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Una escena de la película de Bayona en la que se ve a los supervivientes en el interior del fuselaje del avión siniestrado

Una escena de la película de Bayona en la que se ve a los supervivientes en el interior del fuselaje del aviónNetflix

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El rosario que hizo más fuerte a ‘La sociedad de la nieve’

Los supervivientes, en su mayoría muy devotos, rezaban todas las noches que pasaron perdidos en los Andes

El Colegio Stella Maris es un centro privado católico ubicado en el barrio de Carrasco. Los dos pilares del centro fueron y son la religión y el deporte, y por ello en su seno nació el equipo de rugby Old Christians Club, que fue el que se accidentó en los Andes en 1972, suceso recreado por la película La sociedad de la nieve, el gran éxito de Netflix en las últimas semanas.

La religión fue uno de los pilares de la supervivencia de los ya míticos 16, los que regresaron con vida de aquel calvario. «La otra rutina que surtía un claro efecto positivo en la mayoría era el rosario que dirigía Carlitos», cuenta Pablo Vierci en La sociedad de la nieve, el magnífico libro en que se basa la película de Bayona. Carlitos es Carlos Pérez, y el rosario cuyas cuentas movía en los Andes había sido un regalo de su madre. «Lo primero que rompía el silencio de la noche era el tintineo de las cuentas de vidrio, seguido por el murmullo de los misterios. El rosario iba pasando de mano en mano y si cada uno murmuraba, quería decir que estaba despierto. Cuando permanecía callado, el que estaba a su lado lo tocaba para ver si estaba dormido o se había muerto», relata el escritor. Y así estuvieron 72 días, los que tardaron en ser rescatados.

El que volvió a la rueda

A las diecisiete jornadas, un alud mató a ocho personas dentro del fuselaje. Los vivos quedaron enterrados por el aluvión de nieve. En la segunda noche en esas terribles condiciones, Adolfo Strauch, uno de los 16 que finalmente vivieron, no quiso participar en la ronda del rosairo. «Adolfo no quería saber más nada con la religión y las demandas jamás cumplidas a Dios y a la Virgen, pero descubrió que cuando se alejaba del rosario, en rigor se alejaba del grupo», relata Vierci. Al tercer día, Caros Páez le lanzó el rosario: «Adolfó lo agarró en el aire y entró de vuelta en la ronda».

Otra noche, un fuerte golpe en el fuselaje los sobresaltó. Pensaron que podía ser una avalancha que arrastraría los restos del avión por la pendiente. Así que comenzaron a rezar un rosario, a modo de conjuro. «Cuando Javier Methol terminó el último misterio, cesó el viento, volvió a reinar la calma, y todos entraron en el sopor del sueño, seguros de que el rosario los había salvado esa vez», relata el autor de La sociedad de la nieve.

En aquellos días de 1972, no solo rezaban los accidentados. En Montevideo, la madre de Carlos Páez, la que le había regalado el tan socorrido rosario, rezaba también, y no una oración cualquiera, sino una «que hablaba, increíblemente, del lugar donde nos encontrábamos», cuenta Páez en el libro en el que se basa la película. Es Salve a la Virgen: «Dios te salve, reina y madre (…) a ti suspiramos, llorando y gimiendo en este valle de lágrimas». Valle de las Lágrimas se llama el lugar donde cayó el fuselaje, en cuyo interior sonaba, cada noche, esta misma oración como parte del rosario.

El día en que Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Tintín Vizintín decidieron emprender la marcha por las montañas que los acabaría salvando a todos, el primero de ellos dio marcha atrás cuando se había alejado apenas unos metros. Se acercó a Carlos Páez y le dijo: «Carlitos, quiero darle un beso a la cruz de tu rosario». Así lo hizo. Diez días después, la caminata acabó con éxito.

La «eucaristía»

Para llegar a ese momento, tuvieron que pasar muchas penalidades y superar numerosos prejuicios. El principal, comer carne humana. «Uno de los argumentos que se usó para persuadaudir a algunos de los reacios a comer la carne de los cuerpos muertos fue la comparación con la eucaristía. En la eucaristía católica, el cuerpo de Cristo se concierte en pan y comemos el pan. Es una analogía que ayudó a los que dudaban comer carne humana», apunta Piers Paul Read, autor del libro ¡Viven! en el documental Estoy vivo. La tragedia de los Andes, de Canal Historia. «Creo que les ayudó que, cuando estaban en Chile [tras ser rescatados] llegó un sacerdote y les dijo: ‘Hicisteis lo correcto’. Y después de eso, la Iglesia católica dijo que habían hecho lo correcto», añade este escritor.

«Desde el punto de vista religioso, no era ningún pecado. Entendía que un cuerpo que estaban ahí, antes de que se lo coman los gusanos o se descomponga, podía ser utilizado por nosotros. No me afectó para nada ni me afecta ahora», afirma Gustavo Zerbino, otro de los supervivientes, en el citado documental.

«Nuestra historia se describe a veces como canibalismo, lo que para mí es un error. Canibalismo es matar para comer. En nuestro caso, el término adecuado es antropofagia. Es solo una cuestión de terminología», aclara a continuación Nando Parrado.

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