Paul Auster y el cine: mucho más que la triunfal ‘Smoke’
El escritor dirigió tres películas. Solo una de sus novelas, La música del azar, se llevó a la gran pantalla, si bien Reixa negoció coproducir la adaptación de El país de las últimas cosas
Ponía algunas objeciones al séptimo arte, principalmente su bimensionalidad («son imágenes planas proyectadas sobre una pared, un simulacro de realidad») y el hecho de que las películas se tienden a ver «pasivamente» mientras que en un libro «tienes que implicarte activamente» y «usar la imaginación». Pero más allá de estas consideraciones, Paul Auster fue primero un gran cinéfilo —en su libro autobiográfico Informe del interior habla sobre los filmes que más le impactaron en la infancia, empezando por La guerra de los mundos, y, ya de adulto, sus cineastas más admirados fueron Yasujiro Ozu (tenía devoción por Cuentos de Tokio), Satyajit Ray (le fascinaba El mundo según Apu), Jean Renoir y Robert Bresson—, después un estupendo guionista y, por último, un irregular director.
‘Smoke’ y ‘Blue in the Face’
El día de Navidad de 1990, The New York Times publicó El cuento de Navidad de Auggie Wren, obra del vecino más ilustre de Brooklyn, Paul Auster. Al final de esa jornada, en un momento muy austeriano, el cineasta estadounidense de origen chino Wayne Wang compró en un quiosco de San Francisco el último ejemplar que quedaba de ese diario. Leyó el cuento, pasando del llanto a la risa, y vicerversa. Al acabar, se hizo una pregunta: «¿Quién es Paul Auster?». Pensó que esa pequeña pieza —el primer cuento de su autor, pero eso entonces no lo sabía— era un magnífico punto de partida para una película. Tuvo ocasión de decírselo en persona cinco meses después. El escritor conocía la obra de Wayne Wang (admiraba su filme Dim Sum: A Little Bit of Heart) pero en ese momento se encontraba escribiendo su novela Leviatán y ponerse con un guión, como le propuso el director, le daba pereza.
Las circunstancias cambiaron unos meses más tarde, después de que Wang se moviese con éxito en la búsqueda de financiación. Así que cuando finalizó Leviatán a finales de 1991, Auster se puso a escribir Smoke. Acabó un primer borrador, pero surgieron problemas con la financiación, así que el autor se sumergió en la escritura de su siguiente novela, la que después títularía Mr. Vértigo. Pero más adelante retomó el guión, del que realizó nuevas versiones. La cuarta es la que leyó el maestro Robert Altman, que detectó que la trama perdía interés pasada la mitad del texto. El escritor atendió el consejo del director de la muy coral —como Smoke— Vidas cruzadas (1993) y la reescribió de nuevo.
El rodaje de Smoke finalizó en diciembre de 1994, «tras muchas vueltas y revueltas y muchos altibajos económicos, emocionales y creativos», cuenta Wayne Wang en el prólogo del libro publicado por Anagrama que reúne el guión de esta película y el de Blue in the Face.
Auster participó en buena parte del proceso creativo. Estuvo en el casting. Creó completas biografías de los personajes —incluyendo sus gustos musicales y gastronómicos— que entregó a los actores. Se metió en la sala de montaje, donde comprobó que el guión que había escrito y que se había rodado era muy largo. En el rodaje se prodigó menos, porque entendió que ese era el territorio de Wang.
La película gira entorno a un estanco neoyorquino regentado por Auggie Wren, interpretado magníficamente por Harvey Keitel. Es una «comedia dramática» (Auster dixit) con un reparto magnífico (William Hurt, Ashley Judd, Giancarlo Esposito, Stockard Channing, Forest Whitaker…) que se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Berlín.
