
Paco Martínez Soria, durante el rodaje en Tarazona de la película ¡Vaya par de gemelos!
Cine
Paco Martínez Soria, el empresario serio que se convirtió en estrella de cine con 64 años
Con fama de tacaño y cabezota, el empresario maño fue, sobre todo, un hombre entrañable y discreto que no tenía nada que ver con los personajes que inmortalizó
Es, seguramente, el maño el más querido de la historia reciente de España. Actor, humorista y empresario, lo que de verdad sorprende de Paco Martínez Soria no es que triunfara a una edad a la que muchos se retiraban —64 años—, sino que 44 años después de hacer su última película con 79, todas ellas, sin excepción sigan teniendo una altísima audiencia cada vez que se ponen en televisión. Y es que Paco Martínez Soria, el maño universal, sigue siendo una estrella.
Nacido en Tarazona en 1902, pero criado en Barcelona desde los 5 años, siempre quiso ser actor. Se libró de la mili por su fuerte astigmatismo, aunque no le impidió practicar mucho boxeo, y se casó antes de la guerra con la que sería su mujer toda la vida, Consuelo, que le dio cuatro hijos. Así que cuando acabó la contienda, sin empleo y con la necesidad de empezar desde cero porque la empresa alemana para la que trabajaba quebró, probó suerte en el teatro. Su primera turné la hizo en el año 38 y allí se enamoró de la profesión a la que se dedicó profesionalmente desde 1940 cuando formó su propia compañía.
Desde entonces, su vida fue un incansable ir y venir de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo llevando consigo sus actores. En 1942 fue nombrado director y primer actor del Teatro la Zarzuela y en el 50 adquirió el Teatro Talía de Barcelona. Entre medias iba haciendo algunos papeles en el cine en películas de Juan de Orduña, Ignacio F. Inquino y Miguel Iglesias en papeles secundarios, simpáticos… Pero su vida fue el teatro. El humor, la comedia, la improvisación jactanciosa, la burlona imitación de la gente de la calle… teatro, teatro y más teatro. Y así, 40 años.
Querido y admirado en las tables de toda España, en 1966, un Paco Martínez Soria maduro y con la vida más o menos resuelta, sorprende a todo el mundo cuando decide llevar al cine junto a Pedro Masó la obra que había representado en más de 3.000 ocasiones: La ciudad no es para mí de Fernando Lázaro Carreter. Fue un éxito total. Ajustado a la inflación, la película recaudó casi 11 millones de euros y se convirtió en la producción española más taquillera de la década de los 60. Pero, lo más importante, convirtió al actor de 64 años en estrella.La sencillez de sus historias, su lenguaje no verbal y la gestualidad de su rostro que bebía de la comedia del arte italiana y la forma en que representaba lo mejor del humor tradicional aragonés, hizo que España entera le adorara. Después de aquel primer éxito, Pedro Lazaga, del que fue gran amigo, volvió a dirigirle en nueve ocasiones: ¿Qué hacemos con los hijos? (1967), El turismo es un gran invento (1968), Abuelo made in Spain (1969), Hay que educar a papá (1971), El padre de la criatura (1972), El abuelo tiene un plan (1973), Estoy hecho un chaval (1976), El alegre divorciado (1976) y ¡Vaya para de gemelos! (1978). José Luis Sáenz de Heredia le dirigió dos veces: ¡Se armó el belén! (1970) y Don erre que erre (1970). Mariano Ozores, en otras dos: El calzonazos (1974) y Es peligroso casarse a los 60 (1980). Y en su última película, La tía de Carlos (1982), estuvo a las órdenes de Luis María Delgado.
Un total de 15 películas que le permitieron mantener a flote su compañía teatral y convertirse en un referente de la comedia de costumbres española que hoy siguen estudiando comediantes y comediógrafos de todo el mundo de habla hispana.
Pero lo cierto es que su persona siempre se vio acompañada y casi oscurecida por la sombra del personaje, que era alargada. Porque aquel maño sencillo de las películas, tozudo, pero de gran corazón, cabezota en ocasiones y trabajador, que renegaba de la vida moderna y del estrés de las grandes ciudades, inocente y desternillante, robó el corazón del pueblo español. Quizá por ello, Paco Martínez Soria se ganó injustamente la fama de cabezota y tacaño cuando fue, sobre todo, un hombre prudente y discreto, entrañable para los que trabajaron con él, que estuvo entregado en cuerpo y alma toda su vida al teatro, el lugar que verdaderamente amaba y le hacía feliz. Siempre dijo que moriría trabajando. Y así fue. Una angina de pecho acabó con su vida meses después de estrenar su última película en 1982, mientras estaba montando su siguiente obra, ¡Guárdame el secreto, Lucas!.
Aplaudido y homenajeado durante toda su vida, ésta ha sido narrada en varios documentales, el ayuntamiento de Tarazona creó el Festival de cine de comedia Paco Martínez Soria y el teatro al que dedicó toda su vida llevó durante varios años su nombre. Un nombre que dio siempre pie al primer guiño cómico, al más obvio de todos sus chistes, el de este maño universal que tenía por apellido una ciudad castellana.