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How To Have Sex y Hotel Royale, ya se encuentran disponibles en cinesEl Debate

Crítica de cine

'How to have sex' y 'Hotel Royal', dos películas convergentes

Dos propuestas que ponen el foco sobre algunos de los tabús más dolorosos de nuestra cultura del pensamiento único

La vida pasa facturas. A nivel personal y social. Y a nivel histórico. Pero rara vez se aprenden las lecciones. Ya lo dice el sabio refrán: «El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra». Cuando en mayo del 68 se proclamó el amor libre, se condenaron las relaciones de pareja tradicionales como una subyugación burguesa, y se lanzó por la borda cualquier referente de autoridad moral, se abrieron las puertas a muchas experiencias y situaciones nuevas, muchas de las cuales han evolucionado negativamente hasta convertirse en verdaderas lacras sociales y tragedias personales.

En aquellos años se extendió como una plaga el consumo de drogas, dejando su huella mortal en varias generaciones. La promiscuidad sexual generalizada dio a luz, por un lado, una muchedumbre de hijos perplejos, y por otro, un incremento notable del negocio del aborto. Medio siglo después la situación ha adquirido nuevas formas pero no ha mejorado sustancialmente. Lo que sí es nuevo es que cada vez hay más personas y colectivos que se han hecho conscientes del profundo engaño que escondían las utopías sesentayochistas. Aquellas promesas de libertad y felicidad han demostrado históricamente ser un fiasco. Los jóvenes de hoy son mucho más infelices que los de entonces. El cine y las series llevan unos años constatando la debacle de una generación joven sin ideales a la que han robado un sentido fiable para la vida. Es el caso, por ejemplo, de la serie Euphoria.

Este fin de semana se estrenan dos películas que hacen cuentas de alguna manera con cierta cultura juvenil que hace del alcohol y del sexo unos ingredientes inocuos y obligados de la vida cotidiana. En la británica How to have sex se nos cuenta la historia de tres amigas que se van de vacaciones a Grecia antes de entrar en la universidad. Si es que entran, porque aún no se han publicado sus calificaciones. Su programa vacacional es muy sencillo: fiestas y alcohol permanentemente para conseguir llevarse al catre a algún maromo de buen ver. La protagonista, Tara (Mia McKenna-Bruce), es virgen, y su plan de acostarse con un chico es más producto de la presión ambiental que de un deseo real.

Cuando lo consigue, además de sentirse utilizada y tratada mal, se genera en ella una tristeza y un vacío insoportables. Porque, además, el chico que la lleva al huerto, Paddy, no es el que realmente se había relacionado con ella hasta ahora con más respeto y afecto, Badger, sino el más mezquino y manipulador. Aunque la joven directora Molly Manning Walker ha querido hacer una película sobre el consentimiento en las relaciones sexuales –ella fue abusada con 16 años– ha ido mucho más allá. En una entrevista concedida en el Festival de Cannes, la directora habló de lo triste que es vivir la virginidad como algo que hay que perder cuanto antes, y declaró que más triste aun es vivir pensando a todas horas en cómo tener sexo.

La segunda película, Hotel Royal, de la directora australiana Kitty Green, nos habla de dos amigas, Hanna (Julia Garner) y Liv, que viajan a Australia para divertirse y ganar dinero. Por cuestiones de mala organización y poco presupuesto acaban en un hostal en una zona desértica, cuyo único lugar de solaz y diversión para los lugareños es el bar del propio hostal. Allí ellas se verán envueltas en un ambiente humano y social definido por el alcohol con todas sus consecuencias. Trabajan de camareras en dicho bar, siendo objeto de todo tipo de humillaciones y situaciones inquietantes. Hanna, al igual que la Tara del anterior filme, no se ve capaz de asimilar una forma de vida que va contra su propia naturaleza.

En fin, dos películas que, en clave femenina y feminista, ponen el foco sobre algunos de los tabús más dolorosos de nuestra cultura del pensamiento único.