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Ramón María del Valle-Inclán

«Tinta, Tierra y Tradición», el libro que estudia la intensa relación de Valle-Inclán con el carlismo

¿Fue Valle-Inclán un carlista convencido o se trataba solo de una pose de un personaje estrafalario fuera de su tiempo? Su carácter atrabiliario, extravertido y sociable le creó una imagen distorsionada, cuando en puridad era una persona reservada y celosa de su intimidad.

Ahora, el escritor y doctor en Historia Alfredo Comesaña ofrece un análisis desde una óptica histórica y crítica y esclarece, a través de un recorrido por su vida y un profundo análisis de su obra, el vínculo del escritor gallego con el carlismo en el libro Tinta, Tierra y Tradición. Estos tres términos representan precisamente los tres elementos nucleares que conforman la razón de ser de Valle-Inclán: el telurismo, la fuerza creativa y el tradicionalismo. El sustrato ideológico tradicionalista del autor permeó su existencia desde su niñez hasta su muerte. Fue un carlista desde una perspectiva personalísima: según la tesis del autor, su corazón latió siempre en dirección a Carlos VII, ya que el carlismo tenía mucho que ofrecerle en materia de emociones heroicas y sentimientos épicos, que trasladaría a personajes como su alter ego, el Marqués de Bradomín.

'Tinta, Tierra y Tradición', el libro de Alfredo Comesaña sobre Valle-Inclán y el carlismo    

Aunque mucho se ha escrito ya sobre Valle-Inclán, esta es la primera relación exhaustiva de todos los reflejos carlistas existentes tanto en su obra como en su biografía, en la que el sentimiento tradicional y político dejó una honda huella. El historiador vigués, gran estudioso del carlismo y galardonado con el Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi por su obra Hijos del trueno. La Tercera Guerra Carlista en Galicia y Norte de Portugal, ahonda en la descripción del mundo rural gallego en que pasó su infancia Valle-Inclán, y acompaña la obra de un glosario con términos relativos a instituciones del Antiguo Régimen. 

En Ramón María de Valle-Inclán brilla una personalidad única, que reluce a través de su vida y también de sus obras,  donde su afición épica por las gestas heroicas e históricas es el sustento de su visión tradicionalista del mundo y donde, a través del carlismo, quiere refundar España «y traer de nuevo las grandes virtudes e instituciones que la hicieron grande», como reseña Luis Hernando de Larramendi en su introducción. El carácter de Valle-Inclán le hacía oponerse al poder, por lo que se presentaba como carlista, revolucionario o antiliberal según tocase. «Su atracción por el mundo aristocrático, del que le hubiera gustado formar parte, le hace ser a la vez el Bradomín refinado y el Montenegro feudal, y a su vez todo ello no le impide dejar de tener en cuenta las prosaicas realidades de la vida, el pane lucrando, el ocuparse de familia y hacienda».

La vinculación de Valle-Inclán con el carlismo se centra no solo en su afiliación al partido y a su presencia como candidato en 1910 en la circunscripción de Monforte de Lemos (que finalmente no se produjo), sino también se percibe a través de sus tres obras sobre la trilogía carlista y las referencias al carlismo en las Sonatas de la mano del marqués de Bradomín. A su vez, sus hijos se llamaban Carlos y Jaime y Don Jaime de Borbón, considerado Rey de los Carlistas, le otorgó la Cruz de la Orden de la Legitimidad Proscrita.

Algunas obras de Valle-Inclán ahondaron directamente en el carlismo

Cumbre de la Generación del 98 y una de las mejores plumas de la literatura española, Valle-Inclán «era un esteta modernista al que la vida y la historia circundante fue conduciendo al esperpento», en palabras del prologuista de la obra, el autor y filólogo Luis Alberto de Cuenca. Para el niño de 6 años que era Valle-Inclán cuando Carlos VII entró militarmente en España aquella Tercera Guerra Carlista no solo alineó su ensoñación heroica con la de las partidas, sino que «se sintió estéticamente aludido por las proclamas tradicionalistas y no dudó en apoyarlas desde muy joven con su testimonio incondicional».

Si bien los compañeros generacionales de Valle-Inclán se decantaron por la opción liberal, queda claro en esta obra que el gallego se adhirió al carlismo. Y si bien Borges manifestó que se afilió al Partido Conservador por escepticismo, Ramón María hizo lo propio por esteticismo, y lo mantuvo toda su vida, hasta el día de su muerte el 5 de enero de 1936.