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Pedro Miguel Lamet

Pedro Miguel Lamet: «La tecnología ha aumentado la frivolidad y rebajado el nivel de reflexión en el español medio»

El sacerdote jesuita, periodista, poeta y escritor gaditano cree que la ausencia de valores, debida a la trivialización, es la carencia más grave de la sociedad española actual

Pedro Miguel Lamet (Cádiz, 13 de marzo de 1941) es sacerdote jesuita, periodista, poeta y escritor. Licenciado en Filosofía, Teología y Ciencias de la Información, es también diplomado en Cinematografía. Crítico cinematográfico, ha enseñado Teoría de la Estética y Teoría del Cine en la universidad. Ha sido director de medios, Redactor Jefe en distintas publicaciones, colaborador en prensa y en radio y columnista. Ha escrito más de quince novelas y otros tantos libros de biografía e historia. Más de una decena de ensayos llevan su firma, el mismo número, grosso modo, de libros de poesía. Da la impresión de que una vida de ocho décadas no es suficiente para semejante producción creativa, pero simplemente viéndole y leyéndole responder a estas preguntas sobre España con tales generosidad, amplitud y rapidez, uno puede hacerse una idea de por qué sus jóvenes ochenta años han dado tanto y tan bien de sí para gozo del lector.

– ¿Cómo ha cambiado España a su juicio en los últimos 50 años?

–Al ritmo de lo que ha sucedido en el panorama mundial, la población se ha hecho cada vez más urbana, se ha despoblado del medio rural y aumentado el número de personas de la tercera edad. Ha crecido, por falta de recursos y desigualdades en sus países, el número de migrantes y refugiados, con el consiguiente rechazo, el terrorismo internacional y la violencia. Ahora somos una aldea global por la explosión de la tecnología, con resultados ambiguos. Aunque estamos más intercomunicados, la inmediatez, multiplicación y volatilidad de los nuevos medios ha aumentado la frivolidad y rebajado el nivel de reflexión en el español medio. Hace 50 años era inimaginable una pandemia del calibre de la que estamos viviendo y el cambio climático. Hay mayor libertad sexual pero menos estabilidad familiar. Los jóvenes ven menos expectativas de futuro. Al mismo tiempo es positivo cierto auge en ellos del voluntariado. Las grandes religiones monoteístas han perdido influencia, aunque crece la práctica difusa y sincrética de una espiritualidad prêt-à-porter por libre.

Hoy carecemos de figuras como las de las generaciones del 98 o el 27

– ¿Qué caracteriza a un intelectual español, si es que existe hoy tal figura?

– Lo calificaría de light. Los pensadores que influyen son los aupados por los medios de comunicación y redes sociales. Hoy carecemos de figuras como, por ejemplo, las de las generaciones del 98 o el 27. Los intelectuales en realidad están siendo sustituidos por los influencers y los chefs de cocina. Y cuando aparecen algunos, con frecuencia están condicionados por las ideologías y la politización.

– ¿Cuál es la mayor diferencia entre los políticos de la Transición y los actuales?

– El cambio que ha experimentado la clase política es vergonzoso. En la transición muchos líderes se distinguieron por renunciar en parte al interés personal en aras del bien común y la reconciliación. Ahora, si no son corruptos, ponen por encima sus egos, partidos e ideologías. No pocos han sido promocionados sin adecuada formación cultural y política. El ambiente que promueven en la sociedad es de continuo enfrentamiento, agresividad y falta de solidaridad ante las grandes causas.

Hay una falta de ética basada en valores comunes como honestidad, solidaridad, libertad y convivencia

– ¿Le quita el sueño algún aspecto de la España presente?

– Quizás detrás de nuestras mayores calamidades se oculta una carencia fundamental, causada probablemente por la trivialización imperante: la falta de valores en los que fundamentar nuestra convivencia. No me refiero a los derivados de una religión concreta, ni mucho menos a la imposición de la moral católica en un Estado aconfesional, plural y democrático. Me refiero a una ética basada en unos valores comunes, como en los Derechos del Hombre y lo comúnmente entendido como honestidad, solidaridad, libertad y convivencia. De esta situación me quita el sueño las desigualdades sociales, el odio al diferente, la xenofobia, el pensamiento único y el resurgir de las ideologías y políticas dictatoriales.

– ¿Es la cultura española actual mejor o peor que la que se hacía hace 50 años?

– Creo que ya he respondido al referirme a los intelectuales. Ha perdido consistencia y profundidad. Por consiguiente, carecemos de auténticos «padres espirituales» en nuestro país en el sentido amplio, auténticos creadores de pensamiento con mirada amplia y perspectiva comunitaria.

Con monarquía o república insisto que lo que importan son los valores en que se fundamente la vida pública

– ¿Cree que sus nietos seguirán viviendo en una España unida y en forma de monarquía parlamentaria?

– Son dos preguntas en una, difíciles de responder porque no soy profeta y hoy día cambiamos con una rapidez meteórica. En un mundo que cada vez vive más como una aldea global sería un retroceso parcelarnos más. El problema es que en los nacionalismos predominan más los sentimientos que las razones.

Respecto a la monarquía también puede suceder cualquier cosa. Los jóvenes piensan de diferente manera respecto a esos grandes símbolos en apariencia intocables. Con monarquía o república insisto que lo que importan son los valores en que se fundamente la vida pública.

– ¿Qué tres figuras culturales españolas de hoy cree que sobrevivirán al paso del tiempo?

– Sinceramente no las encuentro. Por desgracia las que me vienen a la cabeza se han muerto ya.

Estoy a favor de la promoción de la mujer y de todas las libertades siempre que no conculquen los derechos de los demás

–Vivimos en la era de una gran batalla cultural: la corrección política, la cancelación, el lenguaje inclusivo… ¿Un avance o una nueva forma de censura?

– Siempre he estado a favor de la libertad de expresión, que necesariamente ha de contar con el filtro del paso del tiempo. Él dirá. Estoy a favor de la promoción de la mujer y de todas las libertades siempre que no conculquen los derechos de los demás. A bote pronto muchas de las expresiones del lenguaje inclusivo provocan hilaridad, porque no respetan las más elementales normas de nuestra lengua. Respecto a las formulaciones agresivas y populistas de muchos políticos responden a la citada trivialización populista reinante.

–Mirando el recorrido de su vida ¿Le queda algo por cumplir?

– Sí, cada día es un reto para salir un poco más de mí mismo y ser mejor noticia para los demás. «Al atardecer de la vida nos examinarán del amor».

No tengo que esperar a la muerte para saber que ya aquí y ahora soy una chispa del fuego total

– ¿Qué nos espera después de la muerte? ¿Se definiría como una persona de fe?

– No tengo que esperar a la muerte para saber que ya aquí y ahora soy una chispa del fuego total, una centella de la luz infinita en camino a la plena conciencia de su plenitud. Soy cristiano, sacerdote y jesuita, ¿cómo no voy a tener fe? Eso sí, también teilhardiano y por tanto veo el mundo como el sacramento de todas las cosas y la contemplación una manera de fundirme con esa luz a la que pertenezco.

–¿Se atreve a contarnos algo que no haya referido jamás en una entrevista?

– Fui un niño enfermo de tuberculosis ósea, que pasó por tremendos dolores, escayolas y aparatos ortopédicos. Eso me dio una perspectiva válida para ver el mundo como desde un balcón y apreciar lo que de todo esto perdura. Como decía San Juan de la Cruz: «Por toda la fermosura / nunca yo me perderé/ sino por un no sé qué / que se alcanza por ventura».