Oriol Bohigas, el arquitecto de Barcelona que no quería ser español
Autor de edificios como la Escuela Thau, las viviendas de la Villa Olímpica de Barcelona o el pabellón del Futuro de la Expo de Sevilla evolucionó ideológicamente desde el catalanismo al independentismo radical
AOriol Bohigas, el considerado padre del urbanismo barcelonés, fallecido ayer a los 95 años, la Sagrada Familia le parecía una «vergüenza nacional». Una opinión distinta, al menos, quizá de una radicalidad pareja a sus simpatías por Ada Colau. Bohigas provenía de un pasado familiar burgués, republicano y catalanista evolucionado en un independentismo que creía que una Barcelona capital de de una Cataluña independiente sería una Barcelona mucho mejor y más rica: «La verdad que hay que contemplar». Era la arquitectura con el espíritu político y social por dentro de los edificios, la riqueza necesaria de una Cataluña independiente para cambiar la estructura de la ciudad.
En 1951 fundó junto a otros arquitectos el Grupo R y en los sesenta formó parte de la llamada gauche divine, burguesía progresista, intelectual y antifranquista, de cuyo romanticismo festivo se alejaba al poner el acento en «las listas bien hechas de los cineastas y las películas que hicieron, los arquitectos y la cantidad de cosas que hicieron, los pintores, los filósofos, los músicos…». En 1966 fue expulsado de la Escuela de Arquitectura de Barcelona por participar en actividades de oposición al régimen de Franco. En 1971 se negó a firmar los Principios del Movimiento y le fue vetada la cátedra que finalmente obtuvo en 1977.
Trabajó con Josep M. Martorell, David Mackay y Albert Puigdomènech, junto a los que renovó el panorama de Barcelona, y fue director y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (1977-1980), delegado del Área de Urbanismo de la misma ciudad (1980-1984) y concejal de Cultura (1991-94) del Ayuntamiento de Barcelona.
Entre sus obras destacan el edificio de la Mutua Metalúrgica, los talleres de La Vanguardia, la escuela Thau, la reconstrucción del teatro Poliorama, el parque de la Creueta del Coll, los grupos de viviendas de la Villa Olímpica (1988-1992), en Barcelona; o el edificio Destino en Badalona y el edificio Nestlé (1983-1987) en Esplugues de Llobregat.
En Berlín proyectó el conjunto Friedrichstadt y el grupo de viviendas en la Kochstrasse (1985-1991), y en Argentina los parques de España en Rosario y Sarmiento en Córdoba. El Pabellón del Futuro de la Expo de Sevilla también fue suyo. Entre los premios obtenidos cabe mencionar el FAD al mejor edificio en 1959, 1962 y 1966, el Delta de Plata (1961), y el concurso IBA'84 (1981) a la reconstrucción de un barrio para la Exposición Internacional de Berlín.
Tras casi un siglo de vida y desde su modernismo de juventud y su oposición franquista, este admirador de Le Corbusier, transformador del paisaje barcelonés, se ha marchado pensando que «no sólo era muy interesante todo lo que representa Colau, sino inevitable y eficaz», que «es imposible (le dijo a La Vanguardia) que Cataluña se entienda con España si sigue siendo una provincia española» o que «más que partidario de la independencia lo que no quiero es ser español».