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Roma, ciudad abierta

Cine

Estas eran las películas favoritas del Papa Francisco

Aunque muy diferentes en estilo y contexto, estos filmes comparten una reflexión profunda sobre la naturaleza humana, la fe y el poder de la redención

El cine tiene un poder único: el de conmovernos y hacernos ver el mundo desde una perspectiva diferente. También al Papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años de edad. A lo largo de su vida, ha sido un espectador fiel de películas que no solo le marcaron a nivel personal, sino que también le han acompañado en su viaje espiritual.

A lo largo de su papado, Francisco ha estuvo vinculado a debates sobre moralidad, fe y la vida misma, pero también compartió su pasión por el cine, un arte que ha sido capaz de contar las historias de transformación, lucha y redención, todas esas cosas que él mismo promovía.

En varias entrevistas, reveló algunas de sus películas favoritas, aquellas que le dejaron una marca profunda, reflejando en ellas su visión del mundo. Y es ahí donde encontramos algo fascinante: tres películas que, aunque distantes en tiempo y estilo, comparten una esencia que conectaba con él de una manera muy personal. Roma, Ciudad Abierta de Roberto Rossellini, La Strada de Federico Fellini y El festín de Babette de Gabriel Axel no solo exploran la humanidad, la fe y la pobreza, sino también la redención, temas que resonaban con su propio mensaje. Lo mejor de todo es que estas películas las vio junto a sus padres, lo que las convierte en algo más que simples historias en la pantalla: son recuerdos familiares.

Dos películas italianas y una de origen danés

Roma, Ciudad Abierta (1945), dirigida por Roberto Rossellini, es un hito del cine neorrealista que lleva al espectador a las calles devastadas de Roma durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los personajes más emblemáticos es el sacerdote católico interpretado por Aldo Fabrizi, quien se erige como el símbolo de la fe y la esperanza en tiempos de desesperación. La película, pionera en el uso de actores no profesionales, se distingue por su crudeza y realismo, retratando sin adornos las difíciles condiciones de la guerra. En 2013, el Papa Francisco, en una entrevista con La Repubblica, expresó su admiración por esta obra maestra, calificándola como una "catequesis de la humanidad”.

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Casi una década después se estrenaría La Strada (1954) de Federico Fellini. La primera película de habla extranjera en ganar el Oscar relata la desgarradora historia de Gelsomina, una joven inocente que es vendida por su madre a un despiadado «hombre de fuerza», Zampanò, un artista ambulante que la arrastra a un vida de pobreza, explotación y violencia. A lo largo de la historia, el personaje principal lucha por encontrar su propósito en un mundo que la margina, mientras busca redención en su conexión con los demás. Una historia tan humana que, incluso el Papa Francisco no pudo olvidar. En particular, hay una escena que lo dejó marcado, en la que el «Loco» le dice a Gelsomina: «Tú no lo creerás, pero todo en este mundo sirve para algo. Toma esa piedra de ahí, por ejemplo. ¿Para qué sirve? No sé para qué sirve, pero para algo debe servir. Porque si esto es inútil, entonces todo es inútil, también las estrellas. También tú sirves para algo, con tu cabeza de alcachofa». Este diálogo sobre el propósito de la vida resonó en él de una manera tan profunda que en 2017, durante una misa del Domingo de Resurrección, lo citó como ejemplo de fe, sacrificio y el sentido de la vida humana.

Anthony Quinn & Giulietta Masina - La strada

La Strada

La película de origen danés El festín de Babette (1987), dirigida por Gabriel Axel, es una obra basada en un relato de Karen Blixen. La historia sigue a Babette, una cocinera francesa que, tras ganar la lotería, organiza un opulento festín para una austera comunidad religiosa en una remota aldea danesa. El Papa Francisco hablaba de ella con admiración, destacando cómo la película reflejaba la importancia de la generosidad y la alegría compartida, valores clave en la vida cristiana.

El festín de Babette

El festín de Babette

Para el Sumo Pontífice, la escena del festín siempre ha sido un ejemplo perfecto de cómo los pequeños gestos de bondad pueden abrir el corazón y conectar a las personas.

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