La restauración de los jardines de La Granja, un proyecto de 40 años y dos millones de euros al año
Patrimonio Nacional acomete desde 2007 una meticulosa restauración de las 150 hectáreas de zonas verdes de este enclave histórico
Felipe V paseaba desde primera hora de la mañana en busca de algún corzo por el bosquete de caza de su palacio en la Granja de San Ildefonso, en Segovia, mientras escuchaba el canto de Farinelli en armonía con el agua que corría por las suntuosas fuentes de sus jardines, que tanto le recordaban a su infancia en Francia.
Así se imagina que era un día cualquiera para el Rey quien 300 años después cuida de sus jardines, Ángel Muñoz, el jefe del Servicio de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional, que en una entrevista con Efe ha detallado la restauración que está llevando a cabo la institución en estas singulares zonas verdes.
El primer Borbón que reinó en España mandó construir el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso en 1721 y, con él, unos jardines barrocos adornados con esculturas y fuentes al estilo del Palacio de Marly de su abuelo Luis XIV, aunque siempre se ha comparado el monumento segoviano con el Palacio de Versalles. «La contraposición respecto a Versalles es que tenemos el telón de fondo de la gran montaña, ese es el valor», señala Ángel Muñoz desde uno de los larguísimos pasillos de los jardines mientras señala la Sierra de Guadarrama.
Con el desafío de mantener la majestuosidad de este enclave pero también velar por la protección da vegetación frente a los retos del futuro como la emergencia climática, Patrimonio Nacional acomete desde 2007 una meticulosa restauración de las 150 hectáreas de zonas verdes de este enclave histórico. El jardín se mantuvo «magníficamente bien» hasta la época de Carlos III, cuando comenzó una etapa de «degradación» hasta sufrir una «gran decadencia» a partir del siglo XIX, acentuada aún más en el XX hasta el 1981, cuando se creó el Servicio de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional, que dirige Ángel Muñoz.
Los jardines podrían morir en 60 años
Tras años de formación en disciplinas como la jardinería histórica y la adquisición de equipos –gracias a que la institución entró en los Presupuestos Generales del Estado en 1982– al fin en 2000 se hizo el primer plan director de la entidad. Este estudio sirvió como diagnóstico exhaustivo del estado de los jardines y muy especialmente del arbolado: «Ahí es donde ya nos saltan todas las alarmas», relata el experto. «Se llega a la conclusión de que el jardín, el arbolado, o se intervenía, o en 60 o 70 años se moría», explica Ángel Muñoz, para quien esto se debía tanto al tiempo de vida natural de los ejemplares como a ciertas «malas praxis» llevadas a cabo en el siglo XIX.
Con toda esta información, desde 2007 se ha acometido una restauración de la vegetación por alineaciones históricas, de las que se van retirando todos los ejemplares para plantar unos nuevos, como parte de un proceso que consideran acometido al 40 % y que se prevé que pueda concluir en otros veinte años. Desde Patrimonio Nacional calculan que en todos los jardines del Palacio hay unos 65.000 árboles, de los cuales 9.000 están dispuestos en estas alineaciones, recuperadas ya al 70 %, y unos 35.000 kilómetros de seto, de los que se han restaurado aproximadamente el 80 % por ciento.
Se están renovando los tilos, sustituyendo los castaños de indias por arces reales y plantando otras especies como olmos resistentes a la grafiosis, una especie en recuperación desde que prácticamente desaparecieron en los años ochenta, abedules o salix. También se está acometiendo una «recuperación integral» de las huertas históricas del Palacio junto a la Escuela Taller de Patrimonio Nacional, de forma que sus alumnos trabajan por proyectos sobre el terreno en las técnicas de jardinería y cultura agrícola que se llevaban a cabo allí mismo en el siglo XVIII.
Se trata de un proyecto complejo y meticuloso, al que Patrimonio dedica como mínimo un millón y medio de euros al año, ya que, como destaca Ángel Muñoz, el carácter «histórico» de los jardines multiplica hasta ocho veces el presupuesto para su acondicionamiento en comparación con un jardín normal. Hasta antes de la pandemia, un técnico de la entidad se desplazaba hasta el lugar de origen de los árboles –que llegan en tráiler desde otros lugares de España y países como Francia, Bélgica, Holanda, Italia o Inglaterra– para seleccionar uno por uno los ejemplares dignos del enclave. El objetivo es conjugar el rigor histórico del proyecto original de los jardines con la propia evolución del paraje, que ha incorporando a lo largo del tiempo otros elementos como las coníferas, que se pusieron de moda en el siglo XIX.
El cambio climático, una amenaza
Uno de los desafíos más importantes que tiene en la actualidad Patrimonio Nacional es el que plantea la emergencia climática, cuyos efectos aun se están investigando después de observar que muchos árboles de este y otros Reales Sitios se están muriendo sin que los expertos tengan una explicación. «La verdad es que nos extraña, estamos haciendo estudios de todo tipo con nuestros equipos de fitopatólogos y la verdad es que andamos muy despistados, pero es cierto que se está notando esa regresión», ha señalado Muñoz. El ingeniero ha precisado que el aumento de la temperatura media no ha sido tan drástico, pero sí ha podido influir la cada vez más extrema oscilación térmica entre el día y la noche.
Otro ejemplo del impacto de fenómenos climatológicos recientes en la evolución de los jardines son las ciclogénesis como la borrasca Filomena del pasado mes de enero, aunque en este caso ha tenido unos efectos más positivos de lo que cabría esperar. Según ha explicado Muñoz, Filomena y otras tres ciclogénesis que han pasado por los jardines han servido para generar una suerte de «selección natural propia» en la que muchas coníferas han caído y esto ha acabado por favorecer a los gestores de cara a una restauración integral.