Cine
El genial actor que hizo reír a Christopher Reeve por primera vez después de su trágico accidente
Coincidiendo con los 20 años de la muerte del actor, se estrena en los cines el documental Superman: La historia de Christopher Reeve
Christopher Reeve tenía 42 años cuando, en mayo de 1995, a raíz de su caída del caballo con el que participaba en un concurso de salto, perdió la movilidad del cuello para abajo y comenzó a necesitar respiración asistida. El superhéroe en la ficción gracias a sus cuatro películas de Superman iba a serlo también en la vida real desde ese momento, si es que no lo era ya, antes de todo, como padre y como defensor de las causas sociales. Mucho antes de sufrir ese gravísimo accidente, Christopher Reeve apoyaba a las personas con parálisis y visitaba con frecuencia en los hospitales a los niños gravemente enfermos. Ahora era él, Superman, quien sufría parálisis y quien estaba ingresado.
En su habitación en el hospital de Virginia se presentó un hombre con una bata de médico, unos guantes y una mascarilla. Se dirigió a Christopher Reeve con un extraño acento ruso: «Hola, soy el proctólogo y vengo a examinar tus órganos internos», le dijo. Acto seguido, levantó la bata del paciente y le soltó una frase tan extraña como su acento: «Madre mía, ¿y esta cosa?». Christopher Reeve se fijó en la mirada de aquel peculiar doctor –que en realidad no era tal– y reconoció quién se escondía detrás de aquella mascarilla. Era su amigo Robin Williams. El primero que se presentó, volando, en el hospital de Virginia tras conocer la noticia. Y el primero que había conseguido hacer reír a Christopher Reeve después del accidente. «Mi viejo amigo me ayudó a saber que, de algún modo, todo iba a salir bien», reconoció Christopher Reeve.
La frase y la anécdota forman parte de Superman: La historia de Christopher Reeve, el interesante y emotivo documental que se estrena este jueves 10 de octubre en los cines coincidiendo con el vigésimo aniversario de la muerte de Christopher Reeve. El don especial, natural, de Robin Williams para alegrar la vida a los demás –entre muchos otros, a Steven Spielberg, a quien llamaba cada día durante el rodaje de una película tan dura como La lista de Schindler para animarlo, y a quien no colgaba el teléfono hasta sacarle una risa– dio fuerzas a Superman en su lucha. Tanto entonces, con su visita como falso proctólogo ruso en un momento tan complicado, como en los años siguientes hasta la muerte de Christopher Reeve a los 52 años.
Entre otros muchos detalles que demuestran el tamaño del corazón y el vínculo entre los dos actores, el vehículo que trasladó a Christopher Reeve para recibir su merecidísima ovación en los Oscar de 1996 lo compraron Robin Williams y su esposa.
A Robin Williams, que pronunció un emotivo discurso en el funeral de Christopher Reeve, le afectó mucho la pérdida de su gran amigo, a cuya asociación continuó apoyando. Esta frase de Glenn Close nos da una idea de hasta qué punto impactó en Robin Williams –que fallecería diez años después, en 2014– el adiós del superhéroe en la pantalla y en la vida real: «Si Christopher Reeve no hubiera muerto, Robin Williams todavía seguiría entre nosotros».