'Priscilla': Una película lánguida sobre una relación más lánguida aún

En 1959 Priscilla Beaulieu (Cailee Spaeny) era una niña americana de 14 años que vivía en Alemania con su madre y su padrastro, militar destinado en Europa. En aquel momento, el famoso cantante Elvis Presley (Jacob Elordi), con 24 años, cumplía el servicio militar también en Alemania. Y un día un soldado le ofrece a Priscilla conocer a Elvis en una fiesta. Una Priscilla deslumbrada se rinde ante el atractivo del rey del rock, que también parece encapricharse de esa atractiva niña. Bajo la tutela y mirada atenta del padrastro de Priscilla y del padre de Elvis, comienzan una relación que ocho años después, en 1967, culminaría en una boda. Y ahí empezó la historia de un matrimonio que duró menos que el noviazgo.

En línea con los tiempos que corren, la película nos ofrece el retrato de una mujer que vive a la sombra de un hombre, una mujer sometida a los caprichos y estados anímicos de un novio y después marido entregado a las esclavitudes de la fama y para el que parece que Priscilla es una cosa más entre las muchas que conforman su vida.

De todas formas, Sofia Coppola no nos muestra a un Elvis desagradable y despótico; más bien un hombre inestable, que abusa de las pastillas y del LSD, pero que a la vez respeta la minoría de edad de Priscilla y que le niega las relaciones sexuales que ella desea.

La directora Sofia Coppola ha indagado en el mundo de la feminidad en muchas de sus películas. Pero a pesar de su interesante personalidad, rara vez ha firmado una cinta inolvidable. Probablemente Lost in translation (2003) y Las vírgenes suicidas (1999) están entre sus mejores títulos, seguidos de la más discutida Maria Antonieta (2006).

En el caso de Priscilla, Sofia Coppola ha hecho una película sin alma. El famoso crítico André Bazin decía que las películas son como mayonesas. Con los mismos ingredientes, unas cuajan y otras no. Priscilla es una mayonesa cortada. Cuenta con unos ingredientes estupendos, fundamentalmente los actores Cailee Spaeny y Jacob Elordi. Los aspectos técnicos son impecables. Pero nada en la película consigue atrapar al espectador, nada resulta realmente emocionante. ¿De dónde viene esa frialdad? Seguramente de un guion demasiado plano basado en las memorias de Priscilla Presley, y de una puesta en escena excesivamente distante, exageradamente discreta. Aplaudo la intención de Coppola de huir del melodrama facilón, pero se va al otro extremo haciendo que surja en el espectador la pregunta de para qué se ha hecho esta película.

La mayor parte de la cinta se centra en el noviazgo, y resulta repetitiva y algo anodina, como si la película se contagiase de la timidez de la protagonista, y sin embargo, de la boda al divorcio pasando por el nacimiento de Lisa, se ventila precipitadamente al final del largometraje.

En resumen, como película se deja ver, incluso con agrado en ciertos momentos, pero en general resulta plana y un poco aburrida. Como reflexión feminista es moderada y matizada, pero no aporta gran cosa. Lo mejor, los actores. La cantante Cailee Spaeny, que en realidad tiene 27 años, parece perfectamente una chica de 14 años. Y hace muy bien su papel de joven tímida superada por las circunstancias. Elordi, curiosamente más joven que ella, es el actor de moda entre los adolescentes, sobre todo tras sus turbios personajes en Euphoria y Saltburn. Pero aquí da la sensación de que ofrece menos energía de la que Elvis debía desprender. Por cierto, se echa de menos alguna actuación musical del cantante, al que solo vemos tocar el piano en alguna reunión doméstica.