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Una fotografía del álbum de Höker muestra a los trabajadores de Auschwitz cantando y riendo divertidos

Una exposición recorre el horror del holocausto en Auschwitz... y el sosiego de sus responsables

'Seeing Auschwitz' recoge, en el Centro Sefarad-Israel de Madrid, más de 200 fotografías que cuestionan el punto de vista del relato con el que hemos conocido el horror del campo de exterminio nazi

A lo largo de los 77 años que han transcurrido desde la liberación de Auschwitz, que se produjo el 27 de enero de 1945, hemos podido ver infinidad de fotografías, documentos gráficos, audios y dibujos e incluso algún vídeo. Casi todos ellos muestran la realidad de las víctimas: cadáveres amontonados en pilas o cunetas, cientos de personas hacinadas en los trenes de la muerte o en los sucios y fríos barracones del campo, despojados de sus posesiones, del lazo con sus familiares y, en muchos casos, de su dignidad.

¿Pero qué hacían los trabajadores de Auschwitz, cómo vivían, qué hacían cuando no estaban vigilando a los prisioneros o directamente asesinándolos? Una magnífica exposición, Seeing Auschwitz, creada por Musealia y el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau en asociación con la ONU y UNESCO, se podrá visitar hasta el 15 de julio en la sala de exposiciones del Centro Sefarad-Israel y será de acceso gratuito. En esta muestra eminentemente fotográfica se recoge la historia del campo, su desarrollo y funcionamiento, pero también se exhiben importantes documentos gráficos del llamado Álbum de Höcker, que pone de manifiesto la aparente tranquilidad con la que vivían los encargados de llevar a cabo la peor matanza de la historia de la humanidad.

Verdugos, víctimas y liberadores

Auschwitz fue un enorme complejo de campos de concentración que establecieron los nazis cerca de la ciudad polaca de Oswiecim, ocupada por los alemanes. Lo que muchos creen que fue un solo campo de exterminio, fue en realidad una estudiada red que buscaba la eliminación sistemática de los judíos en toda Europa, convirtiéndose en el mayor centro de exterminio del mundo. Alrededor de 1,3 millones de personas fueron deportadas allí, de las cuales 1,1 millones fueron asesinadas en las cámaras de gas destinadas a ello. 

A través de cinco salas y de las cien imágenes que componen Seeing Auschwitz se accede al lugar de exterminio a través de diferentes perspectivas, ya sea a través de la cámara de un oficial nazi, con fotos y dibujos creados por los prisioneros judíos o a través de las instantáneas tomadas por los aliados. Este recorrido expositivo tiene un objetivo crítico, como explica Luis Ferreiro, director de Musealia: «Además del análisis fotográfico de las evidencias que existen de Auschwitz, con las que se construye nuestra memoria individual y colectiva, sigue predominando el punto de vista de los perpetradores, de las SS, de los nazis. Pero aquí podemos hacer un recorrido crítico», explica, a la vez que anima a mirar con detenimiento cada fotografía para descubrir pequeños destellos de humanidad, de grandeza o de solidaridad. 

Inicio de la exposición, con una gran fotografía y un mapa de la red que componía Auschwitz

Tras la liberación del campo, se hallaron múltiples evidencias de las atrocidades cometidas allí contra judíos (un millón), pero también polacos, romaníes, prisioneros de guerra soviéticos, homosexuales y otros colectivos considerados «indeseables» por el régimen nazi. Y como parte de ese testimonio, se encontraron diferentes fotografías, que sin duda ha configurado la imagen colectiva que tenemos sobre Auschwitz. La exposición nos invita a preguntarnos si son fuentes neutrales, si son un reflejo real de los hecho, o si están tomadas desde una perspectiva concreta. «Según apreciamos en las fotografías tomadas por los miembros de las SS, la persona no aparece como sujeto, sino como accidente: lo importante para ellos es dar cuenta de la eficacia del sistema, dejar constancia de que los trenes llegaban llenos, de que los prisioneros hacían fila delante de las cámaras de gas, de que estaban doblegados», continúa Ferreira.

