Premio Nacional de Arquitectura 2021
Alberto Campo Baeza: «Los arquitectos debemos seguir buscando la felicidad de los hombres»
El vallisoletano recibe el Premio Nacional de Arquitectura en Cádiz, la ciudad que ha marcado su obra, y defiende la luz como primero y principal material de la obra de cualquier arquitecto
Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) es arquitecto, pero domina la poesía, la escultura, la música, la pintura y la literatura. Su arquitectura es humana –hecha por y para el hombre–, pero también trascendente: transporta a quien la habita, y también a quien la contempla, a un plano ambital.
Esa capacidad creativa le ha merecido ganar el Premio Nacional de Arquitectura, que ha recibido en Cádiz, la ciudad en la que creció y en la que ha desarrollado gran parte de su obra. Y ese interés por el conocimiento se refleja en sus libros, en sus artículos y en sus clases, tanto en universidades en Zúrich, Lausana o Filadelfia, como en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde es catedrático de Proyectos Arquitectónicos desde 1986.
Su arquitectura, «esencial, sencilla, lógica», como a él le gusta describirla, se ha publicado y expuesto por todo el mundo, además de recibir premios de diversa índole, como la inclusión de una de sus construcciones, la Casa Gaspar, en el Inventario de Bienes Reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz. Se ha dicho que su obra es minimalista, pero él prefiere decir que es intensa, que destila todo lo accesorio hasta condensarla en una idea capaz de ser construida. En esta entrevista explica a El Debate su visión.
–¿Qué ha supuesto para usted recibir el Premio Nacional de Arquitectura?
–Un derroche de generosidad por parte de los que me lo han concedido.
–Lo ha recibido en la ciudad donde transcurrió su infancia. ¿Cree que la ciudad marcó su visión de los espacios? ¿De qué manera?
–Le debo más a Cádiz que lo que Cádiz me puede deber a mí. La ciudad de Cádiz, la ciudad más hermosa de occidente, según el New York Times, tiene una belleza muy profunda.
–Tiene muchos proyectos realizados en la ciudad. ¿De cuál se siente más orgulloso?
–De todos. Como los hijos, todos me han salido más que buenos: estupendos, maravillosos.
–Siempre ha reivindicado la escuela de Madrid, pero después de la Casa Gaspar y la Casa Guerrero se dice con frecuencia que su arquitectura es muy andaluza.
–Claro que mi arquitectura tiene mucho de Andalucía: su universalidad. Una lección de la Historia. De la Historia de una ciudad por la que pasaron Adriano y Trajano y Marco Aurelio.
–¿Lleva especialmente en el corazón alguna de sus obras de arquitectura?
–La primera, la Casa Gaspar, y la última, la Casa del Inifnito. Como con los hijos, el mayor y el más pequeño.
–Le han concedido este premio por firmar una «obra coherente e independiente». ¿Cómo se trazan la coherencia y la independencia en lo que usted proyecta?
–La coherencia a través de la razón y la independencia a través de la renuncia.
–¿Hacia dónde cree que se dirige la arquitectura hoy?
–Sigue, seguimos, debemos seguir buscando la felicidad de los hombres.
–En ese sentido, ¿hacia dónde se dirige la suya? ¿Va en el mismo camino?
–¿Cómo podría no buscar la felicidad de los hombres? Para ello, busco denodadamente la belleza, como ya escribí cuando realicé mi discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.
–Definen su obra como «esencialista e incluso minimalista». ¿Está de acuerdo?
–Rechazo todo tipo de etiquetas, y menos de ningún «ismo».
–¿Cómo definiría usted su obra?
–Como esencial, sencilla, lógica.
–Es conocido como «el arquitecto de la luz». ¿Qué es para usted la luz, y por qué defiende que es el tema central de la arquitectura?
–Considero la luz como primero y principal material de la arquitectura. Newton la definió como corpuscular, medible, cuantificable, controlable. Y Chillida se abrazaba a la columna de luz sólida que entraba por el óculo del Panteón de Roma.
–¿Cómo puede emplearse como un material?
–Sabiendo que, como la piedra, hay que saber por qué y para qué y dónde se utiliza.
–Imagino que la luz es muy importante también según en la ciudad en la que trabaje. ¿Qué diferencia la luz de Madrid de la de Cádiz, Zúrich o Nueva York?
–En cada sitio, en cada lugar, la luz tiene una longitud y una latitud. Pues eso. Saberlo y actuar en consecuencia.
–José Miguel de Prada Poole decía que vivimos en casas vacías, porque cuando no estás durmiendo el dormitorio está vacío, el salón está vacío el 90 % del tiempo. ¿Están mal concebidos los espacios que habitamos?
–No. Claro que abogo por la austeridad y por el uso adecuado de los espacios. A mi zulo me remito. Pero hay que entender que hay muchas maneras diferentes de vivir. Es una cuestión de libertad.
–Usted mismo ha revelado que vive en un apartamento de 20 metros cuadrados. ¿A qué se debe?
–No hago nada extraño. Vivo ahí feliz. Pero no puedes obligar a todo el mundo a compartir una manera de vivir. Una vez más, la cuestión fundamental es la libertad.
–¿Tiene algo de austeridad, de búsqueda de lo esencial?
–Sí, claro, pero nada de monacal. Insisto en que se puede vivir así feliz. Pero que no es la única solución.
–¿Qué implica para la autoconciencia de la persona el espacio que la rodea?
–Es más que importante. Es como el vestido. Uno debe buscar, encontrar, proyectar, construir el espacio en el que ser feliz.
–Cuando proyecta una obra, ¿tiene a una persona, un tipo de persona, en mente?
–Es como cuando un médico, ante el enfermo, después de escucharle y estudiarle a fondo, hace un diagnóstico. Cada cliente y sus circunstancias es diferente.
–¿Qué tres arquitectos le han marcado, y qué arquitectos vivos cree que están marcando lo que admiraremos en el futuro?
–Alejandro de la Sota, Mies Van der Rohe y Le Corbusier. Por citar sólo a tres. De los vivos, prefiero esperar.