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Zendaya, protagonista de Rivales, que se estrena este viernes 26 de abril en los cinesWarner Bros.

Crítica de cine

'Rivales': sexo, mentiras y bolas de tenis

La nueva película de Luca Guadagnino (Call Me By Your Name), protagonizada por Zendaya, funciona de forma desigual

La última película protagonizada por Zendaya Coleman vuelve a ser la favorita del público adolescente. Y el italiano Luca Guadagnino, uno de los directores más posmodernos del panorama actual, sabe qué lenguaje cinematográfico usar para llegar a los jóvenes. La premisa dramática argumental es muy sencilla: ¿Qué ocurre cuándo dos amigos muy amigos se enamoran de la misma chica? Para desarrollar esta cuestión, el debutante guionista Justin Kuritzkes envuelve la historia en el mundo del tenis. Art Donaldson (Mike Faist) y Patrick Zweig (Josh O'Connor) son dos tenistas de liga universitaria que se quedan prendados de otra tenista que acaba de ganar la liga femenina, Tashi (Zendaya).

Aunque la vida avanza y ellos van tomando sus decisiones sentimentales, lo cierto es que en ninguno llega a apagarse nunca la atracción por ella; tampoco en Tashi parecen estar las cosas del todo claras con el paso de los años. Esas ambigüedades harán crisis el día que Art y Patrick se enfrenten en la final de un torneo que para el perdedor supondrá echar el telón a su carrera. Pero además, para complicar más las cosas, Tashi es la entrenadora de uno de ellos.

A pesar de que la cinta nos brinda muchas escenas de buen tenis, la película no deja de ser un culebrón. Y como decíamos antes, muy posmoderno. Los personajes confunden siempre el amor, la pasión y el atractivo sexual, y por ello son siempre esclavos de sus sentimientos inmediatos y periféricos. Creen que sentir atracción sexual por alguien es la prueba de que hay amor. Y a esa confusión afectiva se añaden cuestiones como la competitividad, que llena de pretensiones a unos personajes sobre otros. Los tres personajes están atravesados de una crónica inmadurez que se trasluce en su falta de certezas respecto a su presente y a su futuro.

El resultado lo podríamos llamar thriller romántico, y aunque funciona de forma desigual, podía haber sido más exigente en la construcción de personajes y conflictos. Pero entonces ya no sería posmoderna. Por ello no hay grandes moralejas ni hondas conclusiones. El final del film es un homenaje a la amistad y al amor, un homenaje tan frágil como improbable. La puesta en escena también busca ser de vanguardia, con un uso desconcertante de la música creada por el reconocido tándem formado por Atticus Ross y Trent Reznor. También el empleo de las imágenes ralentizadas o los planos subjetivos en los partidos de tenis pueden llamar mucho la atención. A mí personalmente me sobran, pero probablemente se trate de una cuestión generacional.

De la interpretación de los actores destaca Josh O'Connor, que en los cines españoles se hace la competencia a sí mismo con la interesante película La quimera. Zendaya es buena siempre, pero obviamente, su trabajo está por debajo de su asombrosa aportación a la serie Euphoria. La película se ve con facilidad, y entretiene, pero se olvida con la misma facilidad. Hay que advertir que no es una cinta para ver con los más pequeños, pues nos ofrece algunas escenas no aptas para ellos.