La escena más recordada es aquella en la que el estanquero protagonista muestra al escritor Paul Benjamin (William Hurt) un curioso álbum fotográfico: todos los días toma una imagen a la misma hora —siete en punto de la mañana— desde el mismo ángulo. Sin embargo, la favorita de Auster era la última, en la que Auggie Wren narra el cuento de navidad que originó la película.
Durante los primeros ensayos de Smoke, Wang y Auster se rieron mucho con las improvisaciones de los actores. Ahí surgió la idea de realizar una película barata sin haber ensayado antes y sin guión. Se tituló Blue in the Face (1995) y se rodó en seis días en el estanco de Smoke. Los actores (Keytel, Esposito, Mira Sorvino, Lou Reed, Madonna, Roseanne, Jim Jarmusch y Michael J. Fox son algunos de ellos) participaron por el salario mínimo. Auster define este largometraje, que codirigió con Wang, como «un himno a la República Popular de Brooklyn».
Smoke y su hermana pequeña Blue in the Face son «dos regalos de Navidad que Paul Auster y Wayne Wang les hacen a los aficionados al cine», escribe el segundo de ellos en el libro de Anagrama que recoge los guiones de ambos largometrajes.
Dos películas en solitario
Este libro de guiones editado por Anagrama incluye una entrevista de Annette Insdorf a Paul Auster datada el 22 de noviembre de 1994. Ella le pregunta si hará más películas tras Smoke y Blue in the Face. «No. Es hora de que regrese a mi agujero y empiece a escribir otra vez».
Cambió de opinión. Dirigió dos filmes más, ya en solitario: Lulu on the Bridge (1998) y La vida interior de Martin Frost (2007).
Lulu on the Bridge es un filme de realismo mágico en el que un saxofonista (Harvey Keitel) tiene que dejar la musica tras ser víctima de un tiroteo, por lo que cae en una depresión hasta que una misteriosa piedra le devuelve las ganas de vivir, lo que le permite conocer a una aspirante a actriz (Mira Sorvino) de la que se enamora. Es una buena película, pero, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de sus novelas, no sientes la necesidad de repetir y volver a verla. El prestigio del escritor en Europa permitió que este largometraje se proyectase en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes de 1998.
Su última película es La vida interior de Martin Frost, que presentó en 2007 en el Festival de San Sebastián, donde también ofició como presidente del jurado de la sección oficial (la concha se la llevó Wayne Wang). Su trama, que incluye elementos sobrenaturales como la de Lulu on the bridge, tiene su origen en un guión de una película de media hora que un productor alemán pidió a Auster para una serie de doce episodios titulada Cuentos eróticos. Este proyecto quedó en nada, pero como entonces estaba escribiendo El libro de las ilusiones decidió incorporar la historia al argumento de esta novela. El protagonista del filme es un escritor norteamericano que decide alojarse solo en una casa de campo, donde una mañana se le aparece en la cama una mujer que resulta ser su musa. Se rodó en Portugal. Su hija Sophie, también cantante, es una de las actrices. Se trata de una película fallida que fracasó en taquilla.
Una novela llevada al cine
Auster sostenía que sus novelas hay mucho viaje interior difícil de plasmar en imágenes, y de ahí que apenas haya sido adaptado al cine. Además, sus obras suelen ser extensas, por lo que sabía que serían mutiladas en su traslado a la gran pantalla. Sin embargo, uno lee El Palacio de la Luna (1989), Leviatán (1992), Mr. Vértigo (1994), El libro de las ilusiones (2002) o Brooklyn Follies (2005) y siente que en esos libros palpitan potenciales películas. Sin embargo, solo una de sus novelas llegó a la gran pantalla: La música del azar, en 1993. El cineasta Philip Haas y su mujer escribieron el guión y el primero la dirigió. James Spader y Mandy Patinkin son los protagonistas.
Incluye el único trabajo de Auster como actor, si es que así se puede considerar un cameo. Son treinta segundos en la última escena: «¡Nunca más! Aunque sólo fuese eso, salí de aquella experiencia con un nuevo respeto por lo que hacen los actores. Quiero decir los actores profesionales. No hay nada como probarlo para recibir una lección de humildad».
