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Reina roja ya está disponible en Amazon PrimeAmazon Prime Vídeo

Crítica de series

'Reina roja' y la baraja de las expectativas

Una hipótesis para explicar esta brecha: la dificultad para empatizar con la protagonista

En esta época de sobreabundancia seriéfila, el mayor problema de Reina roja son las expectativas. En la ocurrente presentación de los dos protagonistas calibramos, con socarronería, la baja forma física de uno mientras contemplamos, con fascinación, la inventiva suicida de otro. Subir y bajar como metáfora: la rapidez de un fogonazo genial frente al pasmo metódico de un medianías. Einstein y su San Bernardo. Como declaración de principios –y toda secuencia de apertura lo es–, ahí late un aroma sofisticado tanto temática como estéticamente.

Es una esmerada línea que Koldo Serra, el director de los primeros episodios, extiende al momento más «sangriento» (las comillas son necesarias) del piloto. Es casi imposible no evocar ahí la imaginería del Hannibal de Bryan Fuller, una de las propuestas más insólitas e hipnóticas de la televisión contemporánea. Y aquí es cuando llega la adversativa que se agazapaba tras la primera frase de esta crítica: el «pero» adquiere los contornos de una tortilla de patatas a mediados de la temporada. Por supuesto, se trata solo de un detalle, pero nos sirve como síntoma para explicar la dificultad de Reina roja para asentar su tono. Porque la traducción visual que la inteligente Amaya Muruzábal hace del best-seller de Juan Gómez Jurado no termina de cuajar por su modulación.

Reina roja es un thriller palomitero con sus persecuciones en coche

Como bien explicaba el académico Jason Mittell en su ya clásico Complex TV: The Poetics of Contemporary Television Storytelling, todo primer capítulo de una serie cumple esencialmente una doble función: establecer las coordenadas de un mundo narrativo y ofrecer al espectador un manual de instrucciones para decodificar los mecanismos del relato. En esta nueva propuesta de Amazon Prime la propuesta inicial se entrecorta durante el resto de episodios, lo que provoca que se tambalee el pacto de lectura. Quizá porque la propuesta incluye, en su sana ambición, demasiadas derivadas: Reina roja es un thriller palomitero con sus persecuciones en coche y sus giros de guion despampanantes, contiene ecos de buddy-movie que buscan ensanchar –a veces, a través del humor– el contraste psicológico entre Antonia y Jon, y hasta coquetea con la retórica conspirativa del experimento secreto, con sus batas blancas, sus siniestras inyecciones y sus altas esferas en la sombra.

Esta congestionada peripecia se adereza con citas bíblicas para emboscar el mal, conversaciones en cautiverio If, parejas en coma, monos de pesadilla, zapateados flamencos, saludos en euskera, filtros rojos, dilemas para superdotados, paternidades cuestionables y muchas marionetas que no saben quiénes manejan sus destinos. Sobre el papel, todos estos elementos deberían ensanchar el alcance narrativo, dramático y estético de Reina roja. Y, sin embargo, el hilo que los cose no termina de amarrarlos bien.

Una hipótesis para explicar esta brecha: la dificultad para empatizar con la protagonista. Los esfuerzos creativos para exhibir la maldición de su inteligencia nos distancian; es posible que una identificación más puramente emocional con Antonia Scott nos permitiera entrar de lleno en la historia, olvidándonos de los flecos. Como contraparte, es el detective Jon quien ofrece un punto de entrada más reconocible, más cálido, más humano (¡la tortilla!), aunque igual de contradictorio que Antonia. Y, sin embargo, tampoco termina de ganarse al espectador.

Vicky Luengo y Hovik Keuchkerian son los protagonistas de la serieAmazon Prime Vídeo

Llegaría, pues, una segunda hipótesis para aventurar por qué Reina roja se queda a medio camino: las interpretaciones. Tanto Vicky Luengo como Hovik Keuchkerian, los protagonistas de un elenco generoso en talento, han demostrado sobradamente su capacidad actoral. Sin ir más lejos, ambos compartían pantalla en la magnífica Antidisturbios. De hecho, se pueden tirar cabos entre las series: la primera encarnaba allí a un personaje cuya tenacidad y frialdad le generaban problemas de adaptación, mientras que el segundo también ostentaba en la propuesta de Peña y Sorogoyen esa humanidad atormentada y en perpetua batalla con su arriesgada profesión. Esta vez, a ambos actores les falta en Reina roja ese punto de autenticidad, de frescura, de credibilidad que haga entrañables las coñas y el cinismo (Keuchkerian) o transmita el fuego interno que abrasa a la especulativa Antonia (Luengo).

Ya sea por la escritura o por la ejecución de la puesta en escena, hay un glitch en Reina roja. A partir del próximo jueves 29 de febrero le toca el turno al gran público para gestionar las expectativas y elegir a qué carta quedarse.