El Álbum de Lili

Si en la primera sala se realiza una introducción sobre el sistema de los campos, para entender que es un paso más en un plan elaborado a lo largo de años, en el segundo se explica el Álbum de Auschwitz, conocido comúnmente como el Álbum de Lili. Aunque no se sabe a ciencia cierta quién tomó las fotografías, se sospecha que pudo ser el jefe del departamento de fotografía del campo, Bernhard Walter, o su ayudante, el antiguo maestro de escuela Ernst Hofmann.

En abril de 1945, Lili Jacob, prisionera de Auschwitz de 19 años, fue liberada por las tropas estadounidenses en Dora Mittelbau, otro campo a cientos de kilómetros de distancia. Aunque había sobrevivido, se encontraba enferma, y se había escondido en un antiguo barracón de las SS: tenía tifus, estaba al borde de la inanición y de la hipotermia, por lo que abrió un cajón para buscar una manta, pero encontró un álbum de fotos. Contenía, entre otras, fotografías de su familia y de sus amigos al bajarse del tren sin saber que los esperaba la muerte. Incluso se descubrió a sí misma, en primera fila, con la cabeza recién afeitada, mirando al frente. Ese era un vínculo único con lo que una vez había sido, que nunca volvería, y nunca más podría volver a ser. Era también, según lo que sabemos ahora, la única evidencia fotográfica de los judíos llegando a Auschwitz o a cualquier otro campo de muerte.

Imagen del Álbum de Lili, con la propia Lili Jacob en primera fila, destacada con vestido negro con botones

«El álbum tenía un nombre eufemístico: 'Reasentamiento de los judíos húngaros'. En la primavera de 1944 se produjo la Acción Húngara, por la que más de 400.000 personas fueron asesinadas», continúa Ferreira, que anima a detener la vista en pequeños detalles: una mujer que se tapa el rostro porque se niega a ser fotografiada; un niño que le ofrece una flor a otro en el Bosque de Abedules en el que esperaban, sin saberlo, para acudir a la cámara de gas; un prisionero hablando con una mujer recién llegada, algo prohibido en el campo. «Lo importante es cuestionar la visión del verdugo, la postura del soldado. ¿Por qué elige un determinado ángulo?», añade el director de Musealia, que anima a todos a escuchar a la vez los testimonios de los supervivientes que se encuentran en la audioguía.

«Para nosotros el crimen no está solo en la muerte, en los crematorios: está ya en la selección. A través del análisis de las fotografías podemos deducir cuántos segundos se dedicaba a decidir si una persona vivía o moría. Era un análisis somero, visual, sin examen. Los que no lo pasaban iban directamente a las cámaras de gas», añade el comisario, señalando la imagen en la que puede verse la separación de los prisioneros retratar el fotógrafo. «Un médico de las SS, con cierta cultura y habiendo realizado un juramento para salvar vidas, decide en apenas segundos si alguien es apto o no para trabajar, si va a vivir o morir». 

El triste destino de los 'Sonderkommando'

El recorrido de la exposición hace un salto, ya que en torno a los crematorios no hay imágenes más allá de las que consiguió realizar y sacar del campo el sefardí Alberto Errera. En la tercera sala se habla precisamente del Sonderkommando, que eran los prisioneros que vivían apartados, dedicados a los hornos crematorios. Estos judíos escondieron documentos con la esperanza de que algún día el mundo descubriera la verdad, y los escritos de uno de ellos, Marcel Nadjari, permitieron establecer claramente en qué consistían sus funciones: llevaban a los prisioneros a las cámaras de gas, les hacían desvestirse prometiéndoles una ducha y una desinfección, los encerraban en la sala (hasta 3.000 personas cada vez) y rociaban el gas Zyklon B. Entre 15 y 20 minutos después, se abrían las puertas y se trasladaban los cadáveres a los hornos: tras cortarles el pelo y extraerles los dientes de oro, se incineraban.

