
Cary Grant y Katharine Hepburn
Historias de película
La película con la que Katharine Hepburn dejó de ser veneno para la taquilla
En 1938, el libreto de Phillip Barry salvó su carrera cuando decidió dejar el cine durante un tiempo y dedicarse al teatro
A finales de la década de los 30, una cadena de cines había estudiado quiénes eran los actores más y menos taquilleros de la época y concluyeron de manera tajante que Katharine Hepburn era «veneno para la taquilla» (box office poison). Y es que sus películas, sencillamente, no se veían.
Era una actriz famosa, pero no una estrella. Había ganado un Oscar en 1934 por Gloria de un día y la habían nominado en 1936 por Sueños de juventud. Pero películas que hoy veneramos como María Estuardo de John Ford de 1936 o La fiera de mi niña de Howard Hawks de 1938 fueron tremendos fracasos. Además, Hepburn se alejaba totalmente del ideal de estrella femenina de la época: apenas iba a fiestas, odiaba trasnochar y solían fotografiarla con pantalones y mocasines bajos, con el pelo agarrado en una coleta y haciendo deporte.
Hija de un médico de éxito y de una conocida sufragista, una Kate deprimida porque la industria empezaba a darle la espalda, se refugia en la casa familiar de Conneticut. Era 1938 y tras haber rodado once películas para la RKO Radio Pictures, Hepburn decide comprar su contrato a los estudios por 220.000 dólares, convirtiéndose así en una de las primeras intérpretes sin ninguna vinculación contractual. Pionera, también en eso.
Y en ese 1938, ausente de la vida de Hollywood y decidida a dar un giro a su carrera, todo cambia cuando su amigo el autor teatral Philip Barry la visita para que leyera el libreto de la obra que estaba escribiendo cuyo personaje principal había inspirado en ella. Se trataba de Tracy Lord y la obra era Historias de Filadelfia. Entusiasmada con el texto, convence a su entonces amante, el productor Howard Hughes para que la produzca con ella como protagonista, Joseph Cotten en el papel del exmarido C.K. Dexter Haven, Van Helfin en el del periodista Macaulay Connor y Sirley Booth en el de la fotógrafa Elizabeth Imbrie.La obra fue un éxito total en New Haven, Filadelfia y Washington tras lo que se estrenó en Broadway donde estuvo representándose con todas las localidades vendidas entre marzo del 39 y marzo del 40. La crítica neoyorquina elevó a Katharine Hepburn a la categoría de diosa sobre el escenario despreciando y despedazando a los críticos de Hollywood que no habían sabido valorar su talento y por haber siquiera sugerido que su carrera estaba acabada.
Visto el éxito sobre el escenario, la Warner le ofreció 225.000 dólares para la compra de los derechos con la idea de que Bette Davis o Ann Sheridan protagonizaran la película, pero Katherine Hepbrun, dueña de los derechos, se negó categóricamente afirmando que Historias de Filadelfia sólo se llevaría al cine con ella como protagonista. La Warner se retiró entonces del proyecto y entró la Metro Goldwyn Mayer que le ofreció 175.000 dólares por los derechos y 75.000 por hacer de Tracy Lord, algo que ella aceptó arrogándose el derecho, además, de elegir director, guionista y actores.
Pero Louis B. Mayer le puso su condición: Joseph Leo Mankiewicz estaría encima de la producción supervisando el rodaje. Y las exigencias de la actriz y del productor no pudieron ser más acertadas. Primero, porque Mankiewicz sugirió que se suprimiera al personaje del hermano de Tracy y que se diera más protagonismo al de su exmarido, ya que la MGM quería dos estrellas masculinas en el reparto. Y, segundo, porque las elecciones de Hepburn de director y coprotagonistas fueron extraordinarias. El estudio propuso a William Wyler para dirigir el filme, pero la actriz consiguió que cedieran ante su insistencia de que lo hiciera su gran amigo George Cukor.
El primer Dexter se lo ofrecieron a Spencer Tracy -futura pareja de Hepburn que por entonces aún no le conocía-, pero él lo rechazó porque estaba metido en el proyecto de Doctor Jekyll y Mister Hyde de Victor Fleming. Se lo ofrecieron entonces a Clark Gable, Robert Taylor o Gary Cooper, pero Hepburn los fue rechazando uno tras otro hasta que le propusieron a Cary Grant, que ella aceptó encantada, pues habían trabajado ya juntos en tres ocasiones y eran buenos amigos. El reparto se cerró con James Stewart a sugerencia de la Metro que, tras mucho insistir, logró convencer a la actriz para que lo aprobara en el papel de escritor y periodista Connor. Papel por el que Stewart ganó el único Oscar de su carrera.
Historias de Filadelfia fue un éxito total de crítica y público y la segunda película más taquillera de 1941 sólo por detrás de El sargento York de Howard Hawks. En España se estrenó en noviembre del 44 con igual éxito. A día de hoy sigue siendo una de las mejores comedias románticas de todos los tiempos y Kate, la incomparable diosa de la alta sociedad, nunca estuvo mejor en su papel, ni más diva, ni más bella. Aunque el Oscar al que fue nominada lo acabaría ganando Ginger Rogers por Espejismo de amor, el filme fue un verdadero punto de inflexión en su carrera y gracias al éxito que logró la película, su fama no hizo sino crecer durante el resto de su vida.
Sin duda por eso, porque fue una de las actrices más grandes y queridas de todos los tiempos, cuando murió en 2003 a los 96 años de edad, las luces de Broadway se apagaron durante una hora en señal de duelo por la pérdida de la eterna pelirroja. Una actriz de la que su buen amigo Frank Capra diría la famosa frase que resume toda su personalidad, todo su magnetismo y toda su grandeza dentro y fuera de la pantalla: «Hay mujeres, y luego está Kate».