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Qué hay hoy en la zona de los Andes donde se estrelló el avión de 'La sociedad de la nieve'
Una tumba, un monolito y restos varios se esparcen por el muy visitado Valle de las Lágrimas
La película de Bayona sobre la tragedia de los Andes sigue arrasando en Netflix a nivel mundial. Los 72 días que sufrieron en la nieve los supervivientes son excelentemente recreados en La sociedad de la nieve. Sabemos cómo acabó la historia, pero menos conocido es cómo es hoy el lugar que sirvió de escenario a tan terribles hechos. Libros, documentales y vídeos de particulares colgados en You Tube nos permiten conocer la evolución del Valle de las Lágrimas, que así se llama el lugar donde los supervivientes permanecieron durante más de dos meses en condiciones infrahumanas.
El último grupo de supervivientes fue rescatado en el Valle de las Lágrimas el 23 de diciembre de 1973. Ni un mes después, el 18 de enero, llegó a ese mismo punto una expedición en helicóptero formada por trece personas, ninguna de ellas familiar de los pasajeros. Eran miembros del Cuerpo de Socorro Andino de Chile, de la Fuerza Aérea Uruguay —que fue a investigar el accidente— y un sacerdote, de nombre Iván Caviedes.
Según cuenta Piers Paul Read en su libro ¡Viven!, su primera misión fue recuperar todos los cuerpos, para lo que no dudaron en subir a la cumbre, donde su labor fue facilitada por el hecho de que la nieve estaba derretida y habían quedado al descubierto. A unos 800 metros del lugar donde estaba el avión, encontraron una zona «a cubierto de posibles avalancas» y con «tierra suficiente para cavar una tumba». Fue el lugar elegido para cavar la fosa común, donde se enterraron trece cuerpos intactos, y restos, en su mayoría esqueléticos, de otras quince personas. «Enterraron allí los cuerpos que todavía estaban intactos y los restos de los demás. Construyeron un rústico altar de piedra junto a la tumba, colocando sobre él una cruz de hierro de un metro de altura. La cruz estaba pintada de color naranja por un lado, y tenía escrita la siguiente inscripción: ‘El mundo a sus hermanos uruguayos’, y por el otro lado decía: ‘Cerca, oh Dios, de ti’», narra Piers Paul Read. El padre Caviedes ofició una misa y pronunció un sermón.
Los expedicionarios se desplazaron entonces menos de un kilómetro y llegaron hacia los restos del Fairchild. Comprobaron que, debido al deshielo, el fuselaje estaba un metro y medio más alto que en 1972. Lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego. «El avión se quemó con celeridad a causa del fuerte viento y, ya convencidos de que estaba ardiendo bien, se dispusieron a abandonar el lugar. Frecuentemente el silencio de las montañas era interrumpido por el estruendo lejano de las avalanchas y pensaron que era demasiado arriesgado quedarse por más tiempo», se puede leer en ¡Viven!
Con el paso del tiempo, el lugar se ha convertido en punto de peregrinación para los familiares de los pasajeros de aquel fatídico vuelo y también para los propios «sobrevivientes», que es como se les denomina en Uruguay. Así, el padre del superviviente Nando Parrado, cuya mujer y cuya hija murieron en el accidente, ha visitado la zona 17 veces. En siete ocasiones ha estado en ella Álvaro Mangino, otro de los que sortearon la muerte, y en una de esas ocasiones su hijo encontró el platito en el que su padre cortaba carne (humana), que aún conservaba su nombre («Álvaro») escrito con un hueso. En marzo de 2006, familias de los pasajeros del FH-227 instalaron muy cerca de la cruz un obelisco de color negro en el lugar del accidente en memoria de los que fallecieron y de los que se salvaron.
Además, especialistas en la tragedia y curiosos varios nos han ido informando, a lo largo de los años, de la evolución de aquel paraje recóndito. En You Tube podemos ver un vídeo en el que un grupo de personas, aprovechando un tiempo muy favorable, realizan una «ruta de trekking» para visitar «los restos del avión uruguayo». Vemos la fosa común con la cruz —donde hay depositadas desde lápidas recordando a los fallecidos allí enterrados hasta camisetas de fútbol—, el monolito oscuro y todo tipo de desperdicios, desde una ventana del Fairchild hasta una de las alas del avión siniestrado.