Entrevista
Juan Carlos Siurana: «Los jóvenes deberían preguntarse por qué siguen a los 'influencers'»
El filósofo y escritor presenta su nuevo libro, Ética para influencers, en el que reflexiona sobre un posible código deontológico que regule esta nueva profesión
El profesor titular de filosofía moral de la Universidad de Valencia, Juan Carlos Siurana, plantea en su nuevo trabajo, Ética para influencers, una solución para la generación de las redes sociales. Siempre en busca de la imagen y de la mejor foto, lo cierto es que en el mundo de las redes sociales poca realidad aparece después de cada post. De ética, influencers, redes sociales y la relación de todo ello habló para El Debate con motivo de la presentación de su nuevo libro.
–¿Qué le ha llevado a escribir este libro? ¿Es necesario en la sociedad en la que vivimos?
–La verdad es que sí. Pienso que los influencers son los nuevos modelos de referencia para la sociedad, y la ética se ha ocupado en su origen de referentes éticos para la sociedad. Antes, eran personas que tenían una serie de características que los jóvenes querían imitar. Y ahora, cuando buscamos quiénes son los personajes de influencia, tenemos unas redes sociales que nos lo dicen. Es necesario saber cuál es el rumbo que está tomando la sociedad. Y para mí, como profesor de ética, es interesantísimo. Además, hay que pensar en el impacto que está teniendo, no solo por los referentes, sino por las cosas buenas y malas que está aportando este fenómeno desde el punto de vista ético.
–Habla de valoración ética. ¿Cómo ve esta sociedad? ¿Cree que vivimos en una sociedad éticamente correcta?
–Veo una sociedad que cada vez se está volviendo más superficial en cuanto a los motivos por los que se interesa por diversos temas. Las redes sociales lo están fomentando. Escribí anteriormente un libro, Ética del humor, que decía que la autoayuda es una manera de afrontar los problemas a los que la filosofía se había enfrentado tradicionalmente. Hemos pasado a un nivel de mayor superficialidad donde ahora basta con una frase, un mensaje, una foto. Veo la sociedad con una sobreabundancia de información, pero, a la vez, pasea por esa información de manera muy superficial. Por eso necesitamos influencers o personas de referencia que nos ayuden a recobrar la relevancia de no quedarnos en la anécdota o en discusiones que generan reacciones viscerales. La superficialidad lleva también al enfrentamiento por cuestiones, a veces, triviales o poco meditadas.
–Cuando escribe este libro, ¿a quién tiene en mente? ¿A quién va dirigido?
–A muchísimos públicos. En primer lugar, a los influencers, porque son personas que tienen una responsabilidad social en la medida en que mucha gente se ve reflejada en ellos. No tienen que hacerles creer que el éxito tiene que ver con una foto maravillosa que a lo mejor les ha costado muchísimo tiempo hacer y que, por tanto, no refleja su vida real. Va dirigido a las agencias de influencers, que son las que dicen a las empresas qué influencers tienen en su cartera. Si pueden demostrar que sus influencers tienen sensibilidad ética, tienen un valor añadido frente a otras agencias. Además, va dirigido a las empresas que vayan a contratar influencers para sus campañas. Si contratan a un influencer que no tenga esa sensibilidad, pueden entrar en un conflicto que dañe la imagen tanto del influencer como de la empresa. También va dirigido a los padres, que ven a sus hijos en las redes sociales y que quieren entrar en conversación con ellos, así como a los profesores, ya que es una cuestión que surge mucho en las aulas… En general me dirijo a todos los tipos de públicos para poder ayudar a toda la sociedad.
–Hay muchos prototipos de influencers. ¿Cómo los define usted?
–Las personas que se hacen llamar influencers son aquellas que influyen de manera significativa en los pensamientos o acciones a través de las redes sociales. Se han hecho experimentos: en uno de ellos, una empresa decidió contratar a cincuenta influencers para que el mismo día se pusieran una prenda en concreto. Al día siguiente, la ropa había desaparecido de todos los centros comerciales. Esto da a entender que, muchas veces, lo importante es la imagen, el éxito económico, tener muchos seguidores. Yo lo que quiero es que utilicen su influencia para bien; es decir, que influyan en pensamientos y formas de actuar que merecen la pena. No solo para comprar cosas.
