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Cine

Un conclave y Johnny Depp en el final del Festival del Cine de Roma

Si bien la obra de Depp acepta los cánones espectaculares del género, el filme se salva sobre todo por un extraordinario cameo de Al Pacino

No existe en el mundo ceremonial más fascinante, intrigante y misterioso que la elección de un Papa por medio de un cónclave de cardenales y eso es lo que ha filmado el celebrado director austríaco Edward Berger (premio Oscar por Sin novedad en el frente en 2023) en su nuevo filme, Conclave, sobre el best seller epónimo de Robert Harris. Lo acompañaba en la jornada de clausura de la Fiesta Johnny Depp y su premio Marco Aurelio a la carrera, con su segundo filme como realizador, después de The Brave del 1992, Modi - Three Days on the Wings of Madness sobre los últimos días de vida en París del pintor y escultor italiano Amedeo Modigliani.

Cabe reconocer que Edward Berger, a sus 54 años y 26 de oscura carrera, casi toda dedicada a telefilms y series televisivas y revelado únicamente en 2022 por ese milagro de Sin novedad en el frente que osó medirse con el clásico de Lewis Milestone de 1930, tenía todo servido en una bandeja de oro para realizar un filme contundente, que apuntara tanto al éxito comercial como a la historia del cine.

El director germano-austriaco Edward Berger posa Festival Internacional de Cine de RomaGTRES

Gran parte del mérito reside no solamente en la extraordinaria calidad del libro de Harris que recrea, con menos fantasía que realismo, el clima de sórdida rivalidad y desmesuradas ambiciones que se instala en cada cónclave de la historia, sino también en la puntillosa adaptación de Peter Straughan y en un reparto de oro comandado por Ralph Fiennes, en el rol del cardenal decano que debe organizar votaciones pero al mismo tiempo conducir u obstaculizar candidaturas.

Pero también deslumbran Stanley Tucci, como el candidato liberal que no logra reunir votos suficientes para el papado, John Lithgow como el cardenal que no vacila en emplear los medios más abyectos para ascender al trono de Pedro, Sergio Castellitto en adalid conservador que amenaza con retrotraer a la Iglesia a antes del Concilio Ecuménico II, e Isabella Rossellini como la monja dedicada al bienestar del cónclave pero que no vacila en denunciar intrigas deshonestas que redundarán en el resultado de la votación. Y está también, como no, la magnificencia de los espacios vaticanos que aunque no sean los originales (solo un cónclave cierra las puertas de la Capilla Sixtina) igual son de una belleza sin igual, realzada por la espléndida fotografía del francés Stéphane Fontaine (era el iluminador de Jackie de Pablo Larraín) y la sugestiva música de Volker Bertelmann (Oscar por Sin novedad en el frente) que con pocas notas subraya el suspenso constante de la narración.

Veintisiete años después de su apreciado pero no entusiástico debut en el largometraje con The Brave, Johnny Depp vuelve a sentarse en el sillón supremo de una filmación pero renunciando al papel principal, confiándolo al italiano Riccardo Scamarcio pero imponiéndole una mímica tan parecida a la suya que a veces es fácil confundirlo con una caricatura suya. Inspirada en la pieza teatral del norteamericano Dennis McIntyre, adaptada por una longeva pareja de dramaturgos polacos, Jerzy y Mary Olson Kromolowski, de espaciada pero meritoria presencia en cine con filmes ambiciosos de Bertrand Tavernier y Sean Penn, el filme cuenta los últimos días de vida de «Modì» (diminutivo con el que se lo conoció en el multifacético mundo artístico de la Francia de principios del siglo pasado) entre mujeres, alcohol, ajenjo, peleas y, no último, la tuberculosis que lo llevará a la tumba a solo 35 años, antes incluso de conocer la gloria, que le llegará póstuma.

Si bien el filme recorre los trillados senderos de las biografías noveladas y Depp acepta los cánones espectaculares del género, el filme se salva sobre todo por un extraordinario cameo de Al Pacino que interpreta a esos marchands que medraban en el mundo de los artistas incomprendidos de la época, explotándolos y pagándoles con vil moneda las obras maestras que producen sin cesar. Pero también da una notable disertación de lo que es una obra de arte y de su valor, que no depende tanto del mercado como de la situación financiera de los artistas.