Crítica de cine
'La fianza', el thriller teatral sobre la avaricia desmedida
Juana Acosta, Israel Elejalde y Julián Román protagonizan el debut de Gonzalo Perdomo en el largometraje
El debutante en el largometraje Gonzalo Perdomo nos ofrece un thriller de carácter muy teatral que pivota sobre tres personajes. Ana (Juana Acosta) vive con su marido Ricardo (Israel Elejalde) y su hija en un casoplón en Madrid. Una noche, Ana está muy enfadada porque ha sido el cumpleaños de su hija y Ricardo no ha aparecido. Pero a cambio, recibe la inesperada visita de un colombiano llamado Walter (Julián Román), que insiste en no moverse de allí hasta que llegue Ricardo, que es abogado, con el que dice que tiene negocios pendientes. Lo que comienza como una visita incómoda se va convirtiendo en una inquietante situación en la que Ana descubre que su marido es un delincuente dedicado al narcotráfico además de serle infiel.
La película tiene mucho guion y poco cine. El libreto, escrito por Andrés Martorell y el director, podría valer perfectamente para una obra de teatro. La unidad de espacio y tiempo sirve para sostener unos diálogos sobre los que se levanta toda la trama. Pero así como el personaje de Walter está muy bien construido, el de Ana es un poquito inferior y el de Ricardo es muy poco real. Da la impresión de que a los personajes no se les deja ser ellos mismos y el guion les fuerza a ir por caminos que se van tornando más artificiales. Incluso algunos diálogos con vocación humorística no encajan en una trama tan dramática, incluso trágica.
La película lleva implícita una crítica a la cultura del dinero fácil, del pelotazo. Una mentalidad que va sacrificando la propia conciencia en aras de una vida prometedora: chalet de lujo, coches de alta gama, joyas, colegios privados, amantes mantenidas… hasta que la vida —o la propia avaricia que rompe el saco— pasa una factura con intereses. Pero el filme añade la cuestión de la infidelidad conyugal, la mentira y la doble vida. En realidad, La fianza es el retrato de una sociedad que ha perdido todas las referencias ideales y morales, la sociedad del famoso relativismo.
El problema es que estas tramas, que se han visto mil veces en el cine, requieren una aproximación original si no se quiere caer en la intrascendencia. Originalidad en la perspectiva moral o en la puesta en escena. Y aquí hay poca en ambas. Ni siquiera el planteamiento feminista del filme, que nos muestra a una mujer asqueada de los tres hombres que pasan por la escena y a los que termina venciendo, se sale de la agenda de lo previsible y políticamente correcto. Es cierto que se trata de una ópera prima y con limitado presupuesto, pero no es un problema de dirección, sino de escritura.
La fotografía de César Pérez sí crea una buena atmósfera en unos interiores bien pensados por Noé Cabañas. Es en el guion donde están las carencias, ya que los actores hacen todo lo mejor que pueden con sus personajes. Una ocasión mal aprovechada.