El amor del pasado que nubla la memoria de Leonard Cohen
Gabriela Valenzuela, la mujer que inspiró 'Halleluja', cuenta en un libro como el poeta la abandonó después de dejarla embarazada
Una de las frases más hermosas que se han escuchado de un hombre vivido fue la que pronunció Leonard Cohen en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras: «Expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza».
Casi había pasado su vida entera, moriría un lustro después, y en esos años finales había tenido que volver a los escenarios debido a la ruina que le había causado la traición de su representante. Durante ese regreso triunfal, que solucionó sus problemas económicos, su canción Hallelujah alcanzó el número uno en dos listas británicas, una en la voz de un cantante del Operación Triunfo autóctono y otra en la empírea interpretación del ángel Jeff Buckley.
Esa canción se inspiró en una joven costarricense, Gabriela Valenzuela, a quien el poeta conoció durante un concierto en Bruselas. Allí hubiera quedado todo si a ella no le hubiesen ofrecido trabajo como coordinadora del correo de los fans del artista, con quien compartía la admiración por Lorca.
Ocurrió que durante aquellos días la joven no sólo se ocupó de las cartas de los admiradores. También alejó a Cohen del Rémy Martin y del Courvoisier (aquellos cognacs que le había enseñado a distinguir Roshi, su maestro zen) y le diseñó una dieta sana.
Todo esto lo cuenta Valenzuela en el libro de Michael Posner, Leonard Cohen: Untold Stories, donde la costarricense detalla: «Le pidió a un asistente de vuelo que le dejara usar su máquina de escribir. Él le dijo que era urgente. En la carta decía que tenía que escribir "a la hermosa mujer de ojos almendrados y pies casi transparentes"».
Ceremonia
Pasaron más de un año sin verse, tiempo en el que Cohen le escribió intensas cartas de amor. Un día él la encontró en el puerto de Hydra (donde vivía desde 1960): «Llegué, más que exhausta. Tomamos café y tarta en el puerto, me pusieron el bolso en un burro y comenzamos la peregrinación a su casa. El silencio era el modo de comunicación. Me trató como si este fuera el comienzo de todo. Había una caja en la cama. Un regalo: una túnica, hecha de tela libanesa. Cuando las mujeres judías ortodoxas se casan, hay una ceremonia antes de la boda donde son bañadas. Luego me puso el vestido como una gasa fina. Eso es lo que fue: una ceremonia. Y me bañó, maravillosamente, con una pequeña jarra de porcelana. Luego se puso la túnica y me llevó a la cama, y sin decir una palabra, hicimos el amor».
Cuenta Valenzuela que una noche Cohen le dijo que necesitaba un corte de pelo: «Su cabello era largo, ondulado y más abundante en la parte superior. Dije que podía cortarlo. Le dije que se quitara la ropa para evitar que los pelos cayeran sobre nuestra ropa. El creyó que era gracioso. Conseguí una hoja de periódico, para evitar que se le cayeran los pelos, pero me dijo que no quería periódicos sobre él...». Recuerda Valenzuela que aquella noche durmió en un catre mientras Cohen «escribía y escribía y escribía. Un par de veces vino a arrodillarse y besar mi vientre, mis axilas, mi cuello. Él era profundamente cariñoso, con un sentido de gratitud. Lloró un par de veces. Estaba muy conmovido»
No sé si Hallelluja trata sobre eso, pero cuando la escucho, mi alma vibra
En otra de las revelaciones Valenzuela relata que tomó una almohada y un chal, se acostó sobre una alfombra persa en la terraza de Cohen y se quedó dormida: «Me desperté y ahí estaba él. Nos abrazamos como marineros en una fuerte tormenta. No sé si Hallelluja trata sobre eso, pero cuando la escucho, mi alma vibra».
Cuatro años más tarde, cuenta Valenzuela, Cohen comenzó a escribirle hablándole de su futura hija, a la que llamarían Septiembre, el nombre que él mismo dijo una vez que podría adoptar para empezar su carrera musical en una entrevista en 1966.
«Una vez, me besó, todavía estaba durmiendo, y me dejó una carta en la cama: "Querida mía, pequeña mía, te busco en cada hendidura del cuerpo de tu madre. . . Siento las vibraciones del cuerpo de tu madre y sé que estás ahí ''. Habló con ella. Él dijo: “Ahora solo puedes verla desde adentro, pero si estuvieras afuera, verás por qué es tan espectacular y la amarás”».
Abandono
Pero, por sorpresa, al volver de una de las giras Cohen le dijo que había decidido someterse a una vasectomía sin bisturí. «Dijo que no quería más hijos, que tenía suficientes obligaciones. Y que ya sentía que sus propios hijos lo culparían por sus defectos. Me rompió el corazón», confiesa Valenzuela.
Poco después ella, que había dejado de tomar la píldora, se quedó embarazada. «Mi médico me dijo que esos procedimientos no funcionan o tardan un tiempo en funcionar. Me sentí engañada». Dice en el libro de Posner que esperó a que volviera de París. Pero Cohen nunca volvió y no respondió a sus llamadas. Por entonces el poeta ya había iniciado una relación con la fotógrafa Dominique Isserman.
Valenzuela decidió abortar y confiesa: «Fue como un asesinato. Quería gritar: "¡Devuélveme a mi hijo!". Lloraba cada vez que me duchaba porque no podía procesarlo y tenía que hacerlo en silencio. Lo intenté, Dios sabe que lo intenté, y supliqué perdón…». Ella nunca le dijo a Cohen que estaba embarazada, pero sí habló con él una amiga, Kelley Lynch: «Cohen sabía que estaba embarazada porque tuvimos una breve conversación telefónica al respecto».
Una amiga de Cohen, Sandra Anderson, dijo: «Él lo ignoró todo y dijo que no era raro que las mujeres trataran de sacar dinero de personas como él. Dijo que una vez le había pagado a una mujer, pero que no volvería a hacerlo».
Leonard Cohen nunca le habló a nadie, ni siquiera a sus amigos, sobre el fin de su relación con Valenzuela, quizá porque no pudo «expresar su derrota en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza». Sólo en su último libro, The Flame, publicado póstumamente en 2018, pudimos saber de su oculto dolor.