Cine
'De vuelta a la acción': el regreso al cine de Cameron Diaz después de 10 años
La película, que está disponible en Netflix, es una muestra perfecta del cine de los nuevos tiempos
El pasado viernes se estrenaron, entre otras muchas películas, una nueva visita al mundo de los hombres lobo, un filme erótico con gélida protagonista y un documental realizado por un español sobre el uso de las armas en Estados Unidos. El estreno más llamativo era De vuelta a la acción, título que recuerda que es el retorno de Cameron Díaz a la interpretación después de más de 10 años alejada de las pantallas.
De vuelta a la acción es una perfecta muestra del cine de los nuevos tiempos:
1. He escrito pantallas y no la gran pantalla porque es una producción de Netflix. Aunque algunas webs especializadas no la incluyan en la lista de estrenos, se lanzó el viernes para competir con las salas de cine. Con Díaz, Jamie Foxx y Glenn Close, cuenta con estrellas para representar el gran estreno de la semana, sobre todo si consideramos la escasa calidad de las películas con que Universal ha intentado rescatar el viejo universo de los más reconocibles monstruos.
2. De vuelta a la acción sigue las directrices de los guiones de los nuevos tiempos, que exigen algo de acción o de humor cada poco tiempo, diálogos vacuos más rápidos con chascarrillos asequibles, mejor si tópicos, peleas al ritmo de alguna canción –aunque jamás superarán la memorable escena de la iglesia en Kingsman al son del punteo de Free Bird de los Lynyrd Skynyrd–, inopinadas persecuciones con diálogos supuestamente ingeniosos, tomas aéreas a mogollón gracias a drones y/o efectos digitales… para así conseguir un ritmo trepidante que intente tapar los fallos del argumento.
3. Así, lo de menos es la trama que, insertada en ese nuevo subgénero de comedia familiar de acción y espías, es tan tópica que resulta fatalmente predecible, en el sentido de que los personajes parecen atrapados en la misma historia de siempre en una suerte de inexorable fatum. Da igual alcanzar un mínimo de verosimilitud, porque lo que importan son los tiros, explosiones, chistes y lugares comunes varios.
Para intentar evitarlo se recurre a la trampa más grosera, a la alteración de las más básicas reglas de la narración cinematográfica –el engaño en el uso de escenas contiguas es tan burdo como amateur–. Por eso, desde el principio, uno sabe qué va a pasar a cada segundo. Por ejemplo, es obvio quién va a ser el malo desde que asoma la jeta en pantalla, por mucho que intenten endosarle el muerto a otro personaje.
4. No hace falta crear personajes profundos; basta con soltar unos cuantos estereotipos andantes y parlantes para sostener una trama fofa pero muy efectista. Los actores de De vuelta a la acción, capaces profesionales, cumplen con su labor dando más la impresión de que se lo pasaron muy bien en el rodaje que de haberse tomado mínimamente en serio sus interpretaciones.
5. El fondo del argumento también responde a las mínimas exigencias de los nuevos modos cinematográficos. Los tópicos se suceden en el choque intergeneracional, en el duelo de agencias de espionaje, en la visión casposa y arcaica del Reino Unido… con las inevitables concesiones buenistas a que detrás de cada gran hombre debe haber una gran mujer, menos cuando la mujer es la poderosa y entonces detrás de cada mujer debe haber un hombre. Es decir, cada oveja con su pareja.
6. De vuelta a la acción es una película de espías que, desde el inicio, se me hizo demasiado reconocible: tenía –y tengo– la impresión de haberla visto antes. Quizás pretendan parecerse a todo lo estrenado anteriormente porque es lo que pide el público o, sencillamente, es lo que exigen los guiones de laboratorio que hoy en día se estilan en el cine comercial. A este respecto, ¿mejorará algo el asunto cuando comiencen a escribir guiones las IA?
En cualquier caso, gracias al lento proceso en el que las plataformas televisivas se van imponiendo a las salas de cine, De vuelta a la acción no tiene la necesidad de lograr vender un determinado número de entradas. Lo mismo que se estila en España desde hace décadas, pero sin subvenciones. Definitivamente, el mercado cinematográfico ha cambiado de manera radical… por lo menos en el resto del mundo.