luchar por su sueño, así como el pequeño Oompa-Loompa (Hugh Grant). Y es que lo que Wonka quiere es verificar que su madre tenía razón cuando le dijo que «todas las cosas buenas de este mundo comienzan con un sueño».
La película tiene elementos de Dickens y de Capra, atravesados por una atmósfera de positividad a la que no es ajena la interpretación luminosa de Timothée Chalamet. King no solo nos presenta a pobres de buen corazón, sino que la cinta nos habla mucho de las relaciones maternofililales: Wonka sigue muy unido a su difunta madre (Sally Hawkings) y la pequeña Noodle añora a la madre que no conoció. El aspecto musical, las siete canciones compuestas por Joby Talbot, y sus coreografías, son enormemente clásicas, con un aroma de Chity Chity Bang Bang o Mary Poppins. Pero sin duda hQdTXGfDWgY
Por un lado, quiere mostrar cierto parentesco con el mundo apabullante de Tim Burton, pero también recuerda el cromatismo de referentes más remotos como El mago de Oz o la iluminación de La invención de Hugo. Esta faceta visual es también la más creativa, como la escena en que los bombones han sido envenenados con sudor de yeti, y a los personajes les empiezan a suceder todo tipo de fantasías capilares, o el momento en que Wonka se sube a una caja en la calle para darse a conocer y los bombones comienzan a volar sobre la gente arremolinada a su alrededor.
Ciertamente el guion no se sale de los estereotipos de este tipo de historias, nada nuevo bajo el sol, pero está muy bien vestido con la puesta en escena, resultando envolvente y entretenido. El Wonka de Paul King es más empático y luminoso que el que encarnó Johnny Depp de Tim Burton, que era algo más estrambótico y outsider.
En resumen, esta película no es un hito en la historia del cine pero divierte y entretiene, es positiva y defiende buenas causas –la familia, el compañerismo, la honestidad, el gusto por hacer disfrutar a los demás–. Una estupenda propuesta familiar para estas inminentes fiestas navideñas.