Dibujos de las cámaras de gas realizados por David Olère

Esta sala ofrece también testimonios de ex miembros del Sonderkommando, que cuentan su experiencia desalentadora, y dibujos de David Olère, que trabajó en el búnker 2 y más tarde en el crematorio 3, pasando por todo el proceso: cuando fue liberado en 1945, era incapaz de articular palabra, pero realizó dibujos con el horror que había presenciado, que le acompañaría hasta el fin de sus días.

Dibujos de M M, un prisionero que dibuja la otra cara de la moneda del campo y muestra la violencia explícita de los guardias, y las fotografías «oficiales», tomadas a cada prisionero, desprovisto de su nombre y marcado con un número y un símbolo que indica su «crimen» (ser judío, gitano, homosexual...), continúan la visita. 

Las fotos clandestinas de Alberto Errera muestran cómo también se llevaban a cabo cremaciones en abierto

Merienda, siesta, cantos y excursión por la montaña: lo impensable

Uno de los momentos más duros de la visita es el que recorre el Álbum de Höcker. Las fotos fueron propiedad de Karl Höcker, mano derecha de Richard Baer, el jefe del campo de Auschwitz entre mayo de 1944 y la liberación del campo en 1945, momentos en los que la llamada 'solución final' aumentó la actividad de las cámaras de gas hasta su máximo.

El álbum, del que Seeing Auscwitz reproduce solo algunas llamativas fotografías, recoge imágenes de los oficiales del campamento relajándose en un retiro para el personal conocido como Solahütte, una cabaña rústica a solo 30 kilómetros del complejo de Auschwitz. Estas imágenes son consideradas como las más llamativas, ya que muestran a los alegres oficiales del personal cantando, bebiendo y comiendo mientras, en el campo se están produciendo asesinatos en masa. «Nosotros vemos Auschwitz como un lugar de destrucción total, pero para los nazis las cámaras de gas estaban construyendo una nueva Europa, una libre de judíos, romaníes e 'indeseables'. Y Solahütte encarnaba el mundo que querían crear», explican desde la exposición.

Miembros de las SS Helferinnen comiendo fresas en Solahütte, a 30 kilómetros de Auschwitz

Varias de las fotografías muestran a agentes relajándose en compañía de mujeres jóvenes: taquígrafas y mecanógrafas, formadas en la escuela de las SS en Obernai, conocidas generalmente como SS Helferinnen, la palabra alemana para «ayudantes» (mujeres). «Mientras los asesinos se relajaban, cantaban y se divertían juntos, compartían la fantasía de que estaban haciendo lo correcto. En su camaradería, se sentían unidos por una misión común», continúa Ferreira. Mientras en el Álbum de Lili podemos pensar que los oficiales de las SS eran «monstruos», sádicos y psicópatas, y nos puede llegar a consolar pensar que cumplían órdenes, el Álbum de Höcker disipa ese mito. «En sus fotografías, los autores del exterminio, en actitud de descanso y esparcimiento, de pronto se parecen mucho más a nosotros», continúa la exposición.

La exposición termina con una reflexión sobre lo que hemos aprendido de los horrores del holocausto, repasando otros genocidios y matanzas de la historia, como el de los yazidíes en Irak, los tutsis en Ruanda, los musulmanes bosnios en Srebrenica o los rohingyas en Myanmar. Por su parte, Miguel de Lucas, director general de Centro Sefarad-Israel, señala que «la exposición Seeing Auschwitz también servirá para recordar a todas las víctimas del Holocausto y profundizará en los temas que trata a través de un amplio programa de actividades», dirigidas especialmente a estudiantes. 

«Seeing Auschwitz enfrenta al espectador con fotografías poco comunes captadas por los perpetradores, las víctimas y los liberadores. Las imágenes ofrecen una perspectiva inquietante y una evidencia descarnada del asesinato en masa, pero también de la humanidad de las personas que perecieron allí», concluye la Secretaria General Adjunta de Comunicación Global de Naciones Unidas, Melissa Fleming. Una cita imperdible con la historia.