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Bustamante y Espinosa, en la capilla de San Vicente de la Barquera

Bustamante y Espinosa, en la capilla de San Vicente de la BarqueraLa Sexta

'El camino a casa'

La fe de Bustamante: «Yo en la Virgen de la Barquera creo, porque me lo ha demostrado»

El cantante habla de su frustrada vocación como futbolista: «Pensaba que iba a ser Cristiano Ronaldo»

De la mano de Albert Espinosa, David Bustamante volvió a su pueblo, San Vicente de la Barquera, famoso desde que en 2001 fue tercero en el primer Operación Triunfo.

La primera parada fue en su antiguo instituto: «Aquí vine como estudante y como albañil. Toda la fachada, la ampliación que se hizo, la armé yo a ladrillo visto», detalló. Con 14 años, tras tres intentos por superar tercero de la ESO, empezó a trabajar en el andamio. Con su primer sueldo, 80.000 pesetas, le compró a su madre una pulsera de 95.000 (tiempo después, se enteró de que ella la cambió por una más barata y metió el dinero restante en la cuenta bancaria de su hijo).

Sus profesores ya veían que aquel chaval no servía para estudiar, pero tenía dos vocaciones: el fútbol y la música.

Jugó cinco años en el Atlético Perinés, llegó a la selección cántabra y a ser preseleccionado por España sub-17. «Era mediapunta, con el 10 a la espalda. Tenía un uno contra uno brutal», presumió. «Yo pensaba que iba a ser futbolista profesional. Porque destacaba. Tuve mis primeras entrevistas. Salía en los periódicos. Fui capitán de la selección cántabra. Hice grandes campeonatos. Premios como mejor jugador. Pensaba que iba a ser Cristiano Ronaldo».

En cuanto a su amor por la música, nació con una temprana pasión por Luis Miguel y después la cultivó: «Clases de canto, solfeo, piano, guitarra, empecé a hacer mis primeros cociertos, a tocar en una rondalla. Vi lo que generaba en la gente y ahí ya me fui enganchando en la música y perdiendo un poco la ilusión con el futbol. Ahí ya lo tuve claro». Le ofrecieron entrar en orquestas, pero por consejo de su madre dio largas. Hasta que llegó lo de Operación Triunfo. Ese era su tren. Y se subió a él.

Bustamante y Espinosa, en el interior de la capilla de San Vicente de la Barquera

Bustamante y Espinosa, en el interior de la capilla de San Vicente de la BarqueraLa Sexta

La penúltima parada —la última fue su casa— fue en la capilla de su pueblo: «Mi patrona, mi querídisima Virgen de la Barquera. Con solo 16 años fue uno de los más jóvenes en llevarla a hombros, «cuando las santas no estaban aligeradas, pesaba 800 kilos, tocábamos a 100 por persona». «Antes de ir a cualquier lado a conseguir algo, vengo, le hablo y le pido, y todo se me va concediendo». ¿Qué le pide? «Sobre todo que cuide de los míos, de mi gente». «Y siempre vengo a agradecerle. No solo hay que pedir, hay que agradecer», remarcó. «Me escuchó mucho», dice sobre su patrona. «Sin ser una persona excesivamente religisosa, yo en la Virgen de la Barquera creo, porque a mí me lo ha demostrado». Esto es lo que pide en los últimos tiempos: «Que nos deje como estamos, que no es poco».

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