Crítica de cine
'La sociedad de la nieve': una nueva perspectiva, más distante, sobre la tragedia de los Andes
Este viernes se estrena en los cines el filme de J. A. Bayona que representa a España en la carrera por el Oscar a la mejor película internacional
En 1993 el director norteamericano Frank Marshall, con un reparto en el que destacaba Ethan Hawke o John Malkovich en el papel de narrador, estrenó ¡Viven!, un largometraje que recreaba la odisea vivida por un joven equipo de rugby de Uruguay cuando el avión que les llevaba a Chile se estrelló en la cordillera de los Andes, el 13 de octubre de 1972. Los supervivientes fueron rescatados el 22 de diciembre, tras más de dos meses sometidos a experiencias límite, como el hambre, el frío extremo, la enfermedad, las heridas, los aludes y la terrible amenaza de la desesperanza. El guion se basaba en el libro del novelista Piers Paul Red, que en 1974 había publicado Alive, a partir de testimonios de los supervivientes.
Ahora, treinta años después del estreno de ¡Viven! llega a nuestras pantallas otra vez la misma historia, esta vez de la mano de Netflix y bajo la batuta del español J. A. Bayona (Lo imposible, El orfanato…). Viendo la película cualquiera diría que se trata de un remake de la anterior, pero técnicamente no lo es, pues se basa en otra novela, La sociedad de la nieve, del uruguayo Pablo Vierci, publicada en 2009. En esencia se narran los mismos hechos. Lo que cambia en algunos aspectos son las perspectivas de Marshall/Red y Bayona/Vierci.
Cualquier valoración que se haga de la película española tiene que partir de un hecho imponente, como es el desarrollo tecnológico de la fotografía cinematográfica en estos treinta años, incluido el desarrollo de las imágenes generadas por ordenador. Ya solo por esto la cinta de Bayona ofrece un espectáculo visual muy superior que el que ofrecía ¡Viven!, que no estaba nada mal. El realismo y aparatosidad de algunas secuencias son realmente impactantes. Este es el único aspecto en que claramente la segunda película aventaja a la primera. También es cierto que, más allá de la técnica, Bayona nos brinda algunos momentos visuales poderosos y algunas metáforas bellas que le dan un cierto marchamo «de autor» al film.
Pero donde la película queda por debajo de su antecesora es en la perspectiva simplemente humana del film. En ¡Viven! se escenificaba con fuerza la confrontación entre distintas formas de ver la vida, de mirar la muerte, de entender el destino; los personajes ponían en juego sus diversas cosmovisiones, desde la creyente o trascendente, a la atea, pasando por la agnóstica y la escéptica. Lo cual es bastante creíble en una situación humanamente extrema y radical.
Bayona ya demostró su incapacidad de entender las grandes preguntas que surgen en una experiencia límite cuando rodó Lo imposible, otra película en la que los personajes se enfrentan cara a cara a la muerte brutal y a la pérdida, y que no se plantean ninguna pregunta sobre el sentido y destino de sus vidas. Esa insensibilidad lastró aquella película y lastra esta, aunque menos, porque sí que se reflejan las distintas posturas de los personajes, pero sin la hondura y desarrollo dramático de la primera, y con alguna reflexión de cierto tufillo ideológico.
Al final queda una duda más que razonable sobre si la película de Bayona era necesaria. Probablemente, y a pesar de su apabullante superioridad técnica y de su indudable calidad, nosotros nos quedamos con la primera.