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Cine

Penélope Cruz, sobre su personaje en la película ´Ferrari´: «En Italia solo nos decían que era una loca»

La actriz se ha quedado a las puertas de su quinta nominación al Oscar por su interpretación de la mujer de Enzo Ferrari

Penélope Cruz se quedó finalmente sin sumar una nueva nominación al Oscar por su interpretación de la esposa de Enzo Ferrari en el biopic Ferrari, de Michael Mann. La actriz madrileña ha defendido en una entrevista con EFE a su doliente personaje porque fue «una mujer muy deprimida, que pasó por desgracias terribles». «No había compasión por ella», explica la actriz madrileña, con motivo del estreno de la cinta en salas españolas el próximo viernes, 9 de febrero. «Le preguntábamos a gente en Módena (su pueblo y el de su marido) sobre ella y sólo nos decían que era una malhumorada, una loca, una tía muy complicada, pero yo creo que fue una mujer muy deprimida, que pasó por desgracias terribles».

Penélope Cruz, única actriz española con un Oscar, promociona estos días en Madrid el estreno de Ferrari, el filme dirigido por Michael Mann, sobre el empresario y creador de una de las escuderías más famosas de coches de Fórmula Uno y automóviles de lujo, que protagoniza, en un papel que estuvo a punto de catapultarla a su quinta nominación a los premios de Hollywood.

Protagonizada por Adam Driver como Enzo Ferrari –espectacular su transformación física–, Penélope Cruz es su esposa Laura Garello, una mujer amargada desde la temprana muerte de su hijo Dino, a la que Mann muestra en uno de los momentos más difíciles de su vida, cuando descubre que su marido tiene otra familia, otra mujer, Lina Lardi (Shailenne Woodley), y, lo que es peor, otro hijo: un niño llamado Piero.

Cruz hace un retrato impecable de esa mujer dolorida, que mantiene mano de hierro como administradora del negocio que montó a medias con su esposo, a quien todo el mundo se dirigía como Il Comemendatore.

«Lo hablamos mucho con Michael (Mann), Laura es una mujer que sufre cada minuto de cada día porque nunca va a recuperar a su hijo. Le ha pasado la desgracia más grande que le puede pasar a alguien y a la vez es lo que les une como pareja de por vida, porque nadie puede entender ese dolor que sienten esos padres», afirma la actriz.

Y aunque él crea otra familia, «y todo el mundo lo sabe menos ella, y hay mucha traición a su alrededor, creo que la única motivación que tiene cada día para levantarse es su empresa, ir a la fábrica -señala Cruz-, pagar ella a los empleados, controlar las cuentas y saber que tiene algo que hacer, más allá de cocinar; pasa mucho tiempo sola y, de alguna manera, es su única ilusión».

Penélope Cruz opina que ella tendría «muchas más» ilusiones si no fuera «por el grupo tan machista que le rodea. En cualquier lugar encontraríamos veinte casos como el suyo, aquí mismo también, y porque ella representa a tantas mujeres de ese momento, -y de ahora, porque queda mucho por resolver, reflexiona Cruz-, era muy importante para Michael y para mi darle una voz».

La película narra un periodo decisivo en la vida de Ferrari y en su negocio, un corto periodo de tiempo, el verano de 1957, que termina con el accidente sufrido por la escudería en la Mille Miglia de aquel año, que le costó la vida a su piloto recién contratado, el español Alfonso de Portago, al copiloto Edmon Nelson, y a 14 espectadores.

Uno de los valores de esta película es, precisamente, la recreación fidedigna de aquellas carreras y de los fascinantes prototipos en los que se jugaban la vida los corredores; la pelea entre Maserati y Ferrari y cómo cada progreso técnico o fichaje era tratado como si fuera un secreto de estado.

Mann engancha al espectador desde la primera secuencia, con la recreación en blanco y negro de los entrenamientos y las carreras de los años cuarenta y cincuenta, para después resaltar los momentos decisivos de este biopic con una ambientación muy cuidada, tanto en los lugares emblemáticos de la vida del constructor -su pueblo, o la mítica competición de las Mil Millas-, al vestuario.

«Ya no me podía creer (estar entre las posibles 'oscarizables'), es que no me esperaba para nada. Es que lo de esperar estas cosas...», dice abriendo mucho sus ojos y ahuyentando el pensamiento con la mano delante de su impecable Chanel de cuadritos vichy en blanco y negro y tocada con una favorecedora gorra rosa, a juego con sus botas.

Pero a los que sí tienen opciones, J.A. Bayona y Pablo Berger, «que son maravillosos», les desea «toda la suerte».