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La quimera del oro cumple 100 años en 2025

La quimera del oro cumple 100 años en 2025

Cine

La película por la que Chaplin quería ser recordado cumple 100 años

Esta superproducción se retrasó por numerosos motivos, como un embarazo, los efectos especiales y montones de regaliz

A mediados de los años 20 Charles Chaplin era una de las grandes estrellas de Hollywood y tenía enorme libertad para producir como quisiera. La película de la que más orgulloso estaba, estrenada en 1925, tardó en producirla 17 meses, de los cuales 235 días fueron de rodaje. Una barbaridad para una época en que la industria cinematográfica solía producir en serie.

Por eso, en su momento, y con su duración original -95 minutos frente a la hora larga de la versión adaptada de 1942-, fue de las más largas comedias de la época, y una de las películas más caras -los gastos rozaron el millón de dólares-. Pero era Chaplin, al que, desde el comienzo, se le permitieron licencias únicas. Daba igual, incluso, que su anterior estreno, Una mujer de París, no fuese precisamente un éxito de taquilla.

La película de Chaplin que cumple 100 años en 2025 es La quimera del oro, para muchos su mejor título. En la inopinada lista que se hizo en la Exposición Universal de 1958 -a la que aludimos hace un par de semanas- quedó en segundo lugar tras, precisamente, El acorazado Potemkin.

La quimera del oro fue un enorme éxito de crítica y público. Su escena más famosa, la de la famosa cena de Acción de Gracias en la que el vagabundo y su compañero, Big Jim, atrapados en una tormenta y muertos de hambre, se comen una bota, necesitó de 63 tomas rodadas durante tres días. Y, según el ayudante de dirección, Eddie Sutherland, llegaron a consumirse 20 botas fabricadas de regaliz.

A este respecto, Lita Grey, a la sazón segunda esposa de Chaplin, afirmó que los días siguientes hubo que suspender el rodaje por los efectos laxantes que produce el consumo excesivo de regaliz.

Precisamente, el caso de Lita Grey fue otra de las razones que demoraron la finalización del proyecto. De 16 años, iba a protagonizar La quimera del oro y, de hecho, estuvo en el proyecto tres meses. Pero actriz y director comenzaron un idilio que terminó con un embarazo y la consiguiente boda. Ya en avanzado estado de gestación, se la sustituyó por Georgia Hale, que encarna al personaje homónimo.

Otra razón que explica el mucho tiempo de producción tiene más que ver con el cine. Casi toda la película se rodó en estudio. Y, para las escenas de la tormenta, o las del precipicio, se construyó una detalladísima maqueta. Por ejemplo, es prácticamente imposible distinguir la cabaña real de la miniatura. Y así se pudieron elaborar unos magníficos efectos especiales, asombrosos si recordamos que tienen cien años.

Chaplin en la película La quimera del oro

Chaplin dirigió y protagonizó La quimera del oro en 1925

La otra escena mítica de La quimera del oro es el baile de los tenedores y los panecillos en plena delicia onírica durante una, en realidad, solitaria Nochevieja. Aunque la idea ya la había utilizado Fatty Arbuckle en 1917, Chaplin bordó la interpretación. Esta secuencia gustó tanto en la época que muchos cines paraban la proyección para repetirla.

Cuando se habla de La quimera del oro se suele hablar de la primera escena, un plano general que muestra a 600 vagabundos californianos desfilando como si fueran buscadores de fortuna en la fiebre del oro de 1898 en Alaska, que es cuando se sitúa el filme. Pero hay otros datos que parecen más interesantes.

El ritmo de Chaplin era tan extenuante que terminó con más de 70.000 metros de película rodada. Y estuvo muchos meses en posproducción para reducirlos a poco más de 3.000. Chaplin se acercaba cada vez al genio que llegaría a rodar más de 200 tomas de la escena final de Luces de la ciudad.

Al hablar de esta película de 1925, hay que tener en cuenta que se reestrenó en 1942, con banda sonora y con comentarios del propio Chaplin que recrean diálogos y adornan escenas. Personalmente, no creo que aporten mucho. Pero esta «nueva» versión redujo el metraje en muchos minutos y cortó algunas escenas, incluido el beso final.

Para gran parte de la crítica y, según parece, para el propio Chaplin, La quimera del oro es su mejor película. Su carga contra lo material, contra el dinero que estropea todo lo que toca, la coloca como una suerte de estandarte de la intelligentsia. Sin embargo, al revisitarla a estas alturas de siglo XXI no cree uno que esté a la altura de las dos grandes obras maestras que el genio británico estaba aún por rodar: Tiempos modernos (1936) y, sobre todo, Luces de la ciudad (1931).

La famosa cita de Chaplin sobre que le gustaría ser recordado por La quimera del oro es anterior a estas dos obras maestras. Quizás eso lo explique todo.

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