Sale a la luz la leyenda de la mujer emparedada en el Castillo de Vulpellac (Gerona)
Cinco baldosas revelan la historia de Miquel Sarriera que cometió un crimen injusto
La leyenda de la mujer que en el siglo XVI fue emparedada por error en el Castillo de Vulpellac por su marido, que confesó veladamente aquel crimen en unas losas con frases en latín que instaló en el suelo a la vista de todos, ha salido a la luz en una muestra milenaria de cerámica.
La historia, aunque sabida para algunos, ha permanecido desconocida para mucha gente de la comarca, la del Bajo Ampurdán (Gerona), hasta que Ramon Mascort ha acogido en Torroella de Montgrí, en la sede de la fundación que preside, cinco de aquellas piezas enigmáticas.
Mascort, un enamorado del coleccionismo en diferentes vertientes, organiza hasta el próximo 27 de febrero una exposición sobre los mil años de la cerámica catalana junto a la asociación dedicada a esta actividad.
En una de las salas, las cinco baldosas revelan la leyenda del señor del Castillo de Vulpellac, Miquel Sarriera, que se remonta cinco siglos para desvelar un crimen injusto.
Ramon Mascort relata que, de ser cierto lo que ha llegado como una historia transmitida de generación en generación, las piezas encargadas por Sarriera son en realidad «una prueba de arrepentimiento».
Las 'fake news' del siglo XVI
La leyenda, explicada por Mascort en la Casa Galibern, la sede de la fundación con su apellido, alude a que Miquel Sarriera se dejó engañar «por falsos rumores, por bulos y por la maledicencia de unas intrigas bajas y viles del personal que servía en el castillo».
Aquellas fake news del momento, según la misma narración, comprometían «la honorabilidad de su esposa al imputarle un adulterio».
Los bulos hirieron el honor del propietario del castillo que, «por su cuenta infringió un castigo terrible, propio de aquellos tiempos, como era la muerte».
Ramon Mascort señala que Miquel Sarriera invitó a su esposa a pasar «a una habitación mientras tenía a un albañil preparado con ladrillos y cemento en la puerta».
«Cuando entró, tapiaron la estancia con la señora en su interior y murió encerrada allí», añade, para darle de inmediato un giro dramático a todo aquel suceso, ya que «el tiempo disipó todo este bulo y el hombre comprobó que se había equivocado de una forma que no tenía solución».
Mascort precisa que «su arrepentimiento fue tal que decidió humillarse ante la sociedad y todo el mundo de una forma pública», aunque sin llegar a ponerse en manos de la justicia.
Pensó en encargar unas losas pintadas de azul con cobalto «que explicaran su sentimiento» y que, con frases extraídas de la biblia, dicen en latín, como se puede comprobar en la exposición actual, cosas como Ego sum qui pecavi, algo así como 'Yo soy el que pecó', junto al año, 1533.
Todavía hay más, porque otra de las baldosas que se pueden ver en Torroella de Montgrí muestra la palabra a diestra y siniestra Qui', 'Quién.
Doce me facere voluntatem tuam, (enséñame a cumplir tu voluntad), es la frase de la tercera pieza, mientras que las otras dos están decoradas con escudos heráldicos, en una de ellas y de forma clara el de los Sarriera, una flor de lis de la que mana una riera.
«Lo colocó en el suelo para que todo el mundo al entrar al castillo lo pisase para mayor humillación suya», concluye Mascort sobre la leyenda.
Todas estas losas, cuatro de la Fundación Mascort y una del Museo del Diseño de Barcelona, miden 15 por 15 centímetros y estarán a la vista del público gratuitamente hasta febrero, después de que la muestra se prolongase ante las restricciones impuestas por la covid.
Hasta 24 entidades y particulares han prestado para esta exposición con motivo del 40 aniversario de la Asociación Catalana de Cerámica unas piezas nunca reunidas anteriormente y entre las que también destaca un plafón, denominado de la batalla de los gatos y las ratas, que representa de forma alegórica el sitio de Perpiñán y Collioure de 1642 en el marco de la Guerra de los Segadores.
En total, 260 obras con el plato de terracota esmaltada más grande que se conoce en el ámbito catalán o aguamanos nunca reunidos antes, que suponen una oportunidad única para amantes de leyendas, curiosidades y del arte que pasen estos días por la Costa Brava.