La corrección política no va con Melvin Udall, el arisco personaje magistralmente compuesto por Jack Nicholson en Mejor imposible. El escritor que interpreta sufre un acusado trastorno obsesivo compulsivo que le lleva, entre otras cosas, a no pisar las líneas cuando camina por la calle; a estrenar una pastilla de jabón cada vez que se dispone a lavarse las manos (con el agua hirviendo); y a utilizar cubiertos de plástico cada vez que acude a la misma cafetería –que es a diario–, se sienta en la misma mesa –también a diario– y habla con la misma camarera, Carol (Helen Hunt), la única persona y uno de los dos únicos seres vivos (el otro, y sólo después de mucho esfuerzo, es el perro de su vecino) con la dosis de paciencia necesaria para aguantar a alguien como Melvin Udall que llama «elefanta» a una camarera (una que no es Carol) y desafía al responsable de la cafetería que, lógicamente, le echa del local. «Mire, no soy un capullo. Usted, sí, no le culpo...», suelta Melvin. Jack Nicholson y Helen Hunt ganaron el Oscar al mejor actor y a la mejor actriz por esta deliciosa película que uno no se cansa de ver. No es un cumplido, como el que Carol le pide a Melvin. En ese momento, no hay pastilla de jabón sin estrenar que elimine los sudores que le entran a Melvin.