‘Batalla de restaurantes’
Chicote sobrevive entre langostas y víboras
El chef acudió a Menorca en busca de la mejor caldereta y acabó envuelto en una guerra culinaria
«Muchas veces me va más rápida la lengua que la cabeza», admitió en su presentación Ñin Jiménez, copropietaria y jefe de sala del restaurante El Muelle Asador. Lengua afilada tiene esta mujer, gran protagonista del tercer episodio de Batalla de restaurantes, en el que Chicote sobrevivió a langostas y víboras.
Caldereta de langosta. Es fue el plato en torno al que giró el reto culinario entre cuatro restaurantes de Menorca. Uno de estos locales fue Sa Fonda de Fornells, del que Jordi Pons es propietario y gerente. «Defendemos la cocina menorquina, la de las abuelas», se presentó este hombre, que cuando viaja no va a museos sino a locales de restauración. Presumió de que que en su negocio se creó la caldereta de langosta, así que en teoría partía como favorito. El restaurante Miramar, del que es gerente y propietario Diego Merino; La viajera, del que es dueña Verónica Bel; y el ya citado El Muelle Asador, en el que el cocinero es el marido de Ñin, completaron el elenco. La batalla entre estos cuatro hizo honor a su nombre. «Persona con malas intenciones» es una de las acepciones de víbora. Enseguida se vio que esta definición encajaba con lo que vimos a continuación. Había 10.000 euros y el prestigio en juego.
Primera parada
La primera parada se hizo en La Viajera. Ñin detectó en una cámara frigorífica unos boquerones congelados y convirtió este detalla en motivo de escarnio, e insinuó que quizá se habían empleado «polvitos» para potenciar el sabor de la caldereta, que Diego consideró que estaba «muy alta de sabor». Sus tres rivales la puntuaron con un 5,7.
El Muelle Asador sorprendió a los comensales con sus paredes recubiertas por corchos. «¿Es de buey buey?», se interesó Diego por el entrecot. «A mí me lo venden por buey», contestó el cocinero. Pero la realidad es que no lo era. Jordi detectó en la bechamel de las alcachofas cierto «sabor a limón» y esa observación le valió un «gilipollas» de Ñin (dicho entre bambalinas, en la cocina, eso sí). «Está pasada y tiene arena», se quejó Jordi del plato estrella. «La veo aguada», dijo de la caldereta de marras Verónica. La reacción de Ñin ante aquella avalancha de críticas no fue precisamente la autocrítica: «No tienen ni pu… idea». Le dieron un 5,3.
Dolida, la jefe de sala del restaurante El Muelle Asador llegó a Miramar con el cuchillo entre los dientes. «La fachada está muy fea». «El mobiliario es feo». «Los centros de flores son horrorosos». «El mobiliario, muy viejo, muy gastado». Todos los entrecomillados llevan su firma. Insinuó también que Diego había cambiado la carta para recibir a Chicote, lo que era falso. Ñin pidió entonces algo a lo que el resto dieron su aprobación: cambiar la puntuación de La Viajera. Un 5,8 fue su nota.
Fin de la ruta
La ruta acabó en Sa Fonda, local en el que sacó toda su mala leche Diego, que detectó en una pecera una langosta muerta («le han comido el ojo») y profetizó un apocalipsis culinario: «Como no sé de cuenta, se contamina el agua y todo para tirar». Lo de avisar a Jordi no se le pasó por la cabeza (al menos en ese momento), que para eso estaba en medio de una batalla. Después detectó unos «churretes» en un plato, y se lo chivó enseguida a Chicote. «La caldereta sabe a tomate», se quejó Ñin. Fue puntuado con un 6,1.
Llegó después la hora de las valoraciones. Jordi se enteró de que Ñin había puntuado con un 2 su caldereta: «Me daría vergüenza», le dijo a la cara a la exigente mujer. Diego suspendió con un 4 al servicio: «Dime la verdad, que me has ido a jod… y punto», reaccionó en este caso.
El ganador
Trascendió después cómo Ñin había variado las puntuaciones de La Viajera. El espacio pasó del 8 al 7. La comida, del 5 al 2. La caldereta, del 6 a 4. El servico, de un 9 a un 6. «Puntué sobre mi gusto», se justificó. «Pues no tienes gusto», replicó Jordi, que salió en defensa del negocio de Verónica. Para acabar de cabrearlos a todos, a continuación trascendió que Ñin le había endosado un 3 a la comida del Miramar.
Tras las puntuaciones, la conclusión de Jordi fue tajante: «Hay dos profesionales en la mesa. Alberto, uno eres tú». «Son restauradores, pero no son profesionales», señaló a sus rivales. Pese a su cabreo, acabó con una sonrisa. Fue el mejor puntuado por sus compañeros, y también por Chicote, lo que lo convirtió en ganador del reto.