–¿Lo definiría entonces como una profesión?
–Utilizo el fenómeno influencer en un sentido muy amplio, pero se está convirtiendo en una profesión. Son personas que antes eran anónimas y que ahora están consiguiendo ganar dinero, por ejemplo, por enseñar a jugar a un videojuego. El Rubius, The Grefg… Se está constituyendo una nueva profesión, eso sí, con muchas especialidades, porque hay muchos tipos de influencia: de viajes, videojuegos, moda o belleza. Cada profesión, históricamente, cuando se ha constituido, ha elaborado sus códigos deontológicos y sus colegios profesionales, y estos mecanismos marcan cuál es el bien que ofrece esa profesión.
–Al hablar de proceso, de constitución, ¿quiere decir que este mundo ha llegado para quedarse?
–Las empresas están viendo que el consejo de un influencer es más importante que una campaña publicitaria profesional. Los jóvenes confían más en alguien con quien están tratando cotidianamente. Si estás siguiendo a una persona cuyo contenido te gusta o es afín a ti, tiene un impacto mucho más grande que un spot publicitario. Todas las empresas te van a decir lo bueno de sus productos; en cambio, un influencer parece que da su opinión. Lo que está ocurriendo con las redes sociales es que cuando nosotros navegamos por ellas, vamos dejando un rastro, y eso es lo que se conoce como big data. Esos datos luego son manejados por las empresas. Como consecuencia, según tus intereses, te va a ir acercando a unos tipos de sitios en concreto. Pero veo peligros como, por ejemplo, cómo está afectando a la salud mental, tanto de los seguidores como de los influencers. Ellos están continuamente con posts y vídeos, y eso conlleva una exigencia de ser la mejor versión de sí mismos continuamente. Psicológicamente está afectando a todos.
–Muchos influencers han asumido sufrir problemas de salud mental, incluso han llegado a dejar las redes sociales durante una época. ¿Cómo definiría al influencer ideal?
–El influencer ideal es aquel que reconoce que está haciendo un bien a la sociedad con su trabajo. Que no está buscando principalmente su propio interés. Un problema ético de los influencers es que te recomienden algo porque se lo han dicho, cuando el producto tiene problemas o defectos que tú conoces. Debe tener, además, una responsabilidad social en lo que dice, y puede ser de cualquiera de los ámbitos, ya sea deportivo, de viajes, de cuestiones medioambientales... Pero siempre aportando algo que la sociedad necesita, aportando valor, de una manera realista y que genere confianza.
–Los influencers influyen en los pensamientos y en las acciones. ¿Considera que es necesario que exista un código deontológico para esta profesión?
–Por supuesto. Este año se aprobó el primer código, pero lo único que dice es deben avisar cuando realizan publicidad. No dice nada más. Si publicas algo y no pones que es publicidad, tiene más impacto en tus seguidores. Si el seguidor ve que lo estás poniendo porque es publicidad, genera desconfianza. Por eso muchas veces el influencer lo oculta. Tras la aparición de este código, se ha notado el cambio, aunque no todos lo aplican. Hay que mejorarlo: los códigos deontológicos se hacen sentándose profesionales y haciendo propuestas, borradores… y esto es lo que les falta a los influencers, sentarse también con representantes de asociaciones cívicas, de damnificados, científicos, incluso con el propio Gobierno, y determinar qué se hace bien y qué se hace mal para plasmarlo en los códigos y que sirvan de orientación y no como sanción.
–Es profesor y les dedica mucho tiempo a sus alumnos. ¿Qué modelos de influencers observa que pueden ser los referentes entre los jóvenes?
–Cuando les pregunté a mis alumnos me dijeron Cristiano Ronaldo y Dulceida, pero tendría que volver a preguntarlo. Depende de la carrera que estén estudiando, el perfil será distinto. Hay influencers de filosofía, enfermería, farmacia... pero lo más importante es que los jóvenes deberían preguntarse por qué siguen a los influencers y el por qué deberían seguirlos.