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Pedro García CuartangoCírculo de Tiza

Diez escritores sobre la idea de España (X)

García Cuartango: «Hay que defender sin complejos una España abierta y plural de la que sentirnos orgullosos»

El periodista y escritor opina que «somos un país cainita y muy dividido» y que el proyecto común se ve amenazado por separatista y nacionalistas, «cuya deslealtad está acreditada»

Pedro García Cuartango, nacido en su Combray proustiano de Miranda de Ebro en 1955, tiene una vocación absoluta hacia el periodismo. Él mismo ha repetido que si pudiese rebobinar su vida sin duda «volvería a ser periodista». Su trayectoria en este sentido es amplia y no por ello menos profunda, y ha cristalizado en dos libros: en 2020 publicó Elogio de la quietud, una recopilación de escritos y columnas sobre su etapa en París, su infancia, sus viajes y sus aficiones literarias y cinematográficas, y acaba de lanzar Anatomía de la traición, un libro sobre el mundo del espionaje en el que se incluyen las biografías de los grandes espías del siglo XX con una reflexión sobre los conceptos de lealtad y traición.

Caracterizado por su bonhomía y su profunda erudición, que le hacen habitar el plano filosófico con soltura, es también un gran defensor de España no solo como estructura política, sino también como «comunidad de afectos». Opina sin embargo que «este país tiene muchas cosas buenas, pero sólo tendemos a hablar de las malas». Con él cerramos esta serie de escritores de El Debate.

– ¿Qué es para usted España?

– España es una nación. Entiendo el término no sólo como la existencia de unas estructuras políticas sino además como una comunidad de afectos. La nación sólo es sostenible desde esa identificación sentimental, desde la idea de un proyecto común. Esto está fallando en la España de hoy. La alianza de Pedro Sánchez con el PNV, Bildu y ERC está debilitando ese proyecto común que ahora sólo defiende la derecha. Eso es muy peligroso.

– ¿Por qué cree que muchos intelectuales españoles hablan mal de su país?

– Los intelectuales vinculados a la izquierda y el nacionalismo son muy críticos con la idea de España, que todavía siguen vinculando al franquismo. Hay un rechazo de los símbolos y un cuestionamiento de la Constitución que impiden que haya un consenso básico sobre asuntos de Estado. Somos un país cainita y muy dividido. Eso está en nuestros genes y nuestra historia.

– ¿Se está apoyando lo suficiente la lengua española?

– No. Los sucesivos Gobiernos han hecho dejación de sus responsabilidades a la hora de defender la lengua. Y lo han hecho porque han querido evitar una confrontación con los nacionalismos de Euskadi y Cataluña. Es una especie de complejo. En algunas legislaturas PP y PSOE han necesitado sus escaños para gobernar y ello les ha obligado a mirar para otro lado. La lengua española está perseguida en Cataluña, donde no se respeta el derecho a que sea vehicular en la enseñanza. Y tampoco se ejecutan los fallos judiciales, que son ignorados. Esto es un grave problema.

– ¿Cuál es hoy la mayor fortaleza y debilidad de la creación literaria española?

– La mayor fortaleza es la presencia en el mundo del castellano. Hay cientos de millones de personas que lo hablan al otro lado del Atlántico. Es una lengua con una enorme tradición cultural y una gran pujanza internacional. Pero hay una crisis de creatividad, no existen grandes escritores que podamos exportar. Quizás por un cierto ombliguismo que lastra la creatividad.

– ¿Es la literatura española actual mejor o peor que la que se hacía, por ejemplo, hace 70 años?

– Claramente es peor. Hay menos talento que en la primera mitad del siglo XX cuando brillaban Valle-Inclán, Unamuno, Baroja, Ortega y otros grandes escritores y pensadores. No tengo explicación para ello, pero me parece obvio que nadie ha recogido su testigo. Tal vez porque los creadores son cada vez más dependientes del poder.

– ¿Qué tres escritores españoles actuales cree que sobrevivirán al paso del tiempo?

– Hay buenos escritores, con un oficio notable. Pero no veo ninguno que sobreviva al paso del tiempo. Tal vez Cela y Torrente Ballester, pero están muertos. Hoy hay mucho fabricante de novelas de éxito, de gente que escribe para vender en Amazon o en El Corte Inglés, pero se echan en falta los verdaderos creadores que son capaces de ver lo que hay más allá de lo obvio.

– ¿Qué opina de los escritores que se meten en trifulcas en las redes sociales?

– Las redes sociales son una escuela de manipulación y de fabricación de falsedades. Lo mejor que puede hacer un escritor o un intelectual es no meterse en ninguna batalla dialéctica en esos nuevos medios digitales. En ellos, todo es espectáculo, pura representación. Suponen una degradación de la palabra y el diálogo.

– ¿Han estado demasiado tímidos los intelectuales españoles a la hora defender a su país durante el pulso separatista catalán?

– Sí. Como decía, existe un cierto complejo a la hora de enfrentarse al nacionalismo. Se ha querido ganar a los independentistas con todo tipo de concesiones, pero no ha servido para nada. Su deslealtad está acreditada. Hay que defender sin complejos una España abierta y plural de la que podamos sentirnos orgullosos. Este país tiene muchas cosas buenas, pero sólo tendemos a hablar de las malas. Desgraciadamente, el Estado ha desaparecido de Cataluña tanto por culpa de los políticos como de los intelectuales. Será muy difícil revertir este desastre.

– ¿Están hoy demasiado politizados los premios nacionales?

– Los premios nacionales están politizados. Eso es una evidencia. Los Gobiernos sólo premian a quienes están en su sintonía. Se han convertido en un medio para agradecer favores y afinidades. Son un reflejo del sectarismo que domina las instituciones.

– ¿Teme ser señalado por haberse atrevido a opinar de estos temas?

– La tiranía de lo políticamente correcto es una coacción a la libertad. Yo he sufrido ataques y descalificaciones por mis opiniones. Te señalan si piensas por tu cuenta. España es un país muy poco tolerante. La derecha es obtusa y la izquierda se cree moralmente superior. Es muy difícil mantener la independencia. Se necesita valor para ir contra los estereotipos dominantes, para navegar contra la corriente. Pero merece la pena pagar ese precio por ser libres.