La película, correcta pero sin la magia de la novela de Auster, apenas tuvo repercusión.
Un proyecto español
El país de las últimas cosas (1987) es una de las grandes obras de Auster. Se trata de una novela de tono apocalíptico protagonizada por una mujer, lo que es inusual en el escritor. El argentino Alejandro Chomski iba a ser el director y autor, junto con Auster, del guión. El gallego Antón Reixa, cantante de Os Resentidos por entonces centrado en el cine como director y productor, se ofreció a buscar financiación en España. Llegó a viajar a Nueva York y a conocer a Auster, con el que también se reunió en Europa.
El fracaso comercial de La vida interior de Martin Frost no ayudó a atraer inversores y el proyecto quedó en nada. La película nunca llegó a realizarse, pero sí hubo una adaptación teatral que se estrenó en Sarajevo en plena guerra y después giró por otras ciudades europeas.
Guiones de películas mudas
Quizá algún día aparezcan unos guiones inéditos de Paul Auster, ahora perdidos. «Cuando era muy joven, cuando tenía 19 o 20 años, escribí un par de guiones para películas mudas. Eran muy largos y muy detallados, setenta u ochenta páginas de palabras. Comedias raras de caras impasibles y golpes. Buster Keaton redivivo. Esos guiones se perdieron, ojalá supiera donde están», detalla el escritor a Annette Insdorf en la entrevista antes citada.
Un curioso largometraje frustrado
En Una vida en palabras (Seix Barra), Auster cuenta que en 1989 el director británico Michael Radford (El cartero y Pablo Neruda) le propuso colaborar en un proyecto cinematográfico. Estaba basado en un episodio protagonizado por la artista francesa Sophie Calle: encontró una agenda en una calle de París, decidió telefonear a todos los contactos y publicó entrevistas con estas personas en un periódico. El dueño de la agenda, que estaba de viaje en el extranjero, se enteró del asunto a su regreso, un mes después, y anunció que demandaría a Sophie Calle salvo que ésta accediese a salir desnuda el diario en cuestión. Así fue.
Radford y Auster hicieron un «esquema» de la película, pero no hubo forma de colocársela a productor alguno. Maria Turner, el personaje inspirado en Sophie Calle que había creado para ese filme non natus, fue recuperada por el escritor en su novela Leviatán.
El cine en sus novelas
El cine aparece a menudo en las tramas novelescas de Paul Auster. En ocasiones, de manera colateral, como ocurre en Fantasmas (1986), la segunda novela de La trilogía de Nueva York, donde se detallan las películas policíacas de 1947 que va a ver el personaje Azul y se hace una amplia descripción de Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947), o en Sunset Park (2010), en la que uno de los personajes está escribiendo una tesis sobre Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946).
Pero sobre todo hay dos novelas en las que desempeña un papel central en el argumento, que son El libro de las ilusiones (2002) y Un hombre en la oscuridad (2008).
«Todo el mundo creía que estaba muerto». Así empieza El libro de las ilusiones, que se vendió muy bien en España (llegó a ser recomendado por Aznar como lectura de verano). Hector Mann, actor del cine mudo, es el hombre que todo el mundo creía en el más allá y el eje de la trama. Una de sus películas secretas se titula La vida interior de Martin Frost, como el largometraje que el propio Auster realizaría cinco años después.
En la historia principal de Un hombre en la oscuridad, el protagonista mantiene largas charlas sobre cine con su nieta.
Empleado por un productor
Además, entre los diversos oficios que Auster desempeñó (profesor de inglés, negro literario, traductor, recepcionista telefónico en la oficina del The New York Times en París…) figura también «trabajar para un productor cinematográfico», según leemos en Una vida en palabras. No detalla para cuál ni en qué momento.