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Damián (Tristán Ulloa) y Berlín (Pedro Alonso) en una escena de la nueva serie de NetflixNetflix

Netflix

'Berlín', ladrón de guante rojo: fórmula repetida, éxito garantizado

La precuela de La casa de papel ofrece exactamente lo que se espera de ella

Es el maratón de moda en las plataformas de pago: las ocho etapas de Berlín (Netflix), precuela de La casa de papel. Con esta nueva serie pasa como cuando una de esas grandes bandas musicales llenaestadios sacan un disco muy similar al que los aupó al triunfo: que la repetición es una garantía de triunfo. Berlín copia la fórmula de La casa de papel, por lo que el éxito está garantizado, y ahí está la estadística para avalarlo. Da exactamente lo que se espera de ella. Advertimos que se viene destripe.

El planteamiento, nudo y desenlace de Berlín responde al mismo esquema que La casa de papel, y que tantas series y películas de bandas de ladrones de alta gama: planificación del robo, ejecución del mismo y, para acabar, huida y puesta a salvo.

Vayamos con el robo. Al igual que su hermano El Profesor, Berlín piensa a lo grande: nada de robobos de las jojoyas. Qué va: el objetivo son joyas procedentes de diferentes casas de alta cuna custodiados en la caja fuerte de una subastera parisina. Suman un valor de 44 millones, que no son los 984 de La casa de papel, ya, pero tampoco es una cantidad para hacerle ascos. Esta vez los ladrones van delinquiendo a cara descubierta, a máscara quitada, y sin apodos ciudadanos. Para llevar a cabo su plan, emplean otro clásico del género, y de la propia serie madre: el túnel.

Distintos personajes, roles similares

Turno para los personajes. Damián (Tristán Ulloa) aporta el sentido común de El Profesor y, como éste, ejerce de hermano mayor de Berlín. Cameron (Begoña Vargas) es una mezcla entre Tokio (Úrsula Corberó) y Nairobi (Alba Flores). Keila (Michelle Jenner) tiene el punto inocente de la primera Mónica Gaztambide (Esther Acebo), pero es el personaje más original. Roi (Julio Peña) inspira la misma ternura que Río (Miguel Herrán) y Bruce (Joel Sánchez) es tan bruto como Denver (Jaime Lorente). En cuanto a Berlín (Pedro Alonso), es una versión algo menos pasada de rosca que la que conocíamos, que cultiva la paciencia desde la ventana indiscreta de un hotel parisino. El guiño definitivo a La casa de papel llega con los papeles de Itziar Ituño (Raquel Murillo) y Nawjwa Nimri (Alicia Sierra): la primera aún no es ladrona, pues la acción es muy anterior a su paso al lado oscuro, y la segunda sigue siendo una ladrona… de escenas.

La acción pura y dura llega una vez consumado el golpe. La última temporada de La casa de papel (el volumen uno de la quinta entrega, para ser precisos) fue una ensalada de tiros que, afortunadamente, no se ha vuelve a repetir. La de Berlín es una acción trepidante pero no delirante que llega porque, a falta de un Profesor al mando, todos se saltan el plan.

Todo por amor

Las hormonas de la juventud pueden con Bruce y Keila, que para intentar atar un cabo suelto desatan unos cuantos más. También la lían Roi y Cameron, pues la segunda pica al primero con el método que Beef usaba con McFly («¿eres un gallina?») y acaban en una carrera ilegal de coches con una de las pruebas del delito de 44 millones. Como de la adrelina al amor hay un paso, estas parejas acaban haciendo migas.

Y ya que hablamos de amor, tenemos a un Berlín atacado a lo bestia por Cupido. ¿No se enamoraba El Profesor hasta las trancas y pone en máximo riesgo el plan de su vida? ¿Va a ser menos su hermano? Pues no Camille (Samantha Siqueiros), mujer de la principal víctima del golpe, lo enamora a distancia. Y por ella es capaz de saltarse a lo loco el plan que el mismo ha construido con mimo de lutier durante años. Pero es que como concluye el propio Berlín tras ocho episodios, el amor es lo más importante del mundo y a su lado 44 millones de euros no son más que calderilla. Es un ladrón de guante rojo (rojo pasión). Para no ser menos que el resto, Damián, a punto de nieve de divorcio y víctima por tanto del desamor, también se salta la planificación de marras, y lo hace para mantener un forcejo sexual con una desconocida en plan El cartero siempre llama dos veces.

A lo Mortadelo

La huida también es por parejas. Se resuelve de forma original la de Roi y Cameron. La de Keila y Bruce la solucionan los guionistas de modo disparatado, llevando la suspensión de incredulidad del espectador mucho más allá del límite. En cuanto a Damián y Berlín, al final logran escapar con una fuga que, por mucho que se disfracen de botones (¿Sacarino?), tiene más de Mortadelo y Filemón, y, para ser más precisos, de Mortadelo.

La trama se cierra abriendo la puerta grande (nunca mejor dicho, pues la escena se desarrolla en una plaza de toros) a una secuela. Por amor, Berlín renuncia a gran parte de su botín, así que su tren de vida conduce a un nuevo gran golpe.

En conclusión, que igual que El Cid ganaba batallas después de muerto, Berlín ha logrado sus mayores triunfos tras su fallecimiento en la segunda parte de la primera temporada de La casa de papel y, ahora, con serie propia. A base de flash-backs y —si hace falta en el futuro— rejuvenecimientos digitales, tenemos personaje para mucho rato. Berlín es nuestro Lupin. Y, siendo justos y nada chovinistas, esta primera temporada de Berlín es bastante mejor que la última de Lupin.